Diez años después de la zancadilla que avergonzó a Europa: Ossamah ya tiene el título de entrenador y su hijo Zeid ya es español

En pleno aniversario de su llegada, los refugiados sirios a los que un reportero de ‘Crónica’ ayudó a llegar a España tras ser derribados cruelmente en la frontera europea, cuentan su historia de integración. Relatan lo grato y lo ingrato de adaptarse a una nueva vida aquí. Desde el cariñoso recibimiento con aplausos en el Bernabéu, de la mano de Cristiano, a confesar el momento en que casi se rinden, hace un lustro

El Mundo, Martín Mucha, 17-09-2025

En esta plaza barcelonesa, los niños juegan a la pelota sin saber que cerca hay un entrenador que pisó el Bernabéu. Y apareció en telediarios de todo el orbe. Ossamah mantiene el mismo semblante afable de hace 10 años. Zeid luce muy distinto. De los siete a los 17 años, de niño a adolescente al que ya le crece el bigote. Su aventura comenzó cuando huyeron de Siria buscando sobrevivir. Su Guerra Civil había mutado en masacres y destrucción. El éxodo, para septiembre de 2015, ya se contaba por millones. De los más elevados de la historia reciente. Entre tantos, una zancadilla vergonzosa hizo enrojecer a Europa. Ossamah cargaba a Zeid. Y, en plena escapada, en la frontera húngara cayeron al suelo desconcertados. La imagen dio la vuelta al mundo. Ossamah y Zeid rodando por el suelo, el niño llorando, el padre intentando levantarse raudo para…

«Llegar. Sólo queríamos llegar a un lugar seguro», cuenta hoy Ossamah. Zeid sólo recuerda el terror. Tan pequeño y rodeado de cientos de personas en escapada. Escuchando sobre el miedo y la angustia. De muertos y balaceras. Cuesta creer lo que ha vivido hoy sentado en su tranquilo salón con vistas al cielo de Barcelona. Hay casitas bajas alrededor. Habla un perfecto español con acento catalán, que también lo domina. Es despierto y vivaracho. No ha dejado de ser un huracán. El mismo chico que abrazó a Cristiano Ronaldo como si fuera un familiar cuando le vio en persona. Ya adolescente, conserva esa mirada cristalina, a pesar de haber vivido demasiado. Tan pronto.

EL EXILIO

Perdonen que escriba en primera persona, pero esta historia la conozco de primera mano. Comenzó como un reportaje hace una década y se convirtió en un momento de felicidad periodística y humana. Cuando el 9 de septiembre Petra László hizo lo que hizo y Ossamah y Zeid cayeron al suelo, quisimos ubicarlos. A ellos o a algún familiar que nos pudiera contar su historia para Crónica. Parecía misión imposible, encontrar unos refugiados que iban camino de algún lugar de Europa. Pero sucedió. Primero, las palabras de Almuhannad, su hijo mayor que se quedó en Turquía. Hizo una pregunta fundamental: «¿Por qué tanto odio, Petra?».

El patriarca había viajado con Zeid y Mohamad, dos de sus cuatro hijos. Ossamah es padre de tres varones y una chica. Almuhannad, a quien una bala perdida casi mata, me relató que no se iba a detener en Hungría, que después iría a Austria y después a Alemania. El primogénito relató que Ossamah «entrenó al Al-Fotuwa SC, equipo de la Premier League Siria». Tras ello, narramos su odisea. La de una familia de ingenieros, maestros y médicos a los que la guerra había separado. «Eres un gran hombre, uno que no conoce lo imposible. Has arriesgado tu vida y tu dignidad para darnos un futuro mejor para que continuemos con nuestra educación», describía a papá. Al recordar, a Ossamah se le humedecen los ojos. Mira a un punto de la habitación y calla. Son pausas largas, de recordar ese momento en que todo cambió.

