Educación, hacer llevadero lo complejo

Diario Vasco, Iñaki Adúriz, 06-11-2025

Que la educación vasca ha de avanzar surcando una realidad cambiante y compleja es algo que, en mayor o menor medida, sus principales actores (personal … docente, alumnado, familias, personal de administración) contemplan a diario. He aquí, por ejemplo, el pronunciado descenso de la natalidad que sufre la comunidad autónoma. A la pérdida de alumnado de este curso (13.000 estudiantes menos que hace un año), ya se suma el aumento de escolares, la mayoría de otros países (alrededor de 8.000), vistos los 2.500 que fueron hace cuatro años. Esto hace que no sea tan alta la pérdida total estudiantil y que sea lógico además pensar que el grueso de esos alumnos de otras procedencias llegue para quedarse. Aparte de sostener el sistema educativo vasco, a pesar del inevitable cierre o fusión de algunos centros, lo conduce a una profundización mayor en el campo de la diversidad e interculturalidad, junto al del plurilingüismo, y en el de los procedimientos y estrategias a llevar a cabo en los centros. No hay que olvidar que no parten de cero, dado que muchos mantienen un bagaje consolidado de cursos anteriores.

Se podría decir que los recursos humanos y materiales se conservan –a pesar de que nunca son suficientes– y que la mirada habría que ponerla en cómo se aprovechan mejor y se realizan con ellos procesos de mejora, en una totalidad de elementos que podría comprender, tanto lo organizativo – administrativo como lo pedagógico – didáctico. Para el que le tiente pensar que es mejor aumentarlos, transcribo aquí las palabras de Andreas Schleicher (director educativo de la OCDE y creador del informe PISA), quien, en una reciente entrevista en El País, hablando de encarar el exceso de alumnado vulnerable en centros o aulas, terminaba por valorar más «cómo hacer que los mejores docentes, los más experimentados, estén en las aulas más difíciles, cómo hacerlo intelectualmente atractivo», supongo que tras acordarse del modelo finlandés.

En cualquier caso, no se es ajeno, aquí, a una mala praxis político – educativa, basada en concentrar al alumnado más vulnerable (inmigrantes y residentes de bajo índice socioeconómico y cultural), en los mismos centros, la mayoría de la red pública. Esta práctica, en una comunidad como la vasca donde la educación se imparte al 50% entre los centros públicos y los privados concertados, incluidas ikastolas, hace mella, sobre todo, en los primeros. Lo cual es ‘normal’ o, mejor, un desatino normalizado en el tiempo, debido a las consecuencias negativas que acarrean sus alumnos, curso a curso, en esos agrupamientos cerrados y opuestos a una diversidad ajustada, con rebaja de sus expectativas personales y sociales, o que implican a la misma sociedad que así incumple las propuestas inclusivas y equitativas de una educación democrática, de calidad y cohesionada.

Obligada cita tiene la Ley de Educación vasca (diciembre de 2023), que propone enmendar esta situación para lo cual busca impulsar «un proceso de diálogo activo con la comunidad educativa, con el objetivo de lograr un acto contra la segregación escolar». Fruto de esta disposición son las dos reuniones realizadas (septiembre y octubre) por la mesa (Eskola Bikaina Denontzat, «una escuela excelente para todos») constituida a tal efecto, con un documento bajo el brazo como el Diagnóstico del ISEIIVEI. Sobre ellas, se ha escrito estos días. Un par de datos interesantes de la primera aportarían, por un lado, ese 43% de alumnos vulnerables que necesitarían cambiar de colegio para acabar con la segregación o, por otro, que 25 áreas, de las 203 en las que se distribuye Euskadi, reciben el 60% del alumnado vulnerable. Y digo interesantes, porque reflejan con exactitud el desequilibrio existente.

Es cierto que esta cuestión se está empezando a atajar de forma exitosa en algunas zonas y etapas, pero, en otras, en lugar de conseguir una distribución más equitativa de los estudiantes, las descompensaciones persisten.

De la aportación de la segunda reunión cabe observar que hay que adoptar «medidas urgentes», siempre teniendo presente la insuficiencia de las iniciativas realizadas hasta ahora o establecer unas líneas estratégicas de carácter organizativo, de implicación y compromiso de los centros, así como de salvaguarda de recursos humanos y materiales, en especial, en los centros de ‘alta complejidad’. No ha faltado el deseo de que la cuestión de la diversidad –superando la brecha segregadora–, lejos de su fragilidad, se transforme en una suerte de fortaleza para la escuela. Sin olvidar otras cuestiones candentes, solo queda que sean procesos de cambio efectivos, que hagan llevadero lo complejo.

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