El laberinto de las cifras: datos sobre muertes y desapariciones en la ruta migratoria a Canarias
Documentar muertes y desapariciones en el mar es una tarea sumamente compleja, dado que muchas embarcaciones desaparecen sin dejar rastro en lo que se ha denominado 'naufragios invisibles'. Reconstruir estas travesías implica reunir fragmentos de información
El Diario, , 29-10-2025En los últimos años, el océano Atlántico ha sido escenario de un aumento significativo de la migración precaria, con cada vez más embarcaciones que zarpan de las costas de Senegal, Mauritania o Marruecos para intentar llegar a las Islas Canarias. Este incremento en el número de personas que intentan esta travesía ha ido acompañado de un crecimiento sin precedentes en las cifras de muertes y desapariciones en el mar. Sin embargo, el número real de víctimas sigue siendo incierto. Como ni los Estados en el lado africano ni en el europeo llevan un registro sistemático de las personas migrantes fallecidas o desaparecidas en el mar, organismos internacionales y de la sociedad civil se han propuesto cubrir este vacío de información mediante sus propios recuentos.
Es el caso de la APDHA, que desde el año 2003, en el Informe Derechos Humanos en la Frontera Sur, viene recogiendo estas cifras. No obstante, los datos suelen diferir considerablemente, lo que da lugar a realidades contradictorias sobre la pérdida de vidas en el mar y plantea preguntas clave, no sólo sobre cómo se recopilan estos datos, sino también sobre lo que estas discrepancias pueden significar para las respuestas humanitarias y la formulación de políticas migratorias.
Documentar muertes y desapariciones en el mar es una tarea sumamente compleja, dado que muchas embarcaciones desaparecen sin dejar rastro en lo que se ha denominado ‘naufragios invisibles’. Reconstruir estas travesías implica reunir fragmentos de información procedentes de familiares y amigos de los desaparecidos, medios de comunicación, redes de activistas, testigos locales o autoridades estatales. Quienes se encargan de llevar un recuento de muertes y desapariciones deben verificar relatos diversos, a veces contradictorios, sobre embarcaciones que partieron de lugares concretos con un número determinado de personas a bordo y que nunca llegaron a su destino.
Dada la dificultad de esta labor, no es de extrañar que los intentos existentes de llevar un recuento de muertes y desapariciones en el mar lleguen a conclusiones diferentes. Lo que sí resulta llamativo es la magnitud de las discrepancias en los datos. En nuestro proyecto de investigación en la Universidad de Osnabrück hemos analizado a distintos actores que llevan un registro sobre muertes y desapariciones de personas migrantes en la ruta a Canarias. Sus cifras revelan una creciente disparidad en las estimaciones del número de fallecidos y desaparecidos en esta ruta.
Desde que Caminando Fronteras publicó su último informe en diciembre de 2024, sus impactantes conclusiones han circulado ampliamente en medios españoles e internacionales suscitando reacciones diversas
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que empezó su recuento de “migrantes desaparecidos” en 2014, ha documentado un aumento alarmante de las muertes en la ruta migratoria a Canarias. Según sus datos, el número de fallecidos y desaparecidos pasó de 202 en 2019 a 877 en 2020. En 2021, la OIM documentó 1.126 muertes y en 2024, 1.142, la cifra más alta registrada hasta la fecha por este organismo. Sin embargo, otros recuentos disponibles dibujan un panorama mucho más letal.
Los datos de APDHA en sus Informes de Derechos Humanos en la Frontera Sur recogían 1.239 personas muertas o desaparecidas en el año 2020 y 1.332 en 2021. Cifras que se elevaron hasta las 1.907 personas en 2023 y las 1.866 en 2024.
Caminando Fronteras habla de 1.832 muertes en la ruta a Canarias en 2020, cifra que aumentó a 3.939 el año siguiente y llegó al escalofriante total de 9.757 en 2024. En comparación, la cifra de la OIM de 1.142 muertes en 2024 marca una diferencia abismal de 8.615 vidas perdidas. Hasta cierto punto, esta contradicción refleja las diferentes metodologías empleadas por estas organizaciones. Mientras que la OIM se basa principalmente en noticias de los medios de comunicación para documentar muertes y desapariciones en esta ruta, Caminando Fronteras recopila información de testimonios de supervivientes o de familiares y comunidades en los países de origen y tránsito.
Desde que Caminando Fronteras publicó su último informe en diciembre de 2024, sus impactantes conclusiones han circulado ampliamente en medios españoles e internacionales suscitando reacciones diversas. Un día después de su publicación, Fernando Clavijo, presidente del Gobierno de Canarias, envió una carta a la Comisión Europea para llamar la atención sobre la “emergencia humanitaria” sin precedentes a la que se enfrenta el archipiélago. En la carta, citaba los datos de Caminando Fronteras e instaba a la UE a colocar a la ruta atlántica entre sus prioridades en política migratoria en 2025. En una reciente reunión con el Comisario de Interior de la UE en Estrasburgo, Clavijo volvió a hacer referencia a los datos de Caminando Fronteras y pidió un mayor despliegue de Frontex en las costas de Senegal, Gambia y Mauritania para “salvar vidas”.
