Theodor Kallifatides: "No entiendo el brote de racismo actual, para Europa la inmigración es un negocio redondo"
Dueño de un estilo sabio y sencillo, el escritor griego afincado en Suecia publica ‘Una mujer a quien amar’, un sentido homenaje crepuscular y vitalista a una amiga que murió demasiado pronto, en el que descollan sus grandes temas: el exilio, el desarraigo y la melancolía. "La filosofía ha abandonado su misión de buscar el sentido de la vida, y eso nos hace menos humanos"
El Mundo, , 29-09-2025“Era una mujer con un corazón enorme, muy culta y educada, y llena de conocimientos. Además de todas las inquietudes humanas que compartíamos me enseñó un montón de cosas de todo tipo. Y cuando enfermó, tan joven y tan hermosa, me fue casi imposible comprender que era una realidad, que la muerte podía llegar”, evoca con sonrisa melancólica Theodor Kallifatides (Molaoi, Grecia, 1938), que reconoce recordarla “con ternura, diría yo. Cada vez que pienso en Olga se me derrite el corazón”.
Esta Olga, su amiga, es la protagonista de Una mujer a quien amar (Galaxia Gutenberg), un libro sabio y sencillo, crepuscular y vitalista a un tiempo, en el que el escritor griego afincado en Suecia desde los años 60 rememora a una de sus más fieles compañeras de vida, que falleció con poco más de 50 años debido a un cáncer. Ese fatídico verano de 2002, Kallifatides se encontraba, como hoy en su casita de Fårösund lugar bien conocido por sus lectores, el pueblo más septentrional de la isla de Gotland, conectado por ferry con la isla de Fårö en la que también halló refugio el cineasta Ingmar Bergman.
Una mujer a quien amar
Theodor Kallifatides
Traducción de Carmen Montes y Eva Gamundi. Galaxia Gutenberg. 160 páginas. 16,90 € Ebook: 10,99 €
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“Fue cuestión de días, pero cuando finalmente se fue, yo no estaba allí, sólo pude llegar a la ceremonia”, lamenta el escritor, que explica que fue durante aquella misa en la que se mezclaban emigrantes griegos y rusos, además de suecos las tres nacionalidades de Olga, cuando entendió que su amiga nunca volvería. “Entonces pensé que debía escribir un libro, un libro que reflejara quién fue ella, que la dejara todo lo viva posible. Simplemente no podía aceptar que eso fuera todo y ya está, así que pensé que mientras el libro viva, ella vivirá. Y así ha sido. Más de 20 años después estamos hablando de Olga gracias a este relato que es una deuda y un regalo, la mejor forma que encontré para demostrarle mi agradecimiento”, resume sonriente.
Una pasión compartida
Plagadas de saltos en el tiempo y difresiones de todo tipo, las páginas de Una mujer a quien amar nos trasladan a aquel 1965 en el que un recién llegado Kallifatides conoció a Olga en casa de su madre Anuska, una rusa exiliada que convirtió su hogar en el centro de toda una pléyade de inmigrantes en busca de su lugar en Suecia. “En esa época era un hombre vacío, había dejado atrás todo cuanto era, mi casa, mi familia, mi idioma. Ellos me ayudaron, se convirtieron en mi nueva familia”, rememora el escritor. “Entonces entendí, y aún lo creo, que en realidad siempre vivimos entre diferentes culturas, incluso viviendo en el mismo país. Adaptarte o no es principalmente una cuestión de decisión. Yo estaba decidido a aprender de Suecia lo que pudiera aprender, empezando por el idioma y la cultura, así que me pusé a ello”, recuerda.
No obstante, no romantiza para nada la emigración, que considera como “una especie de suicidio. A pesar de contar con amigos yo también sufrí todos los problemas de abandonar tu hogar: soledad, depresión, falta de trabajo en algunos periodos, incomprensión en otros. Pero pensé que había problemas con los que podía lidiar, que no superaban mi capacidad humana”, reflexiona Kallifatides. “Lograr vivir en otro país no es cuestión de inteligencia, es cuestión de decisión”, remacha.
Forjada en ese contexto abierto y pluricultural, marcado por una identidad compleja o, al menos, dividida, la amistad de Kallifatides con Olga se afianzó y solidificó con los años, enraizada en su pasión compartida por la filosofía y la literatura. “La literatura era nuestra patria, podría decirse”, admite el autor, quien reconoce: “durante mi infancia y adolescencia viví más con escritores que con la realidad. Leía mucho y me impresionaba constantemente algún escritor: Dostoievski, Oscar Wilde, Tolstói, Cervantes, Balzac, Hamsun…”, enumera. “Con el tiempo he terminado pensando que leer mucho, ver lo que ya se ha escrito, te salva de inventar la rueda de nuevo, por eso espero no haber imitado sin querer a uno de estos grandes maestros”, apunta bromista.
“El ideal de amistad ha muerto porque ser joven hoy en día es mucho más duro y competitivo que hace 50 años”
En cuanto a la amistad, lamenta que no sea un valor particularmente al alza en la sociedad contemporánea. “En realidad tampoco es que esté muy enterado de las costumbres de la juventud, pero sí veo que en la cultura juvenil la amistad no es tan importante como en mi época. Y creo que se debe a que hoy en día hay mucha más competencia”, sentencia Kallifatides. “La verdadera amistad creo que sólo se forja cuando eres joven, luego puede perdurar, pero hoy en día ser joven es mucho más duro que hace 50 años, pues compiten por los trabajos, los pisos, las parejas…”, opina. “En este contexto, es de los primeros valores que se derrumba, porque la amistad es más exigente que el amor. No se puede ser amigo de alguien que no te gusta, pero sí es perfectamente posible enamorarse de alguien que te parece un cerdo”, asegura.
