En el campamento desbordado del CETI de Ceuta: "Esto es un polvorín. Se puede armar muy gorda y no tenemos margen de reacción"

Bajo chozas improvisadas con cañas y lonas blancas, o dentro de tiendas de campaña, cerca de 300 personas aguardan una plaza en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de la ciudad, donde ya conviven más de 800

El Mundo, ANDROS LOZANO, 17-09-2025

Yassin escucha música pop árabe en su móvil mientras divisa la playa de Ceuta en el horizonte. Es marroquí. Tiene 22 años. Viste sudadera naranja y cubre su cabeza con una gorra azul. Desde hace dos semanas, Yassin vive acampado bajo enormes lonas blancas y con el colchón tirado en tierra, junto al arcén de la estrecha y serpenteante carretera que conduce al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de la ciudad autónoma. El CETI se encuentra en la parte superior de una pequeña colina. Desde aquí resulta sencillo ver el mar.

«Yo sólo quiero comida y libertad», dice el chico junto a sus dos amigos de fatigas, Zakaria y Reduan, también veinteañeros como él. «¿Ves esas aguas? Yo vine por ahí. Tuve que nadar 14 kilómetros. No temí ahogarme. Salimos desde Rincón, un pueblo donde muchos somos pescadores. Conocemos bien las mareas, sabemos cuándo se puede y cuándo no», añade.

Yassin se coló en Ceuta por ese mar que tiene frente a él. Llevaba un neopreno puesto. Ahora aguarda paciente a que se abra hueco en el centro de inmigrantes de la ciudad, que se encuentra colapsado. Según se vaya enviando a la península a los que están dentro, irán accediendo los que se encuentran fuera. Con un CETI masificado, donde se superan las 800 personas acogidas pese a tener una capacidad de 512, en los alrededores aguardan 270 inmigrantes más, un hecho inaudito en la ciudad. Como consecuencia de esta situación de presión migratoria, junto a él se ha creado un pequeño poblado de tiendas de campaña y chozas improvisadas con cañas y telas anudadas unas a otras.

Los argelinos y los marroquíes que están aquí entraron en Ceuta a nado, en su mayoría. Los que proceden de países al sur del Sáhara lo han hecho saltando la valla fronteriza de noche. Antes recorrieron medio continente africano en un viaje que llegar a durar meses. «Al otro lado de la frontera nos venden una especie de garfios por dos o tres euros. Con ellos podemos escalar y entrar a España mucho más rápido», cuenta Gomrdin, un chadiano de 21 años. «Tengo cinco amigos dentro del CETI que entraron igual que yo, saltando la frontera. Yo también espero entrar pronto».

Mientras el reportero dialoga con Gomrdin, una pareja de policías sale del CETI de Ceuta. Van en un coche oficial del cuerpo. Uno de ellos se detiene a hablar con Crónica de manera anónima. «Los nadadores aprovechan los días de niebla para colarse por las playas, como está pasando desde principios de septiembre. Los que escalan acuden a las mafias del otro lado de la valla para que les faciliten material con el que repechar por las alambradas. Luego, les conducen por videollamada hasta aquí o mandándoles vídeos del camino a seguir. Les van guiando sin ningún tipo de problema. Saltan y se vienen directamente», explica este policía.

Los inmigrantes agolpados a las puertas del CETI de Ceuta han tirado colchones en el suelo para descansar mientras esperan encontrar una plaza dentro del centro.
Los inmigrantes agolpados a las puertas del CETI de Ceuta han tirado colchones en el suelo para descansar mientras esperan encontrar una plaza dentro del centro.CATA ZAMBRANO
«Pero esto es un polvorín. En cualquier momento se prende la mecha entre ellos con cualquier rifirrafe y se lía. Esto nunca había pasado y ya ves, aquí el control policial el justito. Se puede montar muy gorda en cuestión de segundos y no tenemos margen de reacción. Cuando lleguen los refuerzos puede haber pasado cualquier desgracia».

13 AHOGADOS EN LOS ÚLTIMOS 40 DÍAS
Pero no todas estas personas tuvieron la misma suerte que el nadador Yassin o el escalador Gomrdin. El pasado miércoles, cuando este reportero viajó a Ceuta, la Guardia Civil recuperó tres cadáveres del mar en menos de cinco horas. Eran inmigrantes que querían alcanzar suelo europeo a través de Ceuta. Todos eran de origen magrebí, señaló la Benemérita. El primero fue hallado a las diez de la mañana. Los otros dos, antes de las tres de la tarde.

Aquellos tres muertos se sumaron a los 27 que ya habían aparecido flotando en una orilla o tirados en la arena de una playa en lo que va de año. Son 30 en total durante 2024, nueve más de los 21 cadáveres que se recuperaron en todo 2024, aunque la cifra es aún mayor puesto que muchos de esos cuerpos acaban siendo encontrados en aguas marroquíes.

