7 de cada 100 vigueses son extranjeros, la mayor cifra de la historia

Solo 2.829 personas nacidas fuera de España residían en la ciudad en 1999; el año pasado la cifra ascendía a 20.982, un 602 % más

La Voz de Galicia, pedro rodríguez VIGO / LA VOZ, 02-11-2025

La inmigración, como ocurre en el resto de España, cada vez tiene un mayor peso dentro de la población total de Vigo. Hoy, siete de cada 100 vigueses son extranjeros, la mayor cifra de la historia de la ciudad. El porcentaje ha escalado a sus cifras más altas en el último lustro tras el impacto de la crisis del 2008. El Instituto Nacional de Estadística indica que había en la ciudad en 2024 un total 20.982 personas de origen extranjero, es decir, un 7 % de los 295.523 empadronados en la ciudad el año pasado. Las personas llegadas con pasaportes de otros países suponían un 5,4 % en 2020, un 4,5 % en 2015 y un 5,6 % en 2010.

El crecimiento es todavía mayor si se va al cambio de siglo. En 1999 había en Vigo 2.989 nacidos fuera. Lo que indican que la población extranjera ha crecido en la ciudad un 602 % respecto a hace 25 años. El crecimiento también es muy alto respecto al 2015, año en el que había en Vigo 13.324 personas extranjeras, lo que supone un crecimiento del 57,5 % en solo diez años. Estas cifras contrastan con una población total que se estanca, lo que indica que los extranjeros han compensado la perdida de censo local debido a la migración o al envejecimiento.
Pese al gran crecimiento experimentado en Vigo, todavía sigue siendo de las urbes con menos peso de población extranjera. Entre las 15 ciudades más pobladas de España, es la número 14, ocupa la misma posición compartiendo puesto con Gijón. Solo Córdoba tiene menos porcentaje de población migrante que Vigo con un 3,9 %, un poco más de la mitad. La ciudad asturiana comparte el mismo porcentaje y, muy de cerca, están Valladolid y Sevilla (7,5 %). Las cifras de Vigo contrastan con Barcelona (24,6 %), Palma de Mallorca (20 %) o Alicante (19,4 %).

Las cifras del INE también muestran que la población de origen extranjero se concentra, sobre todo, en el distrito 2 de la ciudad, el que corresponde con Torrecedeira, Gran Vía, A Doblada y Travesía de Vigo. En estos barrios doce de cada cien vecinos nacieron fuera de España. Le sigue O Calvario con un 10 %. En el resto de barrios el porcentaje es similar, pero hay una tendencia: hay más personas migrantes en el entorno urbano de la ciudad y menos en las parroquias más alejadas del centro. Tras Valadares, Zamáns, Bembrive, Beade y Matamá, los barrios con menor porcentaje de extranjeros son Oia y Coruxo, aunque en este caso también se debe a que los precios de la vivienda son los más altos del municipio.

Las cifras compartidas por el Instituto Nacional de Estadística también muestran que el distrito 8 de Vigo, que comprende Valadares, Beade, Bembrive, Zamáns y parte de Matamá, está entre los diez barrios con menor porcentaje de población inmigrante de España. En concreto, ocupan la décima posición con un 2 % de extranjeros en su censo, es decir, solo dos de cada 100 de sus vecinos nacieron fuera del país. Una cifra muy lejana a la del Barrio Gótico de Barcelona con un 67 %, casi siete de cada diez vecinos son inmigrantes, y el Raval, también de la Ciudad Condal, con un 50 %.

Cerca del 60 % de las personas nacidas en el extranjero en Vigo provienen de América Latina. La colonia más grande es la de Venezuela y, según los últimos datos del INE, hay 2.133 residiendo en la ciudad. Le siguen los colombianos, que ya arrebataron el segundo puesto a los portugueses, con un total de 1.506. Los lusos se quedan en 1.471, prácticamente la mitad de los que había hace una década. La mejora de la comunicación transfronteriza ha hecho que muchos portugueses que trabajan en la ciudad puedan ir y volver en el día, tarea no tan fácil hace unos años.

Brasil como cuarta procedencia (1.279) cierra el grupo de colonias extranjeras con más de mil personas en Vigo, barrera a la que ya se acercan también los peruanos y, a más distancia, italianos (la mayoría de ellos argentinos con doble nacionalidad) y rumanos, colectivo que presenta su menor número de integrantes de los últimos años.

