La derecha española y el genocidio

Público, Noelia Adánez, 09-09-2025

a ultraderecha sigue creciendo como la espuma en intención de voto. Lo hace de manera sostenida desde, al menos, la catástrofe de la dana en Valencia. Cada nueva situación de crisis favorece un discurso que se beneficia de la angustia colectiva y de la falta de celeridad en la respuesta institucional a los problemas de la ciudadanía. En primavera fue el apagón y este verano han sido los incendios. Las catástrofes alimentan a la ultraderecha, que aprovecha estos momentos de desesperación y caos para difundir bulos, señalar culpables entre los grupos más vulnerables y responsabilizar a los políticos de abandonar a su suerte al “pueblo”, al que insta a salvarse por sí mismo.

De ese supuesto pueblo, sin embargo, no esperan estos esbirros de los grandes capitales, estos peones del neoliberalismo, ninguna cosa que no sea obediencia ciega a lo que las Ayuso o los Abascales de turno exponen como sus principios y sus programas. Sus programas van desde el desmantelamiento de los servicios públicos, el descrédito de la democracia y del Estado de derecho ahí tenemos a Ayuso pasando el rodillo de su mayoría contra todo y a su jefe de gabinete profiriendo amenazas hasta el señalamiento y culpabilización de los migrantes a quienes hay que expulsar e impedir que lleguen, según ha bramado Abascal, hundiendo barcos de salvamento.

Mientras avanza el genocidio que Israel perpetra en Gaza, nuestras derechas exhiben racismo e islamofobia sin complejos dentro de España. Los pogromos del verano en Murcia, las políticas islamófobas en lugares como Jumilla y Ripoll, las declaraciones negacionistas del alcalde de la capital del Estado quien ayer mismo afirmaba que no existe algo así como un genocidio en Gaza o la negativa a acoger menores no acompañados en Madrid, son la cara B del silencio atronador de las derechas con respecto a los asesinatos de gazatíes por parte de Israel. Más de sesenta mil muertos, alrededor de los cuales quince mil eran niños y niñas, no parecen conmover ni incitar siquiera una declaración de condena por parte de una derecha que es desacomplejadamente islamófoba, como hace unas décadas era antisemita.

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Alberto Núñez Feijóo tuiteó horas antes de que Pedro Sánchez compareciera en la mañana del lunes para anunciar un paquete de medidas que pretenden posicionar a España frente al genocidio en Gaza lo siguiente: “Ni respaldo lo que ocurre en Gaza ni que una competición sea boicoteada por motivos políticos”. Y pocas horas después de conocerse las medidas: “Los terroristas de Hamas han aplaudido hoy un atentado y a Sánchez. Una vez más”.

“Lo que ocurre en Gaza” es un genocidio, su gravedad presente y sus implicaciones futuras son inconmensurables. Compararlo a las acciones de boycot en algunas etapas de La Vuelta no es solo una frivolidad, es una vergüenza y una ignominia. Vincular los atentados que tuvieron lugar ayer en Jerusalén con las declaraciones y medidas anunciadas por Sánchez provoca verdadera repugnancia.

Feijóo se retrata cada día como lo que es, un político inane y errático, dispuesto a todo por llegar a La Moncloa, aunque sea acompañado de un individuo como Tellado, que habla de “cavar fosas” para el Gobierno cuando la democracia existe precisamente para neutralizar y hacer imposible que amenazas de este tipo se formulen ni siquiera como metáforas.

Las medidas que ha anunciado Sánchez no van a parar el genocidio, entre otras cosas, porque Israel y los Estados Unidos se han encargado durante décadas de generar un imaginario de victimización que blinda al Estado sionista de posibles críticas, y porque el derecho internacional se ha aplicado de manera tibia y desigual. La islamofobia está haciendo el resto y las derechas del mundo participan y promueven este entramado siniestro.

Votar hoy a estas derechas es respaldar el genocidio, dar por cancelada la cultura de los derechos humanos y aceptar que se entregue la democracia a los ultras y sus jefes, los oligarcas. Todavía podemos revertir esta tendencia, como demuestra lo sucedido en las elecciones provinciales de Buenos Aires, en las que el ultra y prosionista Milei ha sufrido un tremendo revés. A lo mejor todavía puede imponerse la cordura; a lo mejor podemos seguir peleando derechos y reactivar la democracia.

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