Durante el último mes y medio, los cruces a nado desde Marruecos se han intensificado de manera notable, si se atiende al número de fallecidos. La Guardia Civil recuperó seis cuerpos sin vida el pasado agosto. Y sólo durante los diez primeros días de septiembre fueron siete más.

«No sabemos a qué se debe realmente», comenta un agente del citado cuerpo destinado desde hace años en Ceuta. «Se supone que las patrulleras de Marruecos han de frenar a los chicos que quieren cruzar a nado. Pero parece que este repunte es más por dejadez del país vecino que por otra cosa. Veremos cuándo acaba».

Aunque España y Marruecos decidieron reabrir sus fronteras en Ceuta y Melilla el 17 de mayo de 2022, el flujo diario de personas que cruza desde el país vecino a ambas ciudades autónomas es sumamente reducido si se compara con el de antes del inicio de la pandemia. Hasta esa fecha, cualquier ciudadano empadronado en Tetuán, territorio marroquí más próximo a Ceuta, podía acceder a la ciudad española.

Pero desde la reapertura de las fronteras se les solicita un visado que, en un principio, iba a estar destinado a los trabajadores transfronterizos marroquíes que trabajaban en las dos ciudades autónomas españolas. Sin embargo, esa excepción ha quedado congelada, por lo que apenas se están concediendo.

De facto, Marruecos mantiene sellada la frontera. En cuanto a los trabajadores transfronterizos, sólo pueden acceder a Ceuta los que estuviesen contratados de manera legal antes de la pandemia, lo que supone un 10%, aproximadamente, de las más de 30.000 personas que entraban diariamente a la ciudad para trabajar en el sector doméstico (mujeres, en su mayoría), de la construcción (hombres) y servicios (ambos).

A esta medida se suma otra tomada por Marruecos en 2019, cuando las autoridades locales decidieron de manera unilateral acabar con el porteo (el uso de personas marroquíes como mulas para pasar bultos en sus espaldas —con toallas, papel del váter o mantas— desde Ceuta hasta el otro lado de la valla fronteriza).

Desde entonces, la frontera del Tarajal dejó de ser un hervidero de personas que cruzaban a diario, y en varias ocasiones, a Ceuta. Ese frenético flujo de seres humanos facilitaba que muchos de esos menores y jóvenes que hoy se lanzan al mar casi sin saber nadar pudieran colarse en territorio español a pie o escondidos en coches. Frenado el porteo, sólo les queda el mar o la valla, cada día más inaccesible y controlada.

TIENDAS DE CAMPAÑA CEDIDAS POR DEFENSA
Para atender a los inmigrantes que se encuentran ya en el interior del CETI, la Delegación del Gobierno en Ceuta ha instalado tiendas de campaña cedidas por el Ministerio de Defensa. A su vez, a los casi 300 que aguardan fuera se les ofrece tres comidas, servicios de aseo, médico y enfermería, así como ropa.

La delegada del Gobierno en Ceuta, Cristina Pérez Valero, admite que la ciudad autónoma tiene «un problema habitacional» en el CETI que impide atender la presión migratoria actual, pero señala que en la península los recursos de acogida también «están al límite de posibilidades».

«Seguimos trabajando en salidas» hacia centros de acogida de la península, añade. «Vamos a tener un grupo de salidas semanales más importante que las que hemos tenido hasta ahora. Persona que es trasladada, persona que es sustituida por una persona que está en la calle», dice Pérez Valero. En la última semana han salido 45 inmigrantes en dirección a suelo continental europeo.

Mutasim Zakaria es un sudanés de 23 años que se encuentra acampado a las puertas del CETI de Ceuta.
Mutasim Zakaria es un sudanés de 23 años que se encuentra acampado a las puertas del CETI de Ceuta.CATA ZAMBRANO
Desde el gobierno autonómico de Ceuta señalan a Crónica que están en contacto «continuo» con la Delegación del Gobierno y la Secretaría de Estado de Migraciones. «Les hemos mostrado nuestra preocupación por la situación fuera del CETI», afirman fuentes oficiales del ejecutivo local. «Nos hablaron de salidas extraordinarias, pero no fueron muy concretos», se quejan desde el gobierno del popular Juan Jesús Vivas.

Mientras Ceuta se encuentra desbordada por la inmigración —cabe recordar que el pasado 29 de agosto el Gobierno español declaró la contingencia migratoria extraordinaria dado que la ciudad también acoge a más de 500 menores extranjeros—, a las puertas del CETI se respira «esperanza». Al menos eso dice Mutasim Zakaria, de 23 años, procedente de Sudán. «I love Spain. Sólo queremos trabajar y ganarnos la vida. Ojalá Europa entienda eso».

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