Fuera del continente europeo y el americano, la nacionalidad más abundante son los senegaleses con una colonia de 666 personas. Le siguen China con 438 y Marruecos con 370.

El aumento de la población de origen extranjero en Vigo también ha provocado que se hayan establecido más religiones minoritarias. La última actualización del Observatorio del Pluralismo Religioso en España registraba en Vigo 42 templos de distintas fes más allá del catolicismo. Los más numerosos son los evangélicos (25), seguidos de budistas (5), testigos de Jehová (3), ortodoxos (2), adventistas (2), gnósticos (2), musulmanes (1), mormones (1) y anglicanos (1). La confesión que más crece es la evangélica, que se consolida como el culto minoritario más importante de la ciudad debido, en parte, a la inmigración proveniente de Latinoamérica. Además, los musulmanes también han encontrado su espacio propio en la ciudad. La comunidad la integran 4.000 personas, la gran mayoría proceden de Marruecos y Senegal, y tienen su lugar de rezo en la avenida Gregorio Espino.

El elevado precio de la vivienda también provoca un aumento proporcional de la población de origen extranjero en el área metropolitana, sobre todo cara al interior, ya que O Val Miñor y O Morrazo registran precios en muchas ocasiones más elevados que los que hay en el centro de Vigo. Además, las personas extranjeras tampoco se concentran en las parroquias más rurales de la ciudad. Esto se debe, en palabras del demógrafo Xosé Manuel Souto, a la escasez de ofertas del mercado inmobiliario en estas zonas. «Nestes barrios non se muda xente que non sexa de aí. A maioría de persoas que viven aquí teñen familia que tamén o fai, é dicir, mercan terreos para facer vivenda no lugar no que creceron», explica.

«Vigo me encanta y ya no pienso en volver a Perú. Yo ya sé cocinar todos los platos típicos de Galicia»
Lourdes Alaya llegó a Vigo siguiendo el camino que Lavinia, su hermana melliza, había emprendido en el 2002. Le ofrecieron empleo en la ciudad y decidió hacer las maletas. Dos años después llegó Lourdes. Lleva aquí 21 años y Vigo se ha convertido en el hogar de toda su familia. «Somos ahora 40», explica. Con esfuerzo y trabajo duro han conseguido que, poco a poco, hayan podido venir sus familiares desde Perú. A ellos se suman sus hijos y las nuevas generaciones de vigueses que crían. «Trabajamos muy duro para todo esto», cuenta emocionada. A su lado, su hermana asiente. Ambas han trabajado con varias familias viguesas y también presumen de sus artes culinarias. «Yo ya sé cocinar todos los platos típicos de Galicia. Me encanta la cocina de aquí», cuenta Lourdes.

Dejaron Perú buscando una vida mejor. «Allí estaba viviendo un momento duro. Vivíamos en una situación de pobreza y quería lo mejor para mis hijos», continúa. Su hermana la llamó y decidió ir a la aventura. Le salió bien su apuesta. Adoran Vigo, pero todavía tienen «morriña» de su Perú, aunque no está en sus planes volver. Aquí forman parte de la Asociación de Peruanos en Galicia, un lugar que comparten para construir un pequeño pedazo del país andino en su ciudad de acogida. Organizan bailes, comidas y diferentes eventos con los que quieren compartir su cultura también con los vecinos de la ciudad.

Martha Arteaga también forma parte de la asociación, de hecho es una de sus fundadoras. Ella lleva media vida en España. Nació en el 1955 en Chimbote (Perú) y se mudó a Madrid en 1.973. Se enamoró de un ourensano y en la década de los 90 se mudó a Vigo con su familia. Ahora vive en Arbo. Martha recuerda los primeros años de la asociación con cariño. Querían tener una lugar común para compartir con los pocos peruanos que había en Vigo a principios de siglo. «Hoy hay muchos más», cuenta. La mayoría trabajaba en astilleros y en el Puerto de Vigo. «Están muy formados para esos trabajos», indica.