El menor, entonces con siete años, ya ostenta pasaporte español. Como sus otros hermanos. Su padre tiene ya el título oficial de Técnico Deportivo

«Cuando él decidió huir a Europa pensábamos que los principios de los Derechos Humanos no permiten que nadie ataque a un padre que sólo sostiene a su hijo. Esperemos que este tipo de ataque racista no se permita más. Nosotros sólo queremos la paz. Y por eso decidimos arriesgar nuestras vidas… Al ver caer a mi padre y mi hermano, sentí un dolor muy profundo». Palabra de hijo.

Aquel reportaje lo leyó Miguel Galán, presidente del Centro Nacional de Entrenadores de Fútbol (Cenafe), y decidió ayudarle. Contactó conmigo para que lo encontrase donde estuviera y lo trajese a España con carta de invitación y un trabajo seguro en su organización. Costaba decirle a un hombre cuyo recibimiento en Europa había sido un traspié abyecto que confíe. Mas lo hizo. Fuimos a su búsqueda en Múnich con Moja, quien oficiaba de traductor y colaborador de Galán a la distancia.

—¿Por qué me ayudan, Martín? —me preguntó entonces.
—Hay un hombre, Miguel, que se conmovió con tu historia. Es colega tuyo y lo hace desinteresadamente. Ha confiado en mí para la logística y creo que podemos hacerlo.

Septiembre de 2015, la zancadilla de Petra László. El 17, nueve días después, llegaron a España.
Septiembre de 2015, la zancadilla de Petra László. El 17, nueve días después, llegaron a España.CRÓNICA / EL MUNDO

Ossamah recuerda ese momento como esos chispazos que brinda la vida, de esos que sirven para encender una llama. Decidió confiar su vida y la de sus dos hijos en un reportero con el que solo había hablado por teléfono. De España conocía el fútbol, al Real Madrid… «Recuerdo, de ese momento, que me había venido a rescatar Cristiano Ronaldo», suelta risueño Zeid, quien pensaba que Moja era la estrella merengue. Sueños de niño. Pocos días después, esa quimera tornaría en realidad.

«Dos mochilas para tres vidas. Ver su equipaje permite entender lo que es imprescindible realmente. Dentro, unas pocas ropas, algo de comida, el escaso dinero que poseen y sus paupérrimos documentos. Caducados. Cuando organizábamos el viaje de Osama y sus hijos sabíamos que sus pasaportes sirios ya no tenían vigencia y menos visados», escribí entonces sobre este entuerto.

Cruzamos juntos la frontera alemana, entre gendarmes y militares. Llegamos a un París con policías llevando fusiles de asalto. Después del atentado de Charlie Hebdo, las estaciones estaban blindadas. Ver tantas armas en su ruta es algo que se ha quedado tatuada en la mente de Zeid. Tuvimos que tomar un taxi para hacer el trasbordo. En el tren se enumeraba la lista de estaciones: Valence, Nimes, Montpellier, Narbona, Perpiñán, Figueras, Gerona y Barcelona. Destino si todo salía bien: Madrid.

Ya en ese momento, el viaje de Ossamah y Zeid era noticia global. A las 19:37 de la tarde cruzamos la frontera entre Francia y España. Habíamos salido de Bavaria a las 6:25. Ossamah y Zeid llevaban más de un año desde que partieron. Ellos veían el tiempo de otra manera. Aún lo ven así.

SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL / CRÓNICA / EL MUNDO

—¡Bienvenidos!— gritamos.
—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Seremos amigos para siempre!—soltó el padre a este reportero y al traductor improvisado.

