Global Sumud Flotilla
Público, , 01-09-2025No falla. Cuando me preocupa un asunto largo tiempo, siempre me aguarda un sueño en el que mezclo la realidad con la ficción. Me sucedió con las convulsas e inciertas elecciones generales de hace unos años, de las que dí cuenta en un sueño relatado en el artículo El día de las elecciones de este diario.
El 31 de agosto de 2025, volví a disfrutar de otro sueño. Fecha para mí muy significativa, pues el 31 de agosto es el día de mi santo, San Ramón Nonato. San Ramón rescataba a esclavos cristianos y ahora en mi sueño, que les cuento a continuación, un grupo de valientes pretenden rescatar a esclavos palestinos, famélicos y torturados, de Gaza.
Salía del puerto de Barcelona una enorme flota de cientos de barcos, cada uno al mando de un portavoz del movimiento “Resistencia al Genocidio”. El buque-insignia era la réplica de la carabela “Santa María”, descubridora del Nuevo Mundo, ubicada en el Muelle de las Carabelas de La Rábida (Huelva), en cuyo puente aparecía la portavoz Greta Thunberg, con la kufiya al cuello y ondeada por el viento. Navegaba en el centro geométrico de la flota, rodeado de barcos por los cuatro puntos cardinales, quizás para ser protegido de un intento de abordaje de la marina israelí para descabezar la Global Sumud Flotilla (Flotilla Mundial de la Resistencia). Al frente de la gran flota que no flotilla, en avanzadilla, como un cabo gastador marino, el barco-guía al mando del actor Luis Tosar, quizás debido a que es el primero que aparece en el excelente video pro Gaza, convocando a todo el mundo a unirse a la flota en cuerpo o espíritu. En el carajo (sic: así se llamaba a la actual cofa del mástil mayor de los veleros) del barco-guía, cual un nuevo Rodrigo de Triana, divisaba el horizonte el periodista Évole, uno de los relatores del citado video. Altavoz en mano, gritaba: ¡Compañeros, compañeras, el ánimo alto y nadie nos detendrá! El mismo grito que lanzaban los rebeldes estudiantes universitarios de Sevilla en los años 1967-68, sentados en la calle San Fernando, aguardando la carga de la caballería de los grises.
Conforme la gran flota avanzaba en el Mediterráneo camino de Gaza centenares de barcos se iban incorporando a ella, pequeños, medianos y grandes. Incluso el “Isla de Corisco”, de mi viejo amigo Luis, que ya había luchado contra los dictadores Franco y Obiang, y ahora se enfrentaba al genocida Netanyahu. Desde ambos lados del Mediterráneo nuevas embarcaciones se unían al convoy. Desde el sur de Europa Marsella, Génova, Cagliari, Valletta, Palermo, Dubrovnik, Atenas… y desde el norte de África Nador, Argel, Túnez, Port Said…. También desde las ciudades más importantes de las islas del Egeo.
A pocos kilómetros de Gaza los barcos en fila ya sobrepasaban la longitud del territorio gazatí. Era una gran flota, pero se veía en los rostros de los expedicionarios su preocupación contenida al enfrentarse a uno de los mejores ejércitos del mundo comandado por un personaje imprevisible y sanguinario. En su memoria no faltaba el recuerdo del fracaso de otras flotillas de la libertad: de Mavi Marmara, donde fueron asesinados nueve activistas por la paz en Gaza, de Madleen, cuyos pasajeros fueron detenidos, interrogados y maltratados por la policía, de Conscience, atacado por drones, que destrozaron y prendieron fuego al buque, de Handala, cuyos navegantes sufrieron violencia física y psíquica.
