Fascismo 'remix': cuando tu 'playlist' favorita te recomienda el 'Cara el sol'
En las plataformas de 'streaming' habita un ecosistema asociado a la España fascista: canciones y listas que perduran e incluso triunfan
Diario Vasco, , 19-11-2025Canciones fascistas de antes, plataformas y ritmos de ahora. 50 años después de la muerte del dictador Francisco Franco, los 19 ‘Cara al sol’ de Spotify recopilados y analizados por este diario acumulan más de 7,2 millones de escuchas, la punta del iceberg del ecosistema del fascismo español en ‘streaming’. Sus versiones originales son los temas más escuchados de las cuentas que las publican. Nombres como ‘Banda y Coro Falange’ o ‘Falange Española’ muestran la naturaleza de esta obra y también su recorrido después: desde el franquismo, que la adoptó como un símbolo, hasta la actualidad, donde perdura como un ‘hit’.
«Desde el punto de vista social estamos hablando de una exaltación de la guerra civil, de apología del régimen totalitario», valora Eduardo Ranz, artífice de la primera sentencia para exhumar dentro del Valle de los Caídos y de más de 500 procesos para retirar símbolos franquistas. Pero «desde el punto de vista legal, hay algunas diferencias», matiza. Los procesos que llevó eran «contra un ámbito público como calles, avenidas o plazas» y «sabía quién era el titular o el responsable», pero no ocurre lo mismo en el mundo digital. Y ya él no puede judicializar tras la Ley de Memoria Democrática: «Solamente puede instruir la Secretaría de Estado de Memoria Democrática».
La sección «¿Dónde se le puede descubrir?» de Spotify permite explorar las listas vinculadas a cada artista, pero también lleva a aquellas relacionadas con los autores de canciones falangistas, desde ‘Canciones de la guerra civil española’ o ‘Nacionalists songS’ a nombres con claras referencias fascistas. Este diario ha encontrado un entramado de ‘playlists’ que se titulan ‘Cara al sol’, ‘Viva Franco’ y las palabras y variaciones de «fascismo», «falange» y «franquismo». A esto se unen las listas generadas de manera automática por Spotify, como ‘Radio Cara al Sol’. «La apología es mucho más exagerada porque la difusión es más rápida para cualquier persona en el mundo», expresa Ranz.
Daniel Arroyo, investigador del franquismo y ahora profesor en la Universidad de Massachusetts Lowell, tiene claro a quién van dirigidos estos himnos: «Estas canciones deshumanizan al enemigo más allá de su muerte, ejerciendo una violencia simbólica que perdura hasta nuestros días». Y los totalitarismos se atraen: «El rechazo al inmigrante constituye hoy el objetivo que unifica a distintas corrientes fascistas a ambos lados del Atlántico para restaurar el supuesto desorden económico y social».
El ‘Cara al Sol’ de Ausonix llegó a ser número uno en la lista ‘Los 50 más virales’ en España; la versión de Stormxx, de más de 2,5 millones de reproducciones, continuó esa senda. Es «un proceso más amplio de reactivación ideológica» según Arroyo: «Ponen de nuevo en circulación un lenguaje, símbolos, metáforas y afectos que exaltan un poder autoritario con la impunidad cultural de la que siempre ha disfrutado el franquismo».
Para él, los jóvenes son el ‘target’ actual, que «careciendo quizás de mecanismos apropiados de respuesta crítica, responde positivamente». Ausonix revela a este periódico que su intención era lo contrario a esto: «Mi versión surge cuando yo tenía 14 años, pero se viralizó más tarde, y en ella quería dejar clara una crítica social respecto a por qué no estaban apologías prohibidas al fascismo. Creo que en ella se nota que era una broma y jamás pensé que llegaría a viralizarse tanto».
«Existe una diferencia fundamental entre el uso investigativo de estas fuentes y su consumo lúdico», considera Arroyo, que recuerda que estas canciones fueron «instrumentos de cohesión ideológica y parte de un aparato de propaganda emocional» y las separa de las fuentes archivísticas: «El archivo preserva y pone a disposición del investigador materiales esenciales para comprender el pasado, sin insertar sus contenidos, como ocurre en las plataformas musicales, en un elenco cultural que los normaliza». De hecho, la Biblioteca Nacional de España conserva varias versiones de ‘Cara al sol’, incluida una primera versión con música de Juan Tellería y letra de Juan Ruiz de la Fuente.
Ocurre que varios de estos autores incluyen también cánticos republicanos o de otras ideologías, pero no sería excusa dentro del ‘streaming’. Según Arroyo, estas plataformas «desvinculan la historia y la memoria de todo proceso crítico», extendido después a listas y recomendaciones. «Los himnos reactivan imaginarios de violencia y exclusión que nunca llegaron a desactivarse en España y que se invocan aún para denigrar opciones políticas democráticas», afirma. Se aprecia en todo lo que rodea a estas canciones, como banderas anticonstitucionales, fotos de Franco y signos de la época.