Así ha sido. Ya en Barcelona había decenas de periodistas. En Madrid, más de 200. «Puerta de Atocha. 00:02. Tras 17 horas y 37 minutos de viaje llegamos. Dos mil kilómetros. La tercera parte de la travesía de Osama, 6.000 en total. Lágrimas… Los flashes iluminan los rostros de Osama, Zeid y Mohamad. Es el particular fundido a blanco de este viaje. A pesar del barullo, los refugiados cargan sus dos maletas como si fueran parte de otra vida». Era 17 de septiembre, pasada ya la medianoche. Desde entonces, Ossamah me llama «hermano» y «amigo». Lo vuelve a hacer en nuestro reencuentro en su piso de Barcelona. Para recordar lo que ha sucedido después de esa llegada que fue portada de EL MUNDO. Recogida por The New York Times así: «El refugiado sirio al que derribaron en Hungría es bienvenido en España». The Guardian la nombró una de las historias del año. Su llegada a España se contó en los cinco continentes.

LA CRUDA REALIDAD

Las historias bellas siempre tienen una cara B. No era sólo llegar. Había que saber quedarse. Desde su llegada, hubo explosiones de felicidad. A las pocas horas, ya estaban reunidos con la plana mayor del Real Madrid. Dándoles la mano a Florentino Pérez y Emilio Butragueño. Tenía a su benefactor Miguel Galán como compañía y garantía de estabilidad al menos por un año. Zeid conoció al fin a Ronaldo en persona. Le llenó de mimos. Como Modric, Kroos… Dieron la patada de honor. Tardaron sólo nueve días en darles el permiso de residencia. Zeid: «Del viaje recuerdo las ametralladoras. Y después los flashes, a Cristiano Ronaldo y el recibimiento en el Bernabéu». Pero, ¿qué pasaría después? ¿Cómo superar ese momento? Eso nunca se contó. Ahora toca.

Vivió otro momento de fulgor al inicio de 2016 cuando dirigió su primer partido en España. Ocurrió no lejos de donde reside ahora. Era un encuentro entre el Villaverde Boetticher y el Sant Cugat. Tenía traductora. Aún sentía nostalgia… Su título de técnico aún no había sido convalidado. No lo conseguiría. Parecía solo la resaca de todo lo disfrutado.

Del presente al pasado. Hoy, con su título de entrenador oficial. En enero de 2016, en el primer partido que dirigió en España. Y en el anden de tren, septiembre de 2015, el día en que llegaban a su país de adopción.
Del presente al pasado. Hoy, con su título de entrenador oficial. En enero de 2016, en el primer partido que dirigió en España. Y en el anden de tren, septiembre de 2015, el día en que llegaban a su país de adopción.SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL / ALBERTO DI LOLLI / JORDI SOTERAS / CRÓNICA / EL MUNDO

«Fue duro volver a la realidad», me ha comentado varias veces Ossamah. Hubo una seguidilla de premios, de agasajos. Él quería volver a ser entrenador de fútbol, reunir a su familia que vivía en Turquía «en pobreza extrema» y tantas otras obligaciones. Galán le financió un sencillo pero confortable piso en Getafe. El 17 de octubre de 2016, un año y un mes después de llegar fue despedido por Cenafe. La fiesta se había acabado. No había aprendido aún a hablar español.

«La no renovación del contrato laboral que unía al trabajador con la empresa se circunscribe, exclusivamente, a motivos profesionales», recalcaba la empresa. Galán siguió ayudándoles con el mantenimiento de su casa y su alimentación por un tiempo más. No hay reproches. Le tienen un profundo afecto a Galán, a quien incluso otros acusaron de aprovecharse de su imagen. En silencio, ha seguido contribuyendo a su bienestar.

Poco a poco fue reuniendo a su familia. Llegaron sus dos hijos a España. Pero para él fue un golpe duro la separación de su mujer, con la que ha perdido el contacto. «No sabemos nada de ella», contestan a coro, ambos. Se les borra la sonrisa. Es una de las sombras de su llegada aquí. No dan pie a repreguntas. Se intuye que rehízo su vida. A veces es mejor dejarlos con su silencio.