Ya muy cerca de la costa, ninguna patrullera de Israel aparecía en el horizonte cercano. Era raro, muy raro. Quizás les esperaban tierra adentro; quizás practicarían una maniobra envolvente para aislarles del exterior ¿Se atreverían a darles el mismo trato que a los palestinos/as? Todo es posible cuando un genocida se ve acorralado ¡Ha pasado tantas veces en la historia! El vigía de la gran flota, Évole, ya a poca distancia de la costa, gritó alborozado: ¡Compañeros, compañeras, tierra despejada!
Los viajeros tomaron posesión de la playa de la Franja; la misma en la que Donald Trump quiere construir una serie de resorts para disfrute de los ricos del mundo y beneficios del capitalismo feroz. No había nadie. Ni siquiera palestinos/as para recibirles, agradecidos. Los expedicionarios, organizados por los portavoces de cada embarcación, fueron ganando terreno, a pie, en largas caminatas, mientras los periodistas de la campaña iban transmitiendo al mundo todo lo que sucedía, sin que nadie les molestara. No vinieron a requisarles o romperles las cámaras ante sus narices. De pronto se oyó un intenso ruido y vocerío a lo lejos. Se acercaba una multitud de jóvenes, que desplegaban en sus manos una prenda blanca un banderín, una toalla, un pañuelo. ¿Sería, al fin, la esperada población palestina, manifestando su agradecimiento a los libertadores?. No. Eran soldados israelíes desertores, que deseaban unirse a la marcha.
Llegaron a Tel Avic, que se mostraba desierta con pocos habitantes en las calles y la mayoría de los negocios y tiendas cerrados. Era raro, muy raro. Parecía como si un toque de queda hubiera recluido a la población en sus casas. Los expedicionarios no las tenían todas consigo. ¿Les estarían esperando para detenerles y meterles en las tenebrosas cárceles de Israel, donde el régimen tenía presos y sin cargos a miles de activistas palestinos, incluso niños? ¿Distinguirían entre personajes ilustres y mediáticos de la expedición y los otros, que correrían peor suerte?
De pronto apareció en escena un alto cargo del régimen, el jefe del Estado Mayor del ejército israelí, el teniente general Ayal Zamir, que había mostrado su desacuerdo con la invasión de la Franja de Gaza. Condujo a los portavoces al Palacio del Gobierno. Únicamente estaba allí el primer ministro Netanyahu, detenido. Todos los ministros habían huido y se desconocía su paradero. Solo el primer ministro sorprendido, contrariado, orgulloso, insolente había permanecido en la sede del Gobierno. Un grupo de militares, al mando de Ayal Zamir, había dado un golpe de Estado y depuesto a Netanyahu. El ejército israelí se había retirado de Gaza y miles de camiones suministraban alimentos y medicinas a la población palestina.
En este punto mi sueño entra en una zona de penumbra, que no recuerdo. Como un corte en el celuloide de una película. Solo consigo vislumbrar dos imágenes. La de un sudoroso Netanyahu contestando a las preguntas del fiscal general de la Corte Penal Internacional, que tiempo atrás había ordenado su detención en un proceso a instancia de Sudáfrica, sin que ningún Gobierno moviera un dedo para detenerle. Y la imagen de Netanyahu recorriendo las calles del nuevo Estado de Palestina, escoltado, llevando en los hombros unas tablas con los diez mandamientos mosaicos grabados en ellas, en las que destacaba el quinto: No matarás. Quizás la sentencia dictada por la Corte Penal Internacional.
Después de varios fracasos anteriores, la persistente Flotilla de la Libertad había conseguido lo que no pudieron o no quisieron hacer los jefes de Gobierno del mundo, la ineficaz Naciones Unidas y la cobarde Unión Europea, cruzada de brazos, ante uno de los mayores genocidios de la historia de la Humanidad.
Redacto este sueño en el inmueble carabela Pinta de La Antilla (Lepe), de la que era natural Juan Rodríguez Bermejo, conocido como Rodrigo de Triana, que en la noche del 11 al 12 de octubre de 1492 avistó tierra desde el carajo de la carabela Pinta. Coincidencias de la vida.
(Puede haber caducado)