Merece contarse
Una escuela extra contra la desigualdad
En la Fundación de la Esperanza, en colaboración con el programa CaixaPronfancia, se da refuerzo escolar a niños de familias en situación de exclusión
ABC, , 15-09-2025El proverbio africano dice que «hace falta un pueblo para criar a un niño». En una gran ciudad, podemos decir un barrio. Nos vamos a uno de ellos. Al Gótico de Barcelona. Entre turistas y bullicio, hay una puerta que se abre cada tarde para algunos niños. Estamos en la sede de la Fundación de la Esperanza (Fundació de l’Esperança), una entidad social que trabaja en colaboración con el programa CaixaProinfancia de la Fundación La Caixa para dar apoyo educativo, social y emocional a familias en situación de vulnerabilidad.
Al cruzar estas puertas también hay trajín. Pero distinto al de la calle. Se habla sobre la merienda del día. Se repasan tablas de multiplicar. Se hacen deberes. Y se cantan temas para repasar el examen de mañana. Hay críos, como un cole después del cole. Y educadores. Y voluntarios. Es esta una academia de refuerzo para niños de familias vulnerables de la zona. Es la otra vuelta al cole: la del apoyo escolar a esas familias que ya van justas para integrarse o llegar a fin de mes.
La academia abre cada tarde con el curso escolar. Cada niño tiene asignado su grupo y acude a la Fundación como máximo tres días a la semana. Con esta dinámica logró Carlos sacarse el título de 4º de la ESO. Por complicaciones familiares, se le había atragantado. «Hasta 3º fue bien, pero empezó a tener dificultades para organizarse: no usaba la agenda, se despistaba, le costaba planificar», nos cuenta su madre, Teresa Santos.
Con 46 años, llegó a España hace 25, desde El Salvador. Madre de dos hijos, Carlos y Aitana, de 4 años, la suya es una historia marcada por la lucha diaria. También, nos explica hoy, por la oportunidad que le brindó la Fundación.
«Me derivaron desde Servicios Sociales porque mi hijo mayor necesitaba apoyo», cuenta Teresa. «Con ese acompañamiento, lo ayudaron con los hábitos de estudio y se sacó el título. Ahora estudia una Formación Profesional en Carrocería. Está muy contento, porque lo ayudaron en un momento en el que se sentía perdido».
Aitana, de cuatro años, también ha participado en el casal de verano de la Fundación. Para Teresa, saber que sus hijos tienen un espacio seguro y educativo mientras ella intenta mejorar sus perspectivas laborales es un alivio.
«Trabajé tres años en un hotel, pero este verano me apunté a un curso de auxiliar de cocina, dentro de otro programa de la Fundación La Caixa. Hacía las prácticas y, mientras tanto, la niña estaba en el Casal», explica.
La Fundación recibe a familias derivadas por servicios sociales, pero también a otras que llegan por recomendación de boca en boca. En todas ellas hay una necesidad común: apoyo para salir adelante en un contexto complicado.
Sin red de apoyo
En el caso de las familias recién llegadas, las dificultades se multiplican: la barrera del idioma, el desconocimiento del sistema educativo y, en ocasiones, la falta de una red de apoyo. Sumen los problemas de vivienda y la precariedad laboral.
«Entré a trabajar aquí en junio de 2024», explica Berta Gràcia, de 30 años, técnica de atención social de la Fundación. «Cuando camino por el barrio, muchas veces me cruzo con alguno de los niños que atendemos. Nos reconocemos, nos saludamos», explica. Las familias, al participar de las actividades de la Fundación, también se vinculan con el barrio.
«En el primer encuentro analizamos cuáles son sus necesidades. A partir de ahí, ofrecemos, entre otros servicios, acompañamiento social, apoyo educativo y orientación laboral», detalla Gràcia. Recuerda que la Fundación es un «espacio abierto para las familias». Eso sí, con cita previa.
El trabajo con los niños combina lo académico con lo personal. «Con ellos reforzamos competencias y también les ofrecemos tiempo de ocio. Si tienen deberes o un examen, les ayudamos a organizarse», explica.
El esfuerzo de entidades como la Fundación de la Esperanza se enmarca en un desafío que, a veces, se intenta ignorar. En España, uno de cada tres niños está en riesgo de pobreza o exclusión social.
Contra tales datos, la Fundación La Caixa puso en marcha hace 17 años el programa CaixaProinfancia. ¿El objetivo? Romper el círculo de la pobreza heredada.
Hoy, el programa atiende a más de 65.000 niños y adolescentes de 41.000 familias en toda España. Lo hace a través de una red de entidades sociales con arraigo en los barrios, que ofrecen desde refuerzo escolar hasta atención psicológica, logopedia, talleres familiares y actividades de ocio. Además, se proporcionan ayudas para cubrir necesidades básicas como alimentación, higiene, material escolar o productos específicos, como gafas y audífonos.
Multiculturalidad
La Fundación de la Esperanza es uno de esos puntos de apoyo en Ciutat Vella, un distrito de Barcelona donde conviven comunidades internacionales. «Tenemos familias de Pakistán, Bangladesh, Marruecos y Latinoamérica», recuerda la técnico de la Fundación.
La labor de la Fundación de la Esperanza y de CaixaProinfancia busca un objetivo que, en palabras de Berta Gràcia, resume la filosofía de quienes trabajan allí: «Queremos que estas familias tengan las mismas oportunidades que las demás».
¿Se consigue? «Es un trabajo satisfactorio porque ves la evolución. Llegan con unas necesidades y, gracias al acompañamiento, esas necesidades van desapareciendo», afirma Gràcia.
Si la educación es la verdadera integración, en el barrio Gótico, los niños que corren tras el colegio y saludan a Berta con una sonrisa son la prueba de ello. Hace falta compromiso, recursos y, como dice el proverbio africano, una comunidad, que crea en ellos.
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