LA TENTACIÓN DEL FRACASO

Se fueron adaptando. Pero el tiempo y el dinero no alcanzaban. Los flashes se habían apagado del todo. Para 2018, ya pensaba incluso en ir a otro país a trabajar. Ya había tenido que dejar su piso de la calle Madrid en Getafe. Vivían en casa de un amigo. Los momentos de zozobra se multiplicaban. Sudor frío. Querer dejarlo todo de nuevo y volver. En abril de 2020, di con él en Turquía, un país al que regresaba permanentemente. Entonces más de 3,1 millones de sirios vivían allí, una población superior a la de Damasco. La pandemia les había atrapado ahí, habían viajado en enero de 2020. Una encrucijada. Incluso evaluaron el retorno definitivo al mismo lugar del que huyeron. Al mismo campo de refugiados. Aunque se escriba poco de ello, los migrantes también se dan por vencidos. Y eso que ambos tenían residencia permanente en España. Esa tentación del fracaso estaba en la cabeza del patriarca.

“Del viaje recuerdo las ametralladoras. Y después los flashes, a Cristiano Ronaldo y el recibimiento en el Bernabéu”, cuenta ahora Zeid. En esa ruta que miraba permanentemente desde su vagón camino a un nuevo destino. A su llegada, a los pocos días, estaba en el campo con las estrellas del Real Madrid.
“Del viaje recuerdo las ametralladoras. Y después los flashes, a Cristiano Ronaldo y el recibimiento en el Bernabéu”, cuenta ahora Zeid. En esa ruta que miraba permanentemente desde su vagón camino a un nuevo destino. A su llegada, a los pocos días, estaba en el campo con las estrellas del Real Madrid.SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL / MARTÍN MUCHA / ALBERTO MARTÍN / CRÓNICA / EL MUNDO / EFE
«Hemos vuelto todos, menos Mohamad que está en Barcelona». La crisis del covid había hecho estragos aquí y Ossamah estaba desesperado. «En Turquía fue extremadamente dura la pandemia. Se ha contado poco. Apenas salíamos. Nos quedábamos encerrados en casa», recuerdan.

—¿Qué hacían para comer?
—Trabajaba en lo que podía. Arriesgándome— describe el entrenador.

«Era muy triste», añade. Me mandó una foto entonces. Era su barrio. Un terral, chabolas, la desesperanza. Recibí su currículum también. Intenté ayudarle, pero en España reinaba la incertidumbre. Los muertos en el Palacio de Hielo, 80.000 decesos estimados sólo en ese 2020. Parece que hubiera pasado un siglo.

Un año después, en 2021, estuve cerca de su refugio turco. Haciendo un reportaje de refugiados sirios y palestinos en el Valle de Bekaa, en el Líbano, a pocos kilómetros de Siria. Le contacté para reencontrarnos porque hacía escala en Estambul. «Estoy en Cataluña», me contestó con entusiasmo, sobre todo porque no había dejado de escribir historias de su pueblo. «¡Bien!». Conversando con él hoy, supe que Zeid había sido fundamental para convencer a su padre de volver. Rememora cerrando sus ojos el paso por las aulas turcas: «Había insultos por ser sirios. Lo hacían niños. Aquí no recuerdo nunca que me trataran así». Le pone una mano en el hombro al padre. Se consuelan.

LLEGADA A BARCELONA

Primero Mohamad, el más errante, decidió irse de la Comunidad de Madrid. Quería otros aires. Y llegó a Cataluña. Ossamah y los demás con el tiempo le siguieron. Si iban a volver era para estar de nuevo juntos. Les resultó en principio más duro. Todos se fueron adaptando, pero el tiempo y el dinero no alcanzaban. De nuevo. Ossamah iba y volvía. El 6 de febrero de 2023, contactamos por el devastador terremoto de Turquía y Siria: 59.556 muertos. Como el epicentro no estaba lejos de donde vivían su familia y allegados en un país y el otro, temí lo peor. Me confirmó que estaban a salvo.

SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL / ALBERTO DI LOLLI / CRÓNICA / EL MUNDO

Entre los trabajos ocasionales y el paro han ido sobreviviendo. Siempre con su sueño de ser entrenador. A pesar de que él creía que iba a poder ejercer de míster en España, hay necesidad de una titulación oficial para ello. Tuvo que volver a formarse desde cero. Abre una carpeta. Saca los títulos que ha ido obteniendo con esfuerzo. Y su joya.

«Felipe VI y, en su nombre, la consejería de Educación de Catalunya, conceden a Ossamah Al Abed Almohsen el Título de Técnico Deportivo en Fútbol con carácter oficial y validez en todo el territorio español», se lee en el diploma que sostiene sobre su pecho. Fecha: 12 de septiembre de 2023. A escasos cinco días del octavo aniversario de su llegada.

PREGUNTAS AL PASADO

Indaga Zeid por Petra László, la cámara que fue parte del origen de esta historia. «¿Fue condenada?». Flashback. Tras la zancadilla, László fue despedida del medio donde trabajaba. Tenía 40 años cuando tumbó a Ossamah y Zeid. Su exjefe nos contó que nunca antes se había comportado así. Fue él mismo quien rescindió su contrato. Le enjuiciaron. Utilizó distintas excusas: «Se rompió el cordón policial, uno de los inmigrantes corrió hacia mí y yo estaba asustada… Tenía que protegerme». Los ataques fueran viscerales. Tuvo que mudarse. Los extremistas pusieron precio a su cabeza.

Fue condenada a tres años de prisión condicional. La decisión se mantuvo en segunda instancia. Pero su apelación, ante el Supremo, consiguió que la absolvieran a finales de 2018. «Ante la ausencia de delito», rubricaba el alto tribunal húngaro. «Esta historia ha causado un daño irreparable en nuestras vidas», señaló en entrevista con Demokrata, un periodico local donde consiguió volver a reengancharse. Ha obtenido premios por documentales nacionalistas. Su último empleo conocido es en PestiSrácok, un portal conservador y cercano al Gobierno de Orban.

En su llegada a Atocha, en 2015: el autor del reportaje, Ossamah, Zeid y Moja. Y, en la estación de Barcelona Sants, en 2025.
En su llegada a Atocha, en 2015: el autor del reportaje, Ossamah, Zeid y Moja. Y, en la estación de Barcelona Sants, en 2025.ALBERTO DI LOLLI / SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL / CRÓNICA / EL MUNDO

Otro protagonista, su mecenas, Miguel Galán tiene un rol protagónico permanente en la actualidad deportiva. Sobre todo, por sus incesantes críticas a la Real Federación Española de Fútbol y por denunciar a sus presidentes: Villar, Rubiales, Rocha… Todos defenestrados. Tras una década, hace un balance vital. «Significó en mi vida un acto humanitario real. Acogí a un refugiado cuando nadie lo hacía. Ayudé con eso a un colega a cambiar de vida. Pudo conseguir papeles, vivir en Europa. Por dos años le pagué el alquiler y por uno su salario en la escuela. Fueron más de 40.000 euros. Hubo momentos complicados también pero me quedo con esa solidaridad. Mantenemos el contacto y estoy muy orgulloso de lo que hicimos».

«No creía que estuviera pasando. Todos nos emocionamos». Es la voz de Moja Labrouzi, quien fue parte fundamental del viaje. Sigue trabajando con Galán en Cenafe y ha montado un negocio de hostelería, ha sido padre y, para él, eso le da otra dimensión a lo acontecido. «El viaje fue una odisea…Tuvimos un final de cuento y tanto Ossamah como sus hijos llegaron a su nuevo hogar», refiere emocionado. «Una experiencia que no olvidaré en mi vida y gracias a Miguel Ángel y a ti por hacerlo posible»

NUEVOS PASAPORTES

La caída del régimen de Bashar al-Ásad se vivió de cerca en casa. Ellos huyeron por la Guerra Civil. Pero ahora tampoco se sienten seguros con el régimen liderado por Ahmed al Sharaa. «Siria sigue siendo una tragedia. Tantos bombardeos. Tanta muerte», dice Ossamah. «Más de 1,2 millones de personas han regresado a Siria desde la caída del régimen de Assad el pasado mes de diciembre. Aproximadamente 850 000 han cruzado desde el Líbano y otros lugares de la región», apunta la Agencia de la ONU para los Refugiados. Ni Ossamah ni Zeid piensan en volver.

