Volver a casa

La Vanguardia, , 12-11-2025

Siempre unos pasos por delante, Angélica Liddell dedicó en 2018 la sección Carmelitas de su libro Una costilla sobre la mesa (La Uña Rota) a su retiro espiritual con convulsiones místicas. “Tengo miedo a morir quemada si se incendia el convento. Me levanto. Localizo el extintor”, escribe: “Acabarán asando carne de cerdo sobre las brasas de mi hoguera”. Después llegaron el fenómeno del pódcast Las hijas de Felipe, que también versa sobre monjas de clausura, pero barrocas; el ensayo Místicas (Wunderkammer), de Begoña Méndez, que reivindica esa tradición que llevaría hasta la poesía de Chantal Maillard y Anne Carson; o la Rosalía, que mezcla el hábito con la camisa de fuerza en el despliegue estético y algorítmico de Lux. Pero no sólo las monjas están de moda: el regreso de todo el pasado medieval se ha convertido en una tendencia huracanada en los últimos años. Tarta Relena ya tituló Fiat Lux su disco de 2021, con ecos sefardíes o de santa Hildegarda de Bingen; Maria Arnal ha cantado durante los últimos años la liturgia gregoriana de la Sibil·la; y Anna Pantinat reescribe la historia del monasterio benedictino de Sant Pere de Casserres, en la comarca de Osona, en diálogo con la IA.

“El algoritmo está aquí, / en este cofrecillo”, escribe en los dos primeros versos de su poemario Goigs posthumans / Gozos posthumanos (Ultramarinos). Y algunas páginas después: “San Niño, holograma o fantasma, / perdona este cuerpo que sólo / ha engendrado muertos: abortos, / reyes mutilados, enfermos, / hijas que he dado en matrimonio / fetos y demás menstruaciones”. Porque se trata de versionar las leyendas, cuestionar la biopolítica aristocrática y crear hipervínculos entre aquellos tiempos y los nuestros, con inteligencia e ironía. Por eso exclama el yo lírico: “¡Viralizad su gloria!”. Amén.

Ese tipo de cortocircuitos artísticos entre lo muy antiguo y lo muy actual se han multiplicado en los últimos años. Me pregunto si se de­berá, además de a la progresiva conciencia de que en lo ancestral hay sabidurías muy contemporáneas, al giro conservador del mundo ­post – pandémico. En un ensayo importante, Post – Europa (Mutatis Mutandi), Yuk Hui escribe: “Vivimos más que nunca en un estado de desarraigamiento, y al mismo tiempo, paradójicamente, este desarraigo produce también un deseo de retorno al hogar, tal como ponen de manifiesto los recientes movimientos conservadores y neorreaccionarios”.

Contra las ficciones que proclaman que ese hogar sigue existiendo, congelado y puro, en un tiempo sin migrantes, algunos nuevos relatos nos recuerdan, inspirados en músicas latinas y árabes y judías, en mitologías nómadas y contradictorias, en vidas ascéticas y rituales que conectaban el hambre del cuerpo con la sed de trascendencia, que nuestra casa ha sido siempre mestiza y plurilingüe, sagrada a la manera de cada cual. “La lengua cambia el pasado”, afirma el filósofo chino. Que así sea.

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