Martha también se comunica en gallego. «Eu fun dous anos a clases», recuerda. No le cuesta saltar entre idiomas. Lourdes y Lavinia lo entienden, pero no se atreven a hablarlo. La lengua propia de Galicia también les enseñó a valorar el quechua y el aymara, dos idiomas precolombinos que también fueron perseguidos y minorizados. «Hay que cuidar lo que tiene uno. En Galicia también se debe defender el gallego», dicen Martha, Lourdes y Lavinia.

Las tres vecinas peruanas insisten en que migrar no es una decisión fácil y explican que la clave está en la «ética. Una persona que viene de fuera debe esforzarse al máximo para integrarse a su nueva ciudad, a sus costumbres y a su cultura. Si se trabaja duro todo se consigue», indican. Todas coinciden también que todavía hay personas que no aceptan al diferente y que existen situaciones de racismo.
«Todavía no existe un puente cultural entre Galicia y toda la lusofonía»
André Oliveira era un poeta y gestor cultural de prestigio en Brasil. Fue concejal de Cultura y de Turismo en la ciudad de Duque de Caxias, una urbe de casi un millón de habitantes. Allí seguiría de no haberse enamorado. «Hay tres razones por las que uno migra: Por hambre, por guerras o por amor. Yo, por suerte, lo hice por la tercera», dice con una sonrisa.

Antes de llegar a Vigo en 2017, ya conocía la ciudad por el fútbol. Era aficionado del Celta. «Cuando lo descubrí en Brasil vi los valores que había detrás del equipo, la historia a la que apelaba su nombre y decidí apoyarlo. Fue y es mi equipo favorito de la liga española», cuenta. La ciudad no le defraudó. «Tiene otro ritmo y una atmósfera diferente a la de mi Río de Janeiro, pero me gusta mucho. Estoy muy contento aquí», continúa.

Al poco de llegar a Vigo, André se centró en buscar una oportunidad de lo suyo. Su gran currículo le abrió puertas. Participó en la producción de Primavera de Cine y, también, es una de las personas que con su trabajo hace posible el Galician Freaky Festival. También produce el festival Pontes, dedicado al audiovisual de la comunidad y al de los países de la lusofonía (Portugal, Brasil, Angola, Mozambique o Cabo Verde). También organiza exposiciones y actividades para tratar de erigir puentes entre ambas culturas. «Nos unen muchas cosas, el idioma es muy parecido, pero no se está aprovechando. Galicia con el gallego puede tener acceso a un mercado gigantesco», insiste. Él trata de traer artistas brasileños a la ciudad y hacer lo mismo con creadores gallegos en Brasil.

Desde que está en Vigo, André tiene un sueño en la cabeza. Le encantaría organizar un gran espectáculo de samba al estilo de los carnavales de Brasil para contar una historia relacionada con Galicia. «Los espectáculos de este tipo en Río de Janeiro son la mayor ópera del mundo. Imagina una producción de 3.000 personas bailando, cantando y mostrando con sus carrozas la historia de, por ejemplo, el Camino de Santiago. Sería maravilloso», concluye André.
«Aquí la gente es más reservada, pero me encanta la ciudad»
Tamara es hija de gallegos. Su padre, Manolo, y su madre, Celia, se fueron a ganarse la vida a Venezuela. Tras años allí consiguieron ahorrar y compraron un párking en el centro de Vigo. Se volvieron para sacar adelante el negocio, pero Tamara se quedó. Tenía hijos y todavía quería seguir con la vida que había construido en el país caribeño. Todo cambió en el 2015, cuando decidió, finalmente, venir a Vigo con sus padres para trabajar en el negocio familiar. «Era la última oportunidad que tenía. Se jubilaba una mujer que trabajaba en el párking y yo podía ocupar ese puesto».

Tamara se vino sola. Sus dos hijos se quedaron en Venezuela. «No fue tan difícil la migración porque, al final, aquí estaban mis padres, pero si que la vida es muy diferente aquí. La gente es más reservada que en Venezuela, pero me encanta la ciudad», explica. Cuenta que también le impactó la seguridad que hay en Vigo. «Recuerdo que los primeros días cuando escuchaba una moto me ponía muy tensa, pero nunca pasaba nada», dice, entre risas.

Ahora, su hija ha hecho su vida en Madrid y su otro hijo sigue en Venezuela. Tamara también ha decidido quedarse en Vigo, la ciudad que ella y sus padres hicieron su hogar.

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