Las cifras de Caminando Fronteras también han creado una mayor sensación de urgencia entre las ONG dedicadas a tareas de búsqueda y rescate. Aunque durante la última década los esfuerzos de la llamada ‘flota civil’ se han centrado en el Mar Egeo y en el Mediterráneo central, el presunto aumento drástico de víctimas mortales en el Atlántico ha llevado a algunas de ellas a explorar posibilidades de intervención en esta región.
Dada la amplitud de la ruta atlántica, en la que se puede tardar hasta diez días en llegar a Canarias, ¿dónde deben concentrarse los medios de rescate o vigilancia y qué zonas marítimas deben priorizarse?
Una de ellas es Humanitarian Pilots Initiative, una ONG suiza que ya ha realizado vuelos de vigilancia en el Mediterráneo central. En colaboración con Sea-Watch, este proyecto ha avistado más de 1.000 embarcaciones en peligro entre las costas de Libia e Italia desde 2017. Ahora, ante la creciente mortalidad en el Atlántico, la organización ha decidido lanzar una misión exploratoria con una aeronave ligera bimotor para detectar embarcaciones en riesgo de naufragar o desaparecer en la inmensidad del océano.
Al ampliar sus operaciones a la costa de África Occidental, al sur de la zona operativa de Salvamento Marítimo, los pilotos humanitarios abren un nuevo capítulo en los esfuerzos de la sociedad civil para evitar muertes en las fronteras marítimas de Europa. Sin embargo, las profundas discrepancias en los recuentos de muertes y desapariciones existentes plantean interrogantes clave para la planificación operativa: dada la amplitud de la ruta atlántica, en la que se puede tardar hasta diez días en llegar a Canarias, ¿dónde deben concentrarse los medios de rescate o vigilancia y qué zonas marítimas deben priorizarse?
Las prácticas actuales de recopilación de datos no ofrecen muchas respuestas. Aunque el Proyecto Migrantes Desaparecidos de la OIM registra cada presunto naufragio en su base de datos pública, las ubicaciones de los naufragios mostradas en sus mapas son, como reconoce el propio proyecto, meras aproximaciones. Y aunque Caminando Fronteras señala áreas generales donde sugiere que se han producido la mayoría de los naufragios, la ONG no ofrece información más detallada sobre sus prácticas y metodologías de datos, lo que dificulta los intentos de comprender o corroborar sus datos.
Aunque estas organizaciones buscan visibilizar lo que suele quedar fuera del radar público –los ‘naufragios invisibles’ y las muertes no registradas–, sus propios datos generan una incertidumbre considerable. En nuestra investigación, hemos hablado con actores clave en Senegal, España y Alemania que intentan entender las diferencias en los datos y lo que pueden significar para su trabajo. Mientras que algunos sacuden la cabeza con incredulidad ante la posibilidad de que la cifra anual de muertes se acerque a los 10.000, otros consideran esta cifra plausible.
Resulta paradójico que no sea la ausencia de datos, sino la existencia de recuentos contradictorios, lo que haya motivado a los pilotos humanitarios a plantear su intervención también como una misión de “investigación”
Cuando preguntamos a Ruben Neugebauer, miembro de Humanitarian Pilots Initiative, qué opinaba de los recuentos de muertes y desapariciones existentes, subrayó que las discrepancias en los datos suponen, efectivamente, un desafío operativo: “Sin duda, nos preguntamos por qué las cifras sobre el número de fallecidos y desaparecidos difieren tanto. La metodología de la OIM es clara, sólo cuentan los casos claramente documentados, por lo que podemos suponer que el número real de víctimas mortales es mayor. Al mismo tiempo, los datos de Caminando Fronteras son inquietantemente altos. Por eso, consideramos nuestro primer despliegue también como una operación de evaluación para obtener más información y datos”.
Resulta paradójico que no sea la ausencia de datos, sino la existencia de recuentos contradictorios, lo que haya motivado a los pilotos humanitarios a plantear su intervención también como una misión de “investigación”.
Entonces, ¿cómo deberíamos abordar estas discrepancias? Si bien no tenemos respuestas definitivas, el primer paso es reconocer el carácter controvertido de los datos. Aunque suelen presentarse como objetivos o neutros, los datos y las estadísticas no son inocentes. De hecho, como muestran los distintos recuentos de muertes en el Atlántico, los datos no describen una única realidad coherente, sino que producen múltiples realidades, a menudo contradictorias.
Según qué cifras se consideren válidas, diferentes fronteras se convierten en las más mortíferas del mundo. Para la OIM, sus estadísticas confirman que el Mediterráneo central es la frontera más mortífera del mundo, mientras que los datos de Caminando Fronteras elevan la ruta atlántica a esta posición.
Además, los datos tienen consecuencias, ya que pueden determinar qué espacios fronterizos se convierten en lugares de intervención urgente. En el caso de Caminando Fronteras, sus cifras han desempeñado un papel crucial a la hora de crear una sensación de urgencia entre actores estatales y humanitarios para intervenir en la región atlántica.
La disparidad en los recuentos de muertes y desapariciones en la ruta atlántica nos deja con muchas preguntas abiertas: ¿cómo interpretamos las distintas realidades que construyen estos datos? ¿Cómo debemos lidiar con estas cifras contradictorias a la hora de diseñar intervenciones para prevenir y responder a la pérdida de vidas en trayectos migratorios? Y, si los datos nunca son neutros, ¿qué responsabilidad conlleva la elaboración de estadísticas sobre estas tragedias y todo lo que pueden desencadenar?
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