Un mensaje de liberación para los pobres

La Verdad, 10-09-2006

Frente a una religiosidad inoperante y muerta la carta de Santiago describe en qué consiste la religión auténtica: en atender a los marginados e indefensos, de los cuales eran prototipo desde el Antiguo Testamento los huérfanos y las viudas (Sant 1, 27). Estrechamente unido a estos sectores más pobres de la sociedad antigua aparece también la figura del inmigrante. Éste ocupa un puesto primordial en el desarrollo de las legislaciones bíblicas, en las cuales se alcanza el reconocimiento de todos sus derechos en régimen de igualdad con los nativos de un lugar. Es evidente que en nuestras sociedades modernas de los países del bienestar social y del desarrollo macroeconómico los inmigrantes representan uno de los colectivos más pobres y desprotegidos.

La lectura apostólica de este domingo en la iglesia católica retoma el tema de la pobreza y muestra cómo la fe en Jesucristo implica ineludiblemente una opción a favor de los pobres. El autor exhorta vivamente a los hermanos y entra en el problema de los favoritismos. Con un ejemplo típico (Sant 2,2 – 4) describe una situación muy concreta de la vida para criticar el comportamiento habitual: la atención preferente a los ricos y el menosprecio de los pobres. El autor es tajante en esta cuestión: la acepción de personas en virtud de su riqueza económica es incompatible con la fe en Cristo. La exhortación se convierte en una apelación de carácter teológico (Sant 2,5 – 7): ¿No eligió Dios a los pobres según el mundo, para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino?…, y en una constatación crítica: ¿Pero vosotros, menospreciáis al pobre! Esta antítesis contrapone el valor que el pobre tiene ante Dios y la minusvaloración de que es objeto por parte de los creyentes. El favoritismo es pecado porque va contra el mandamiento principal de amor al prójimo (Prov 14,21) y constituye una trasgresión de la ley de Dios.

El relato marcano de la curación del sordomudo en la Decápolis (Mc 7,31 – 37) resalta una vez más la ruptura de fronteras nacionales por parte de Jesús para hacer presente la cercanía del Reino de Dios así como la función mediadora de quienes ponen ante Jesús los problemas acuciantes de todo ser humano necesitado de salvación. El contacto con Jesús abre el oído de los sordos, capacita la expresión de los sin voz, suscita la palabra correcta y otorga la plena libertad a las personas, porque en él empieza una nueva humanidad.

El fenómeno social de la inmigración como máximo exponente de la pobreza del tercer mundo en el primer mundo, puede recibir una iluminación desde estas consideraciones bíblicas y debe ocupar la atención preferente de todas las instancias sociales, políticas, empresariales, educativas y eclesiales. Asimismo todo cristiano tiene en estos textos un tesoro de la tradición bíblica para revisar y corregir las actitudes y comportamientos que generen, apoyen o defiendan criterios racistas y xenófobos. Desde la perspectiva cristiana no es compatible con la fe ni el menosprecio de los pobres, ni el favoritismo hacia los ricos. La salvación de Jesús ha roto todas las fronteras y se hace presente también en el mundo pagano y de los incrédulos haciendo posible la nueva creación, realizando las utopías y los sueños proféticos de liberación de los seres humanos, especialmente de los que no tienen ni voz, ni voto, ni derechos, sobre todo cuando éstos hayan sido acallados, eliminados o conculcados. Ser mediadora de este encuentro liberador con Jesús es la gran tarea de la Iglesia.



José Cervantes Gabarrón es sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura.

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