La renunica de la Filosofía
Escrito en 2003 y encuadrado en la literatura más intimista y biográfica del prolífico escritor, igual que obras como Lo pasado no es un sueño, Otra vida por vivir, Amor y morriña o Un nuevo país al otro lado de la ventana, el relato vital que desgrana aquí Kallifatides es también un vehículo para reflexionar sobre muchas otras cosas, especialmente los grandes temas que han marcado su producción: el exilio y el desarraigo, la pulsión entre memoria e identidad, la irracionalidad de los conflictos (como la guerra), la reflexión sobre la condición humana y también una muy vitalista exploración del deseo y la juventud.
Temas a los que en este libro añade de forma especial la muerte, que considera que a sus 87 años puede “mirar a la cara”. Algo que para este antiguo estudiante de Filosofía no ocurre en nuestra sociedad, que “ha perdido los rituales que hacen la muerte abordable. Y esto comienza desde la propia Filosofía, que ha abandonado su antigua misión de buscar el sentido de la vida”, denuncia el escritor. “No tengo nada en contra de la filosofía analítica, ni de la filosofía del lenguaje, son cosas importantes, pero la pregunta principal que me planteo es: ¿cómo vivo mi vida? ¿Qué es una buena vida? ¿Cómo puedo ser una buena persona? Ese tipo de temas se han convertido en secciones de la psicología o de la autoayuda, pero no del pensamiento filosófico”, sostiene.
“Ya no me queda nadie en Grecia, soy el último de mi familia y amigos. Volver es como visitar un cementerio, pero puedo vivir con ello”
Y lo ilustra con una anécdota: “Se cuenta que cuando el filósofo Anaxágoras se entero de que su hijo había muerto en batalla lo único que dijo fue: ‘Sabía que había engendrado a un mortal’. Nada de venganzas, ni juramentos, sólo una profunda tristeza que lo hace humano”, relata Kallifatides. “Creo que si se priva a los jóvenes de estas historias, si no se reflexiona hoy en día sobre estos grandes temas, eso nos vuelve menos humanos. El propósito del pensamiento, igual que el de la literatura, es mostrar qué somos los humanos y evaluar cómo podríamos o deberíamos ser. Y los filósofos modernos ya no hacen eso. De vez en cuando intento leer libros de filosofía actual, y me aburro soberanamente”.
Kallifatides en un momento de su paso por Madrid.
Kallifatides en un momento de su paso por Madrid. BERNARDO DÍAZ
Otro tema muy presente en estas memorias es Grecia, pues fue tras morir Olga, hace algo más de 20 años, la última vez que Kallifatides se planteó realmente regresar, algo que nunca sucedió. “Seguramente hice lo correcto”, opina ahora. “Aquí tengo todavía algunos amigos griegos, no muchos, porque mi generación es mayor y la mayoría ya no está. Y allí en Grecia, no me queda nada, soy el último vivo de mi familia y amigos. Volver allí es como volver a un cementerio, todos han muerto. Es triste, doloroso, pero puedo vivir con ello”, explica. “Ahora cuando añoro mi patria me calmo bebiendo un vaso de vino tinto o leyendo, claro, los grandes clásicos eternos, que siempre están ahí”.
El derrumbe de Europa
Es desde esa experiencia de inmigrante desde donde mira con más preocupación un presente que ya hace 20 años, como refleja el libro, vislumbraba sombrío. “Es cierto que a principios de los 2000 el mundo comenzó a parecer más inseguro y menos optimista, pero nunca imaginé que en mi vejez volvería a ver un mundo en guerra como en mi niñez. Dos generaciones después de aquel horror, el mayor crimen de la actualidad es que los políticos y líderes de todo el mundo nos han convencido de que la paz es una ilusión inalcanzable”, reflexiona el escritor, a quien le duele especialmente la situación global que atraviesan millones y millones de inmigrantes.
“Lo que más me enfada y más me cuesta entender es el brote de racismo actual que asola el mundo. Por ejemplo, en Europa, donde se considera un problema tan grave, es evidente que falta gente. En Suecia, en concreto, hacen falta trabajadores. ¿Realmente hemos vuelto a aquello tan ridículo de que los negros no son tan inteligentes como blancos?”, se pregunta incrédulo.
“El gran drama del presente es que los políticos de todo el mundo han logrado que veamos la paz como una ilusión inalcanzable”
“Es como si la civilización europea se hubiera derrumbado. En todos los países, los movimientos de derechas y el racismo y la crueldad hacia los inmigrantes crecen cada día”, lamenta Kallifatides, que defiende que la inmigración debe explicarse como una oportunidad. “Es que para Europa es un negocio redondo. En Suecia desde luego. Conseguir que un ciudadano nacido en Suecia crezca y alcance la edad laboral cuesta muchísimo. Y de repente, hay gente que llega con la edad adecuada, jóvenes, fuertes y con ganas de trabajar. No entiendo el rechazo”, insiste.
En un momento del libro, el escritor pregunta a su amiga cómo quiere ser recordada. La respuesta se la dejamos descubrir al lector, pero ¿cómo querría él ser recordado en el fuituro? “Como epitafio querría que me pusieran simplemente: ‘Lo hizo lo mejor que pudo’”, asegura Kallifatides ligeramente irónico. Al fin y al cabo, como remacha con esa sonrisa sabia, “es a lo único que podemos aspirar los seres humanos, ¿no?”.
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