Hablar de polarización para no hablar de fascismo

Público, Miquel Ramos, 02-09-2025

Los disturbios racistas de este verano en Torre Pacheco no fueron ninguna anécdota. Ni las cacerías ni las campañas racistas de la extrema derecha son nuevas. Advertimos que iba a haber más, que ese es el plan, aprovechar cualquier suceso que protagonice (o no) una persona migrante para sacar las antorchas y prender el fuego. Los hechos sucedidos esta semana en el barrio madrileño de Hortaleza así lo confirman. Y no van a parar.

Dos jóvenes migrantes fueron atacados por unos encapuchados en las inmediaciones del centro donde residen en Madrid. Una de las víctimas acabó en el hospital. Era la venganza por una violación cometida presuntamente por otro residente del centro días atrás. Los agredidos no tenían nada que ver con el agresor sexual, que ya fue detenido. Lo único que los conectaba era su condición de migrantes pobres, de los que residen en centros de acogida. Los que son señalados día tras día por políticos y periodistas relacionándolos con inseguridad y delincuencia, aun sabiendo las consecuencias de poner a todo un colectivo en la diana. Porque precisamente eso, el disturbio, la violencia, el odio y el racismo es lo que buscan señalándolos. Y no se esconden. Insisten, elevan el tono, suben la apuesta y se frotan las manos. Cuanto más miedo, más odio, más caos y más ira se genere, mejor. Caiga quien caiga.

Isabel Díaz-Ayuso publicó la noticia de la violación y señaló una vez más a los menores migrantes y los centros de acogida como problema. Ayuso, como el resto de gasolineros ultras, no habla de violaciones si no las comete un migrante. La delincuencia que les interesa exhibir es la que puede alimentar el odio, la que pueden usar para criminalizar a todo un colectivo. Nada nuevo, una vez más. Es el guion de todo pogromo, lo que explicamos una y mil veces cuando sucedió lo de Torre Pacheco, y cada vez que la ultraderecha trata de instrumentalizar la violencia sexual y el machismo para atizar el racismo. Una violencia, por cierto, protagonizada siempre por hombres, pero no se les ocurre criminalizarlos a todos. Not all men, pero sí todos los migrantes.

La posición de Ayuso, del PP en general y de Vox, que en esta campaña van de la mano, no les supone ningún conflicto legal ni moral. Lo moral nunca casó bien con la derecha de este país, por mucha cristiandad que aparenten, pues solo la usan como ariete o yugo contra los demás. Legalmente, ya pagarán otros, quienes sean detenidos por participar de las algaradas a las que ellos incitan. Como en Ferraz, en Torre Pacheco y en todos los circos que llevan montando para generar el caos y que acaban en disturbios. Aunque la incitación al odio esté tipificada en el Código Penal, hasta ahora les ha salido siempre gratis. Ya tienen a sus chavales, a los nazis y fascistas habituales, que toman la iniciativa, que les hacen el trabajo sucio, pues esa ha sido su labor a lo largo de la historia, cuidar del cortijo, morder al extraño, servir de carne de cañón para que el señorito no se manche las manos.

No es la primera vez que el centro de menores migrantes de Hortaleza está en el punto de mira de los fascistas. Hace ya seis años, tras otra campaña racista liderada por Vox y secundada como siempre por varios grupos neonazis, alguien lanzó una granada contra el centro. Un año después fue el centro de menores del barrio de San Blas, también en Madrid, el escenario de otro señalamiento racista, esta vez con un bulo sobre una violación, que acabó demostrándose que había sido cometida por un español. En esa ocasión, los nazis que salieron de caza acabaron en el hospital.

Mientras el foco y el marco están donde quería la extrema derecha, en las personas migrantes, la inseguridad y la violencia, los escuadristas disparan a quienes les quitan la capucha, a quienes no les temen, a quienes les plantan cara. La agresión al investigador de Diario Red, Román Cuesta, tras exponer a un buen puñado de fascistas anónimos, es la muestra más reciente y evidente de ello. Pero que nadie del gremio se equivoque a estas alturas. Cualquiera que no les haga de palmero tiene la misma diana. Unos serán señalados y acosados por agitadores ultras allá donde vayan. Otros, denigrados por políticos, periodistas y tuiteros de derechas, quienes pedirán insistentemente sus cabezas. Y otros, amenazados de muerte, perseguidos por la calle o agredidos en la puerta de su casa. Y aun así, habrá quien siga hablando de ‘polarización’, de que el ambiente está crispado.

Que cada uno se retrate como quiera con lo de Hortaleza, con las agresiones a periodistas y con los discursos de odio. No van a parar, y vamos a tener muchas más ocasiones para certificar que están dispuestos a todo, a la violencia y la manipulación, a usar cualquier medio a su alcance para causar terror e imponer su ley. Nosotros seguiremos haciendo nuestro trabajo, señalando a los fascistas y defendiendo el derecho a la autodefensa de todo aquél que sea señalado, amenazado y perseguido por cualquiera de estos.

No nos vamos a cansar de señalar también la responsabilidad que tienen políticos y periodistas, personajes famosos en redes sociales y la masa que fomenta y aplaude esto. Ni a los equidistantes que hablan de ‘polarización’ cuando a alguien lo van a buscar a su casa o los nazis salen a la cacería racista. Estamos viviendo un momento de transición hacia no se sabe bien dónde, pero los avisos y el contexto no indican ningún remanso de paz a la vista. Esto no va de migrantes, ni siquiera de periodistas de izquierdas. Estos tan solo son algunas de las palancas de las que tiran los fascistas para hacer saltar todo por los aires. No es polarización. Se llama fascismo. Querer mantenerse al margen no es una opción. Tan solo un refugio temporal para cobardes.

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