s una suerte que el visado por puntos de Feijóo esté pensado únicamente para inmigrantes, porque, caso de ponerse en marcha alguna vez, podrían retirarle a Juan del Val el Premio Planeta, el graduado escolar con carácter retroactivo e incluso la nacionalidad española apenas se pongan a leer sus novelas. Afortunadamente, en este país casi nadie lee los libros más vendidos y, menos que nadie, los jurados del Premio Planeta, aunque tampoco les pagan para eso. Un amigo escritor me dijo que conocía a colegas tan ingenuos como para presentarse cada año al certamen, cuando tenían muchas más posibilidades de ganar la lotería de Navidad comprando un décimo en Doña Manolita. Casi las mismas que sin comprarlo. A menos, claro está, que el novelista se dedique a pasear el careto en Antena 3, con lo cual las posibilidades aumentan exponencialmente.

El viernes, al día siguiente de anunciarse el nombre del ganador, empezaron a circular por internet dos páginas perpetradas por Juan del Val: una de ellas narra una felación en caída libre y la otra el ajetreo de unas maletas amontonándose sobre la cinta transportadora de un aeropuerto. Más de uno sospechó que aquellos dos desastres lingüísticos sólo podían haber sido despachados por ChatGPT en un día tonto, lo que indignó a ChatGPT hasta el punto de que por primera vez amenazó con ponerse en huelga. Sin embargo, si uno lee ambos fragmentos en vertical, sin fijarse mucho, parece que los dos amantes se revuelquen en una cinta transportadora y que la felación se la estuviera practicando una maleta a otra. Seguramente, éste era el método de lectura del jurado, porque de otro modo no hay forma de explicarse el fallo. Por lo general, los premios literarios se fallan, pero no sabíamos que se podían fallar tanto.

En fin, que no se descarta que, entre las pruebas exigidas por Feijóo para obtener el carné de español, cada inmigrante deba presentar un manuscrito al Premio Planeta, un producto de papelería de tropecientos folios cuyo resumen pueda leerse de carrerilla en un informativo de Antena 3 y debatirse luego en una tertulia con Pablo Motos. Entre los posibles temas del tocho aparte del clásico matrimonio revenido entre aristócratas estarían las costumbres, la geografía y la gastronomía del país, todo ello revestido de una sintaxis más o menos legible, sin entrometerse mucho en la vida sexual de las maletas. Por supuesto, los novelistas autóctonos no tendrían que atenerse a estos requisitos, ya que se supone que dichos conocimientos les vienen dados de fábrica. Para ir afilando su estilo, un día Abascal dijo que “nos han escribido en las redes” y Feijóo situó a Badajoz en Andalucía, dos lapsus que los convertirían ipso facto en serios candidatos al Premio Planeta.

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Virginia Simón Vega

En su propuesta sobre inmigración, Feijóo fue mucho más allá de la ramplonería sentimental que tanto abunda en el catálogo de la editorial y esbozó un argumento de ciencia-ficción que se diría sacado de un relato de Philip K. Dick, si no fuese porque el Dick que habrá leído Feijóo está escrito de otra manera y viene embotellado desde Segovia. Según el test de españolidad que propone, los inmigrantes deben demostrar que vienen a España a trabajar, a cotizar, a integrarse en la sociedad y a cumplir la ley, con lo cual los futurólogos de la aduana deberán contar con una pantalla de precognición al estilo de Minority Report, donde Tom Cruise vislumbra los crímenes del porvenir antes de que sucedan. Nos hubiera venido muy bien el artilugio a la hora de dejar vía libre a Juan Carlos de Borbón, que ni trabaja, ni cotiza, ni cumple con la ley, ni se integra más que con señoras rubias, pero ya es demasiado tarde. “Si vienes a delinquir, te tienes que ir”, dijo Feijóo en un pareado que lo perfila como uno de los próximos ganadores del Premio Espasa de poesía. De momento, la gira mundial ha empezado en Soria, famosa ciudad extremeña.