INMIGRACIÓN / El eterno viaje de Malik

Tiene 25 años y uno de estos días intentará viajar por cuarta vez de Senegal a Europa. Su familia le empuja y nada ni nadie le harán cambiar de opinión

Diario Vasco, 09-09-2006

THIAROYE SUR MER (SENEGAL). DV. Nada ni nadie le harán cambiar de opinión. Antes de reencontrarse con este periodista se detiene en el cibercafé y consulta la web de la cadena francesa TV5. «He leído que la vicepresidenta española ha dicho que van a repatriar a todos. Tengo que irme antes de que lo hagan». Ayer mismo realizaba contactos con los dueños de cayucos en Thiaroye.

Malik Gueye, de 25 años, no es de muchas palabras, pero deja claro lo que quiere. «Voy a ir a España. Por mar o por avión. No me puedo quedar aquí», dice en un buen castellano. Insiste en que su trabajo en el pesquero español Águila del Mar, que faena entre Senegal, Mauritania y Cabo Verde, no le da para vivir. «Por cada tonelada de pescado gano 1.400 francos (poco más de dos euros)». Rara vez su salario llega a los 120.000 francos (183 euros), que reparte entre su familia y el ahorro para su nueva aventura española. Esa es una cantidad con la que sueñan muchos jóvenes senegaleses, pero él asegura que «no me permite hacer lo que quiero o comprar una casa».

El joven vive obsesionado y la presión en su entorno no ayudará a que cambie de planes. Lo acompañamos por las calles sin asfalto ni desagües de Thiaroye, donde nos cruzamos con la bella Mami, su prometida de 17 años. Lejos de intentar amarrarle, ella también quiere que Malik se vaya.

Apoyo familiar

En la casa familiar comprobamos que el padre, Ndiogou Gueye, electricista de 52 años, es de la misma opinión. «Yo mismo como buen padre he sido el que le ha propuesto este viaje para que cuando llegue pueda sustentarnos. Mi trabajo es muy inestable y hay que comer todos los días. Aunque sea peligroso tiene que intentarlo». Su madre, Astou, se aferra también a este discurso sin alternativas. Malik no deja a este corresponsal hablar de naufragios ni de desgracias a centenares de millas de la costa. «Somos un pueblo de pescadores. Si volcamos me agarraré a un bidón de gasolina».

El joven, espigado y fibroso, se lleva a la boca tres o cuatro cucharadas de arroz antes de acompañarnos a la playa, donde nos presenta a otros compañeros de travesías sin éxito de los que hay en cada esquina. Monte Gurugú, Beliones, vallas de Ceuta y Melilla, Rabat, Agadir, El Aaiún, Nuadibú…

Las conversaciones en los corrillos a pie de calle se convierten en un repaso a la historia viva de los últimos años de la emigración clandestina hacia España.

En este sentido, el currículum de Malik no tiene desperdicio. En lo que va de 2006 ya lo ha intentado tres veces. Primero, en dos ocasiones vía cayuco desde la ciudad mauritana de Nuadibú. Allí, el 11 de marzo pasado, coincidió con este reportero en la comisaría en la que permanecían retenidos decenas de subsaharianos después de que les fuera imposible llegar a Canarias.

El secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Bernardino León, tuvo la oportunidad de hablar con Malik días después durante su visita a esa comisaría. El joven le hizo ver lo difícil que es para un africano llegar a Europa por la vía legal.

Tras su repatriación en furgoneta desde Nuadibú hasta Senegal, Malik se puso a trabajar de nuevo en el pesquero mientras preparaba a conciencia su siguiente asalto a España, el tercero. Fue hace apenas tres semanas desde las costas del Sahara Occidental. Viajó a Casablanca en avión – los senegaleses no necesitan visado en Marruecos – y de allí, a las órdenes de un mafioso senegalés, a Rabat antes de bajar junto a un grupo de veinte en tren hasta Agadir.

En el sur de Marruecos ya sólo quedaba que el responsable de la red pagara lo acordado a las Fuerzas de Seguridad, como explica Malik, para que pudieran llegar en camión hasta el desierto del Sahara. Pero a las tres horas de salir, con los primeros reflejos de las luces de Canarias al fondo, la lancha neumática tuvo que darse la vuelta por problemas en los motores. «Debían tener agua dentro», explica Malik, que nunca había estado tan cerca de su sueño.

Nadie tuvo derecho a recuperar lo pagado (más de 500 euros) ni a protestar. Así funcionan las mafias. A pesar de todo, Malik no da por cerrado el viaje. Está echando cuentas. Desde Thiaroye el pasaje le cuesta 400 euros, pero prefiere volver a intentar la vía del Sahara, mucho más cercana a España aunque el dinero no le llega para ir a Marruecos. El cuarto asalto está al caer. Nos lo seguirá contando. Eso será señal de que lo peor no ha ocurrido.

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