Caza al periodista

Público, Anibal Malvar, 30-08-2025

Definitivamente, han salido de la caverna y quieren guerra. Tiene razón Javier Aroca cuando dice que siempre estuvieron ahí, que se les veía en las calles y se les oía en los parlamentos, teles e iglesias. Estaban ahí cuando un pobre aparecía abrasado en un cajero. También cuando apalizaban inmigrates en El Ejido y tantos sitios. Cuando se denigraba y amenazaba al feminismo, también estaban ellos. Estaban cuando se condecoraba a policías corruptos, torturadores y asesinos como Billy El Niño. Estaban, estuvieron siempre, en los grandes periódicos (Hermann Tersch durante 20 años en El País, Federico Jiménez Losantos desde siempre en El Mundo). Y están y estarán en los despachos enmoquetados del Íbex 35, despachos que heredaron de sus padres y abuelos franquistas, ladrones de guante no tan blanco que se hicieron ricos durante el régimen corrupto del dictador. El dinero robado afianza mucho las convicciones ideológicas. Y, por supuesto, estaban y están en los juzgados, son plaga negra en el tercer poder del Estado y, como pueden hacer, hacen.

Lo que pasa es que ahora los australopifachas sienten que ha llegado su hora, la hora de la violencia y el descerebre, de la exhibición pública de brutalidad y fuerza. Ya os advierto de que esto puede terminar en hostias, en muchas hostias, en mucha violencia callejera, porque la izquierda, la migración y la mujer van a organizar respuesta tarde o temprano, y van a dejar de escribir y de leer contra ellos, de cantar y escuchar contra ellos, y la gran victoria de estos fascistas será el haber devuelto el ansia de violencia a los pacifistas. Ya lo están consiguiendo. Yo mismo, que soy menos belicoso que un nenúfar, empiezo a sentir cómo su odio me contamina las venas y la prosa. Ese odio que nunca fue mío, ni quise, me infecta y me carcome. No soy el único.

Como escritor, voy mendigando por los bares conversación, miradas, anécdotas e intimidades. Hace unas semanas, la suerte me sentó en una terraza con mi buen amigo Alexis. Alexis es técnico de luz y de sonido, y cuando nos juntamos siempre me habla de cosas bellas. Él mismo es una de esas cosas bellas. Precisamente, el único defecto que le encuentro es que es insultantemente guapo y joven, y yo muy envidioso.

Alexis se sentó a mi mesa, se pidió una caña y lo primero que me dijo es que estaba harto de los fascistas y que había que empezar a hostias con ellos cuanto antes. Aceptaba su reto por la violencia. Tardé en darme cuenta de que hablaba muy en serio. Jamás me lo había comentado en tantas conversaciones en los últimos años, pero me explicó que era experto en no sé qué artes marciales y que le apetecía salir a la calle a hacer razzias, como ellos. Mi buen amigo artista se quería convertir en soldado, y él no puede ni imaginar cómo me entristeció. Estaba empezando a contaminarse de violencia, como yo. Dejar la pluma por la espada. Por primera vez en nuestra amistad, Alexis y yo no hablamos aquella tarde de ninguna cosa bella. Ni una sola. Es lo primero que te arrebata el fascismo, antes de robar todo lo material que tienes o puedas tener: el derecho a la belleza.

Ahora han puesto de moda la caza al periodista. La otra noche, tres fascistas agredieron a las puertas de su casa al reportero Román Cuesta, de Diario Red, que lleva meses desvelando la identidad real de los odiadores e incitadores a la violencia ultra en las redes. Porque, como todos sabéis, los valientes hormonados de gimnasio se ocultan en el anonimato. Y les molesta mucho que se sepan sus nombres y apellidos, como a la Pimpinela Escarlata. Como son tan cortos que graban y cuelgan sus hazañas en las redes, al parecer la policía ha identificado y tomado declaración a Pedro Bayonas, candidato de Vox en Blanes (Girona), y a su novia Sheila Muñoz, otra popular (va casi sin segundas) mamporrera del partido ultra. Huelga decir que los tres fascistas salieron corriendo en cuanto Román Cuesta los enfrentó con una sonrisa. Son patéticos y cobardes. Pero no siempre van a salir las cosas tan bien. Hay mucho pirado, mucha coca y bastantes armas en ese mundo.

Pocas horas después, el PP, siempre fiel bufón telonero de Vox, como no se atreve a golpear a periodistas por la calle, señala a Sarah Santaolalla por haber insinuado en TVE que los votantes del PP son imbéciles. Vamos a ver: ¿cómo se calificaría a alguien que vota a una persona, Isabel Díaz Ayuso, que dice que los lugares con plazas de toros sufren menos el cambio climático?: “No conozco un lugar donde la prosperidad y la libertad se hayan abierto camino tras cerrarse una plaza de toros. Todo lo contrario, le ha seguido la sequía, el control político y el adoctrinamiento”. A ver si ahora nos van a pedir que llamemos a los votantes del PP seguidores de intelectuales de referencia.

La estulticia inspira al odio y se inspira en el odio. Y el odio es contagioso. Este clima de violencia que nos quieren imponer puede ser irreversible. La inseguridad ciudadana no son los migrantes: son los enemigos de los migrantes, los del PP y sus jefes de Vox. Los que van dando hostias por Torre Pacheco y en la casa de periodistas. Lo triste es que los garantes de la concordia, policía y jueces, son cómplices de esta invasión australopifacha. Y un pueblo aplastado e indefenso es la bestia más feroz que puedes echar a las calles. Ojalá me equivoque.

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