Divorcio en Madrid y bodas de sangre
ABC, 12-09-2006Por Pablo Sebastián
Recuerde Pepe Rubianes de Federico García Lorca los versos que siguen: «Y, mientras cuenta llorando,/ su aventura a aquella gente,/ en las tejas de pizarra/ el viento, furioso, muerde». Los ciudadanos están que muerden con los disparates del cómico. ¿Imaginan algo así dicho de Cataluña desde Madrid? Lo peor de Rubianes, pasado el impacto de sus insultos a España, por los que no pidió disculpas como debía, ha sido su lamentable pretensión de compararse con Lorca tras huir del Teatro Español. Lorca, que sí estaba amenazado, permaneció.
El incidente trae cola, lo verán, como la estela que dejan los buques Pizarro y Galicia rumbo a Líbano; mientras, en las playas quedaron pañuelos de lágrimas y despedidas a los soldados que, a las órdenes del Gobierno y el Congreso, a la guerra van, según Rajoy, que llama hipócrita a Zapatero por su empeño en disfrazarse de mensajero de la paz.
Paz en Oriente Medio, donde la guerra habita desde hace medio siglo sin solución, y proceso de paz con ETA, que prepara Rubalcaba, unificando el mando de Policía y Guardia Civil, a extinguir («con el alma de charol/ vienen por la carretera»), mientras quita hierro a los presos y amenazas de Txapote y Bilbao – «te voy a meter siete tiros» – , con el mismo optimismo que exhibe ante su homólogo de Senegal, cuyo presidente declaró: «España no hace nada para frenar la inmigración». O la fomenta, como lo denuncia el francés Sarkozy, recordando la regulación masiva de 500.000 ilegales, el efecto llamada que Caldera califica de huida. El único huido, ante oleadas de pateras y cayucos ha sido él.
La inmigración, imbécil. En el cuartel electoral de Clinton, a pocos días de alcanzar la Casa Blanca, un gigantesco cartel recordaba al candidato: «La economía, imbécil». Era el primer problema del país y fue el centro de los discursos que le dieron el poder. En la sede del PP no hay cartel, sino intrigas que siguen dando vueltas al pasado (11 – M e Irak). Ellos solos se metieron en la guerra del Líbano para acabar en Irak y luego decir amén a Zapatero. Aunque tomando Rajoy distancias de FAES/Aznar, que pedían votar en contra de la misión pero no por sus riesgos, que los diputados deberían compartir con soldados y periodistas que allí van, sino por considerarla beneficiosa para Hizbolá («La gran ciudad lejana/ está ardiendo/ y un hombre va llorando/ tierras adentro./Al norte hay una estrella./ Al Sur un marinero»).
Si España va tan mal como dicen en el PP, a veces con dramáticos discursos, ¿por qué no se ocupan de ofrecer soluciones a los problemas que interesan a los ciudadanos? Las convicciones no están reñidas con una estrategia electoral que pasa por los resultados en tres comunidades: Cataluña, con comicios autonómicos en ciernes, donde Piqué ofrece moderación poniendo en juego su cabeza; Andalucía, donde Arenas medita qué decir al Estatuto, pues un «sí» cuando el texto deje clara la unidad de España; y finalmente en Madrid, donde Aguirre y Gallardón, públicamente enfrentados en su divorcio político – ¿sólo están de acuerdo en los matrimonios gays? – , allanan el desembarco del candidato del PSOE, ponen en peligro sus expectativas y, si van a más ante las narices de Rajoy y la intrigas calculadas de Acebes y Zaplana, acabarán facilitando su derrota. Y, quién sabe, si la aparición de otro partido – «Ciudadanos por el Centro» – que arruinaría la carrera de dos políticos de primer nivel que se complementan en el sur y el centro de Madrid. («En la mitad del barranco/ las navajas de Albacete,/ bellas de sangre contraria,/ relucen como los peces»).
Esta reyerta puede abrir una crisis general en el PP, que busca el PSOE en la extraña coincidencia con ciertos grupos de presión ideológicos y mediáticos afines a la derecha extrema, y con creciente influencia y presencia en la Secretaría General y la Portavocía del Congreso de este partido. Empeñados los invasores en situar a sus pupilos en las listas del PP de los comicios generales de 2008 – el fondo de la disputa entre Aguirre y Gallardón – , con vista a una eventual sucesión de Rajoy al frente del PP, como si el líder estuviera batido de antemano.
Por más dudas que despierten el liderazgo y equipos de Rajoy, nada está escrito. En España la alternancia depende de los errores del Gobierno más que del acierto de la oposición. Y visto lo ocurrido y por venir en Cataluña, inmigración y en la negociación con ETA, a la que dieron alas para convertir su rendición en victoria política, resulta temerario predecir el futuro electoral de 2008. Hablar con ETA se debe, generosidad también, mas pactar el futuro del País Vasco por encima de la soberanía nacional, eso no se puede aceptar. Esas serían, sí, otras «Bodas de Sangre» al margen de la legalidad. («Amante sin habla./ Novio Carmesí./ Por la orilla muda/ tendidos los vi.»).
De las norma y las formas que el presidente violenta para sortear los imponderables que él mismo provocó. Los que calientan el debate político y derriten la máscara de cera de la eterna sonrisa, una vez que la soltura que ya exhibe para no decir la verdad se tope de bruces con la realidad, en estos tiempos convulsos que acaban de recordar el espanto del 11 – S en Nueva York, donde Lorca triunfó. («La aurora de Nueva York/ gime por las inmensas escaleras…»).
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