El caso de Theodor Kallifatides, el escritor sueco que conquista lectores a los 87 años: «Ser inmigrante no es una excusa para ser ignorante»
El autor, convertido en un fenómeno en España, presenta «Una mujer a quien amar», una elegía sobre el amor, la memoria y la nostalgia que se suma a la docena de obras suyas traducidas al castellano en apenas seis años
La Voz de Galicia, , 13-11-2025l suyo es un caso singular. Un flechazo surgido cuando ya se han cumplido los 80 años. Así es la historia entre el escritor, mitad griego y mitad sueco, Theodor Kallifatides (Molaoi, Grecia, 1938) y el público español. Con la traducción de Otra vida por vivir (Galaxia Gutemberg, 2019), el texto autobiográfico que escribió en su griego materno tras una crisis existencial, lo descubrimos en España. En Suecia, adonde emigró huyendo de la pobreza de la posguerra y llegó a ser profesor, llevaba décadas publicando. Siempre en sueco.
En solo seis años, desde Otra vida por vivir, se han adaptado una docena de obras suyas al castellano. La última, Una mujer a quien amar. La morriña, la palabra que definió como «perfecta» y con la que tituló un libro, se respira de nuevo en este tributo a Olga. «No podía dejar que mi amiga se marchara como si nunca hubiera existido. Fue una parte muy importante de mi vida. Me temo que no tengo derecho a contar más sobre ella de lo que ya hago, pero era una mujer hermosa, muy culta y tremendamente apasionada», describe.
Viene de un país nórdico, pero lo suyo no es género negro allí omnipresente: «No lo leo, pero no tengo nada en contra». Su escritura es depurada y sobria, al mismo tiempo que cálida y tranquila. Mediterránea.
—¿Amó a Olga? ¿En qué sentido?
—Por supuesto que la amé, y esa es precisamente la razón por la que escribí el libro. Lo que el amor significa para mí… bueno, eso no puede decirse con una sola palabra. Hay muchos tipos de amor: desde la pasión sexual hasta la amistad tranquila, que a veces es más exclusiva, porque no elegimos de quién nos enamoramos, pero sí elegimos a nuestros amigos. Siempre pensaba en lo que a ella le gustaría que yo dijera. Era una persona muy reservada. Para mí, es una novela basada en un ser humano real. Espero que el lector sienta lo mismo que el escritor: dolor y tristeza, pero también alegría por haber conocido a un ser humano así. Nunca sabes cómo se sentirá el lector. Quiero que la ame como yo la amé, que llore por ella, e incluso que aprenda algo de ella.
—¿Fue difícil retratarse con honestidad?
—Sí, es difícil ser honesto. Y nunca se sabe si realmente lo estás siendo. Pero hay que intentarlo.
—¿Cómo es la fama cumplidos los 80?
—La verdad es que ya no esperaba ningún éxito. Tuve algo de éxito cuando tenía 40 años: mis libros se tradujeron por Europa y en Estados Unidos. Pero todo terminó sin dejar rastro. La aventura en los países de habla hispana se siente como cuando uno tiene nietos.
—En castellano, y en catalán, se han publicado cerca de una docena de libros. ¿Nos queda mucho Kallifatides por leer?
—Más libros llegarán. Mi maravilloso editor en España, Joan Tarrida, parece haber decidido publicar todo lo que pueda. Estoy agradecido, pero no creo que en el futuro escriba muchos más libros, a menos que tenga mucha suerte.
—¿Explican sus raíces mediterráneas su conexión con los lectores españoles?
—Por supuesto, pero eso, por sí solo, no basta. Debe de haber algo más, aunque no sé qué es. Cada libro es una nueva aventura aunque, en esencia, escribo siempre del mismo modo.
—¿Qué papel juega la nostalgia?
—La nostalgia es una gran fuerza. Vivo con ella; a veces es productiva, otras no.
—¿La literatura puede transformar?
—No de forma inmediata, pero a largo plazo la literatura puede marcar la diferencia. Realmente, solo quiero que me lean. Lo demás depende del lector.
—Y sobre eso que dicen de que somos mejores si leemos, ¿piensa que es así?
—A largo plazo, sí.
—¿Hasta qué punto es preocupante el auge de la extrema derecha en Europa?
—No creo que Europa vaya a retroceder hacia lo que ya ha dejado atrás. Pero debemos luchar por la justicia y la libertad, y recordar que no hay justicia sin libertad ni libertad sin justicia. ¡Y que necesitamos paz! Por supuesto, me preocupa el auge de la extrema derecha. Se combate y se seguirá combatiendo.
—¿Es Suecia hoy más racista que cuando llegó a Estocolmo en 1964, con 26 años?
—No lo creo. Yo era casi un adolescente cuando vi por primera vez a personas negras, soldados estadounidenses, en Atenas. Ahora te encuentras extranjeros y familias mixtas por todas partes. Pero es cierto que los racistas en Europa hoy son más ofensivos: tienen partidos y políticos que coquetean con ellos.
—Como emigrante griego, ¿qué consejo da a quienes viven entre dos culturas?
—Intenten aprender la nueva lengua, de la nueva sociedad. Ser inmigrante no es una excusa para ser ignorante.
—Si pudiera hablar con aquel joven Theodor recién llegado a Suecia, ¿qué le diría?
—Oh, pienso en eso muy a menudo. Estaba decidido a aprender de Suecia todo lo que Suecia tuviera que enseñarme. Pasé momentos muy difíciles al principio, pero intenté recordar que mi emigración era mi problema, mi oportunidad y mi responsabilidad. Suecia me dio más de lo que esperaba.
—¿Y qué le diría a Olga?
—Nos vemos.
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