¡Usted blanquea el mal!

La Vanguardia, , 08-09-2025

Las izquierdas plurales, el progresismo en todas sus ramas y hasta el más tonto de los tertulianos han puesto de moda un arma para zurrar al discrepante: acusarle de “blanquear” barbaridades.

La corrección política empezó siendo un avance contra los chistes malos, los hábitos machistas y las discriminaciones y está declinando por sus excesos. Y lo peor: ha creado el Frankenstein de la extrema derecha, esa legión de derrotados de la globalización a los que encima les riñen por no saber llevarse el pescado a la boca con el cubierto apropiado.

Erre que erre, el progresismo ha acuñado otro concepto mágico, desde su hábitat (el púlpito): replicar a un dato, un hecho o una opinión con la descalificación personal de estar “blanqueando” alguna de las muchas barbaridades que suceden en este mundo.

Si uno recuerda a Hamas, está “blanqueando” la matanza de Gaza. Si uno considera un paripé la flotilla o poner en riesgo a los ciclistas de la Vuelta, blanquea a Netanyahu. Si observas que no todas las prostitutas ejercen bajo coacción y por nada del mundo querrían legalizar el oficio, blanqueas la explotación sexual y la esclavitud. Si alguien critica el cachondeo de las obras del Camp Nou, blanquea al Real Madrid y a Gento, la galerna del Cantábrico.

La corrección política ha modificado nuestras conductas, no siempre para bien. Ha propiciado esa aclaración penosa que precede a muchas opiniones: conste que no soy machista (o racista, o clasista). Es decir, potencia el bien quedar y limita la libertad de expresión o de pensamiento (aunque sea equivocado y carca).

Recuerdo una tertulia en TV3 en la que asumí el papel de malo cuando se criticaba a España por la diferencia de trato que Alemania e Italia habían dado a sus dictadores. Nadie parecía tener en cuenta la razón clave y elemental: Franco ganó la guerra –a diferencia de Hit­ler y Mussolini– y falleció en la cama tras gobernar décadas. Si eso no es una premisa decisiva… Para muchos, aquello fue un blanqueo –respaldo ciego– del franquismo o las dictaduras.

Y el que esté libre de manchas, que ponga la primera colada.

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