En nuestro país viven entre 20.000 y 50.000 sirios actualmente. Muchos ya con nacionalidad española. Como Zeid y sus hermanos. El niño que abrazó a Cristiano se pone la camiseta blanca. Luce sobre el pecho su pasaporte borgoña con el dibujo dorado de la corona sobre el escudo del castillo de oro de Castilla, el León, las barras de Aragón y el yugo y flechas de Navarra.

Tras una década, la historia de Ossamah y Zeid es simbólica para un país cuyo éxodo apenas tiene comparación. Desplazó en total a 14 millones de personas, on más de cinco millones de refugiados. De ellos, más de un millón en Europa. Hay tragedia, drama y emoción en su arribo. Hay historias emocionantes, como la de Majed que cuidó a un carnicero vasco con ELA. Y la de Abdsalam, el adolescente que pasó de una cárcel terrorista del Estado Islámico a trabajar en un kebab en Vallecas. Y Youssef, alumno con notas de 9,42 que destacaba en su instituto de Carabanchel y que consiguió beca de estudios…

Pero también crímenes. En Alemania, el país europeo que más les acoge: 955.000, a donde llegaron también Ossamah y Zeid, han vivido crueles momentos. Un torturador llamado Alaa, quien fue condenado este año a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad, se camufló como refugiado. Issa, un solicitante de asilo que perpetró, en agosto de 2024, un ataque en un festival en Solingen. Murieron tres personas y pasará la vida entera en prisión. Según su Oficina Federal de Migración y Refugiados (BAMF), 114.889 investigados por distintos delitos eran sirios, la nacionalidad que lidera las estadísticas. También hay héroes. Como Mohammed que impidió un ataque terrorista. O Ryyan que llegó en patera a Lesbos y que fue elegido en 2024 alcalde de Ostelsheim, al sur del país. O Annas que se fotografió hace 10 años con Angela Merkel, hoy es periodista con nacionalidad alemana y cuenta los casos de aquellos que llegaron con él que ya son ingenieros, médicos…

Siempre hay una cara B. Siempre.

Ya les queda poca familia allí, pero siguen pendientes de su país natal: “Siria sigue siendo una tragedia. Tantos bombardeos. Tanta muerte”
Ya les queda poca familia allí, pero siguen pendientes de su país natal: “Siria sigue siendo una tragedia. Tantos bombardeos. Tanta muerte”SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL CRÓNICA / EL MUNDO
EPÍLOGO

El reencuentro se completa abriendo el álbum de fotos de su llegada. Las equipaciones firmadas por sus ídolos. Se ponen las camisetas que justamente tienen el parche de la décima en la manga izquierda. Ese 10 inolvidable que lucen cual blasón de su integración. Ossamah se ha guardado para el final que vuelve a entrenar a un equipo, estrenando título. Con la ayuda de Zeid. «Es volver a comenzar», señala el nuevo míster de un polideportivo cercano. No quiere olvidar a nadie, ni a Miguel, ni a Moja, ni al Real Madrid… «Tras 10 años sólo quiero dar las gracias a España, a todos los que nos ayudaron». Vamos juntos a la estación de tren de Sants, la primera estación española que pisó. Colocamos una mochila en el suelo para recordar su equipaje de antaño.

El cámara pone el obturador en un tiempo de exposición prolongado. Las siluetas pasan alrededor con un halo. El tiempo ha pasado tan raudo y tan lento. Y sigue repitiendo su agradecimiento al país que les acogió: tras las balas, el exilio, la incertidumbre, el miedo… «Donde somos felices». Y sonríen en el medio de una plaza, caminando a contracorriente.

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