Septiembre, por fin
Diario Sur, 11-09-2006MIGUEL NIETO/mnieto@diariosur.es
LOS camaleones entran en su época de mayor refocile. Se aparean a todas horas sin necesidad de camuflaje. Es el momento álgido de su celo. También es el momento en el que, pese a lo que comúnmente se cree – todo el mundo vincula su presencia y la de las chicharras con el ferragosto – se pueden ver más saltamontes. Las lampreas remontan ríos asténicos y las salamanquesas y salamandras se adueñan del ‘gotelé’. No llueve, pero lloverá (no lo duden, aunque la incógnita es cuanto) y las moras brotarán de las zarzas y el tomillo restallará en el monte. Septiembre, segunda primavera. El Estrecho, tan ancho para esas pateras que ya olvidamos por los cayucos, a fin de cuentas esquifes todos de la miseria y la muerte, asistirá un año más al espectáculo soberbio de otra migración. Ésta por el aire y sin más riesgos que los naturales del cansancio y la vejez, de aquellos que no pueden y se quedan en el camino, y de la guillotina de las guadañas eólicas. Cigüeñas, vencejos y águilas emprenden camino al sur más profundo. Pero el que más se despereza es el lirón careto, más allá del lobo el animal emblema del amigo Félix. Chulo el tío es el único que dormita en verano para no gastar energías. Lo suyo no es invernar sino sestear, una costumbre muy andaluza. Nos llega septiembre con esa quietud recuperada, con ese aire fresco tras la fragua y hasta el mar luce un reluz más tamizado ¿Cómo no vamos a celebrar su advenimiento? Ya somos secta.
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