Las cámaras de la Plaza Mayor graban más de 400 delitos y hacen bajar la inseguridad

Desde enero, la Policía Municipal ha intervenido en reyertas, atracos y

La Razón, 11-09-2006

Madrid – «Trae un poco más de seguridad», afirman vecinos y comerciantes.
Numerosos delincuentes e infractores pillados «in fraganti» amparan su
opinión. Las cámaras de seguridad instaladas en la Plaza Mayor ofrecen un
saldo de realidad en el que aparecen y desparecen mendigos, músicos,
vendedores ambulantes, gamberros, manifestantes, orientales que dan
masajes y delincuentes de toda laya, que de todo ha habido en los nueve
meses en los que el ojo que todo lo ve ha estado grabándolo casi todo. La
vida en directo y la Policía observando.
   Del balance de
actuaciones facilitado por la Policía Municipal se desprende una primera
observación: la Plaza Mayor y sus aledaños son un foco constante de
pequeñas ilegalidades, trampas y tramposos, pero los grandes delitos sólo
gotean con parsimonioso ritmo.
   Reyerta
   Y es que
las cámaras han conseguido la inmediatez de la actuación de los agentes o,
al menos, introducir en la mente del delincuente el miedo a que todo lo
que suceda quede grabado. El suceso más grave que han registrado estos
espías incansables acaeció el pasado 14 de julio.
   Aquella
noche, a las 21:30 horas, las cámaras recogieron una reyerta entre
ciudadanos de origen oriental que acabó con la muerte de uno de ellos por
apuñalamiento. «Pudo haber sido visto en directo por el agente de la
Policía Municipal que controla el «video wall», pero hay 26 cámaras y en
la pantalla principal sólo se ven seis o siete», explica Jesús Mora,
director general de Seguridad. Es decir, todo lo que los objetivos cubren
es visto en directo por un policía que siempre está de guardia en la sala
de pantallas, pero si se le «escapa» el delito en directo siempre se puede
recurrir a la cinta. «En ese caso, en concreto, la cinta está ya en el
juzgado», dice Mora.
   No es la única ocasión en que se ha
recurrido a la grabación para ayudar en el esclarecimiento de un delito.
«Cuando hay una denuncia en Comisaría sobre un hurto o un robo, por
ejemplo, el juzgado nos pide el visionado de las grabaciones para ver si
se esclarece el delito», explica. Pero también ha habido otras actuaciones
de la Policía Municipal relacionadas con la seguridad que han sido
posibles gracias al paciente visionado de las cámaras. El pasado 4 de
febrero se observó desde el puesto de mando una agresión a una mujer que
acabó con la persecución y detención de una persona en la Plaza de la
Villa. En otras ocasiones han sido reyertas, hurtos, robos o destrozos del
mobiliario lo que ha motivado la actuación de los agentes. «En cuanto se
observa que está ocurriendo algún hecho delictivo la Policía actúa con
prontitud», cuentan en el Ayuntamiento.
   Especial relevancia
tiene, en los partes entregados por la Policía Municipal, el acoso y robo
por parte de personas rumanas en la plaza. «Eso sí que ha bajado mucho.
Hace meses era mucho más común ver a grupos de gitanas rumanas robando a
los viandantes», explican los camareros del bar El Soportal. Un problema
que, como muchos ciudadanos de Madrid pueden atestiguar, no es, ni mucho
menos, exclusivo de la zona.
   Descuideros
   Sólo
aparecen cinco veces mencionados en el informe problemas con personas de
nacionalidad rumana y el robo a personas. Sin embargo, los propios
camareros que trabajan en la Plaza y calles aledañas dan la señal de
alarma. «Últimamente están apareciendo grupos de chicos rumanos muy
jóvenes que roban al descuido», denuncian.
   Su modus
operandi parece ser siempre el mismo. «Ponen encima de la mesa un
periódico de La Farola y aprovechan para llevarse la cartera o el móvil»,
explican. «A mí me robaron el móvil así el otro día», explica con
indignación una señora entrada en años: «Eran dos chicas, y cuando me di
cuenta las seguí y las localicé. Tuve que amenazarlas a gritos con llamar
a la Policía, delante de todo el mundo, para que me lo devolviesen».
   Los alrededores de Princesa
   El propio Defensor del
Menor, Pedro Núñez Morgades, confirma esta nueva y joven actividad
delictiva: «Son grupos de chicos de entre doce y quince años que van en
grupo», dice. Morgades explica que hasta él han llegado denuncias de
pequeños locales regentados por personas mayores en los que los jóvenes
delincuentes entran en grupo, aprovechando para robar. «Principalmente
sucede en los alrededores de la calle Princesa», apostilla. Además de
estos sucesos relacionados con la seguridad, que en el argot policial se
califican como «marrones», están los incidentes azul y verde (tráfico y
administrativos). Ambos juntos constituyen la mayoría de las actuaciones.
Indigentes a los que se levanta porque duermen en los soportales, donde se
encuentra prohibido pernoctar, músicos con megafonía, venta ambulante…
Un tipo de comportamientos que, sin embargo, los vecinos toleran con más
resignación porque, al cabo, no atentan contra su integridad, ni física ni
económica.
   En diciembre o enero, por ejemplo, las actuaciones
por venta ilegal se dispararon. Con el buen tiempo (23 de marzo) aparecen
los primeros orientales que persiguen a los viandantes para darles
masajes. Todo está recogido y apuntado. Las imágenes dejan el rastro de la
vida de la plaza.
   Las curiosidades también están en el informe:
niños jugando a la pelota molestando a la gente; manifestaciones
minoritarias que apenas despiertan la atención de unos cuantos; pintores
sin licencia; farolas rotas…
   Ocho meses y más de 400 actuaciones
efectuadas. La vida de la plaza más famosa de Madrid tiene ahora testigos
fijos: las cámaras. De todas formas, Mora puntualiza cuál es la principal
labor de la videovigilancia: «Hemos conseguido más prevención que
detención», explica. El delincuente sabe ahora que su delito no caerá en
el olvido, alguien lo ve.
   Una de las mayores polémicas que tuvo que
sortear esta propuesta de seguridad fue el trámite legal, ya que no estaba
muy claro si vulneraba el derecho a la intimidad de las personas. Esta
cuestión fue resuelta favorablemente por el Tribunal Superior de Justicia
de Madrid.
   La Plaza Mayor acoge diariamente entre diez mil y doce
mil personas, cifra que aumenta los fines de semana y festivos. Las
videocámaras no captan ninguna imagen del interior de los edificios,
cumpliendo así la normativa vigente de privacidad e intimidad de las
personas. Este sistema está formado por 14 cámaras fijas y 12 móviles,
protegidas con carcasas antivandálicas. Las fijas vigilan las calles que
confluyen en la Plaza Mayor y las móviles los soportales y galerías de la
plaza.
   Ya en 2004 su puso en marcha un sistema de videovigilancia
similar en el Museo de Esculturas al aire libre, en el Paseo de la
Castellana. El éxito de las videocámaras triunfa en ciudades europeas como
Florencia y en españolas como Santiago de Compostela. El Centro de Control
Remoto del sistema está situado en las instalaciones del 092. En este
servicio usan esferas con cámaras móviles analógicas en su interior que
tienen una capacidad de movimiento de 360 grados en horizontal y de 180 en
vertical, y un zoom capaz de captar imágenes a 100 metros.
   

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