Japón se dirige hacia un cerrojo migratorio bajo la era de la "sociedad de coexistencia ordenada" de la primera ministra Takaichi
La primera mujer en gobernar la cuarta economía mundial relanza uno de los lemas de la extrema derecha importado de Estados Unidos: "Japón primero"
El Mundo, , 27-10-2025Durante más de dos siglos, Japón fue probablemente uno de los países más aislados del mundo. Bajo una política conocida como sakoku, se prohibió la entrada de extranjeros y la pena de muerte caía sobre aquellos japoneses que intentaran salir. Para los gobernantes nipones, todo lo que había fuera representaba una amenaza: potencias coloniales apropiándose de imperios asiáticos, comerciantes que daban alas a la codicia y misioneros europeos que llenaban las calles de doctrinarias religiones lejanas.
Hay muchos sociólogos japoneses que defienden la teoría de que ese aislamiento prolongado generó una conciencia nacional basada en la homogeneidad, en la idea de que la fortaleza del país reside en su unidad étnica y cultural, en preservar una supuesta pureza. Y que, a pesar del posterior expansionismo por Asia y su más reciente explosión de modernidad y tecnología, este pensamiento ultranacionalista continúa muy arraigado en parte de la sociedad.
Una de las primeras medidas que tomó tras jurar el cargo la nueva primera ministra de Japón, Sanae Takaichi, fue crear una oficina en su gabinete para promover lo que llamó una “sociedad de coexistencia ordenada con extranjeros”. En otras palabras, una agencia para perseguir la inmigración irregular y supervisar próximas políticas migratorias mucho más duras.
Takaichi, la primera mujer en gobernar la cuarta economía mundial, relanzó así uno de los lemas de la extrema derecha japonesa, importado desde el movimiento MAGA del presidente estadounidense Donald Trump, y que ella abrazó durante su campaña: “Japón primero”.
La líder nacionalista ha manifestado que la migración, más que una oportunidad para uno de los países más envejecidos del mundo y con los índices de natalidad en mínimos históricos, es una amenaza para la siempre pretendida armonía interna. Defiende que la mano de obra extranjera tiene que entrar en sectores muy específicos donde el país tiene escasez, pero siempre y cuando se cumplan estrictos criterios como el dominio del japonés y la formación.
En las próximas semanas se prevé un giro radical en materia de inmigración con medidas más estrictas para lograr visados, permisos de residencia y el cumplimiento de los impuestos por parte de los residentes extranjeros, que apenas representan un 3% de una población de más de 120 millones de personas. Desde la formación gobernante, el Partido Liberal Democrático (PLD), han asegurado que se revocarán las visas de extranjeros residentes de largo plazo si estos incumplen las nuevas normativas que se van a aprobar.
El martes, en su primera rueda de prensa tras ser elegida primera ministra por el Parlamento, Takaichi prometió trabajar para restaurar el poder económico de Japón y profundizar la relación con Estados Unidos bajo la presidencia Trump, quien viajará en unos días a Tokio para reunirse con la nueva líder, discípula política del difunto primer ministro conservador Shinzo Abe, que mantenía una muy buena sintonía con el republicano.
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Para la nueva cartera de inmigración, Takaichi ha puesto a una diputada, Kimi Onoda, de padre estadounidense y madre japonesa, que es muy cercana al Ishin, el partido con el que el PLD acaba de formar una coalición para que la líder pudiera gobernar. Esta formación propuso un límite gubernamental al porcentaje de residentes extranjeros por debajo del 10% de la población total. Takaichi también se ha acercado en las últimas semanas al partido populista de extrema derecha Sanseito, en auge en estos momentos y que describe la inmigración como una “invasión silenciosa”.
“Los delitos y el comportamiento disruptivo de algunos ciudadanos extranjeros, así como el uso inapropiado de los sistemas públicos, están causando ansiedad y una sensación de injusticia entre los ciudadanos japoneses”, declaró Onoda en su primera comparecencia. En redes sociales corrió el rumor desmentido por el Ejecutivo japonés de que pronto comenzaría una campaña de deportaciones masivas de ciudadanos extranjeros.
“Señal de alerta”
Muchos políticos conservadores japoneses, después de que se conocieran a finales del año pasado que había un récord de 3,76 millones de residentes extranjeros en el país, hicieron campaña afirmando que estos quitaban puestos de trabajo a los trabajadores japoneses y que eran más propensos a cometer delitos.
En Kawaguchi y Warabi, dos ciudades de la prefectura de Saitama que cuentan con una amplia comunidad de kurdos, se han reportado este año varios incidentes entre los vecinos y migrantes, después de que algunos dirigentes locales, que contaban con el altavoz de las redes sociales y periódicos afines, aseguraran, sin datos, que la presencia de los kurdos había provocado un aumento de la delincuencia.
“Japón es la señal de alerta para muchos países desarrollados que sufren una crisis demográfica debido a la caída de la natalidad. Su población ha disminuido durante 16 años consecutivos. Su economía necesita trabajadores extranjeros, no el enfoque nacionalista impulsado por su nueva líder”, aseguraba esta semana en un análisis el profesor Adam Simpson, investigador del Centro de Estudios del Sudeste Asiático de la Universidad de Kioto. Para muchos analistas, las duras políticas migratorias que promueve Takaichi conducirán a un “suicidio demográfico”.
Recientemente, la agencia de cooperación internacional del Gobierno central clausuró un programa de asociación multicultural que trataba de estrechar vínculos entre cuatro grandes ciudades del país y cuatro naciones africanas. El motivo fue que muchos residentes de las urbes niponas protestaron porque creían que sus barrios iban a ser “invadidos” por trabajadores de Mozambique, Nigeria, Ghana y Tanzania.
El giro nacionalista del nuevo Gobierno de Takaichi no ha sorprendido a nadie, ni en Tokio ni en los vecinos asiáticos. Ahora, las habilidades diplomáticas de la nueva líder serán puestas a prueba con la visita de Trump, que comenzará probablemente el próximo lunes. Según contaba el jueves la emisora pública NHK, la japonesa buscará construir una relación personal de confianza con el estadounidense y elevar aún más la tradicional alianza de seguridad entre los dos países. También explicará a Trump cuál será la política de defensa que seguirá Japón.
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