Ranz también lo tiene claro: no es igual consumir «documentos catalogados a través de una biblioteca nacional», que recibe todas las obras mediante registro oficial, que hacer apología mediante ellas. «Se está haciendo una exaltación totalitaria en una plataforma que no está pensada para ello», resume, y apela a la Secretaría de Estado de Memoria Democrática para «abrir un expediente y proponer una sanción», y ver también quién les otorga subvenciones. Pero en realidad esto no sucede y lamenta que «no se conozca ningún tipo de sanción al respecto» en los tres años de ley. «El mensaje que transmitimos es que el incumplimiento sale gratis», destaca.
«Una de las dificultades que plantea el fascismo es su capacidad de mutar y adaptarse a distintos contextos culturales e históricos», expresa Arroyo. Eso incluye el actual: los autores más recientes, sin muchas escuchas de momento, ya beben de la IA: unos lo indican de manera clara; de otros se intuye por la cantidad de elementos generados con ella. «Los avances tecnológicos producen, paradójicamente, un retroceso cultural, ético y político, hasta el punto de transformar la barbarie en entretenimiento», apunta Arroyo.
«Lo que parece que está fallando es un control de contenido por parte de las plataformas», valora Ranz. Este diario se ha puesto en contacto con Spotify, que remite a modo de contexto a su documentación respecto a este tema. Según las normas de la plataforma, se prohibe el contenido que lleve extremismo violento o de violencia contra grupos protegidos mediante reportes de usuarios y sus propios equipos, que combinan revisión humana y herramientas automatizadas de tecnología. Pero si esa vulneración no es evidente, la canción no desaparecerá. Arroyo ve los problemas derivados de esto, ya que Spotify recomendará según «las características acústicas y no solo temáticas», arrastrando nuevos ‘Cara al sol’ pegadizos.
En teoría, esta revisión de Spotify se extiende a ‘playlists’, imágenes y portadas; en la práctica, no ha afectado tanto al ecosistema del himno falangista en la plataforma. «Dice muy poco de la persona que no quiera entender que el ‘Cara al sol’ es franquismo, no existe un marketing mayor que el ‘Cara al sol’», según Ranz. Cuando Ausonix se viralizó en 2008, Spotify justificó a la prensa que autores, sellos y difusores están al tanto de las directrices y son ellos los responsables. Tanto su canción como la de Stormxx están capadas de la búsqueda de la plataforma (no de Google, aunque ya no se pueden escuchar).
La presencia de los himnos fascistas no es cosa de Spotify, sino de todas las plataformas de ‘streaming’ donde también están, como Amazon Music o Apple Music. Cambian las plataformas, pero no estos autores ni sus distribuidores: quien lo sube y difunde a Spotify, lo hace también al resto de espacios de ‘streaming’.
Martina Gil, abogada especializada en derecho musical y audiovisual, advierte del reparto de los beneficios entre los titulares de la obra musical y el fonograma. La persona se llevará todo «si sube un himno franquista y se acredita como único autor, artista y titular del fonograma», especifica. Para las versiones, habrá que ver «qué proporción de la obra original se emplea» para repartir entre varios.
Un puzzle más inverosímil para ‘Cara al sol’, una reapropiación en sí misma: en 1934, Juan Tellería compuso ‘Amanecer’ en Zegama (Gipuzkoa) por su pueblo natal, pero José Antonio Primo de Rivera ordenó ponerle letra después para transformarla en el himno falangista.
Ahora la historia de la reapropiación puede repetirse, y con dinero por detrás: «Resulta impresentable, no está permitido hacer negocio con el caudillo», sentencia Ranz, quien espera la acción del Ministerio de Hacienda en este aspecto. Con la IA esta cuestión se difumina. «La autoría recaerá en la persona que haya introducido el ’prompt’», afirma Eider Vivanco, abogada de propiedad intelectual, consciente de las lagunas de esto. Cuando conviven la IA y la parte original de la obra, el pastel queda muy repartido, y «además concurren los derechos de los intérpretes, productores de fonogramas, sellos discográficos y editoriales».
Aquí aparecen los distribuidores o agregadoras, no en cuanto a sellos sino como parte logística de subir todo a estos espacios. «Pueden recaudar de acuerdo con lo negociado», según Gil, salvo si el titular se lo autogestiona. Quedaría así una telaraña más densa para las versiones originales más escuchadas de ‘Cara al sol’, con nombres que también aparecen en ‘hits’ recientes y canciones míticas. De las de menos de 10.000 reproducciones, también con agregadoras o distribuidas por sus artífices, fuentes cercanas consultadas por este diario mantienen que esta actividadque tiene una motivación «anecdótica», no política y sin ingresos. Y buscan evitar cuanlquier tipo de polémica al respecto. Para unos y otros, Arroyo centra el foco en «la educación, el testimonio y la reflexión crítica». Pone de ejemplo el trabajo de memoria histórica de Alemania, «el antídoto más eficiente contra la intolerancia y el fascismo».
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