Hambre, la peor humillación para los humanos: de Coetzee a Palestina
Público, , 31-08-2025Cerramos agosto leyendo a dos de mis escritores favoritos: Erri de Luca y John Coetzee, quien en un momento de su novela ‘Diario de un mal año’ dice: “Hambre, la peor humillación para el ser humano”. Imposible no recordar en estos momentos, una y mil veces más, el genocidio que está cometiendo Israel en Palestina, sometiendo a la hambruna a su población en su propio territorio, cazándoles como si fueran conejos cuando acuden a recoger algo de comida. Brutal. No quedan palabras para condenar al Estado sionista, que encima pretende darle la vuelta a sus crímenes con una propaganda vergonzosa y chantajes a diestro y siniestro. Tampoco quedan palabras ni razón para entender que una vez más el dinero prime sobre cualquier derecho humano: La Vuelta (ciclista a España) permite participar a un equipo israelí. Resulta obvio pedir el boicoteo al ‘evento deportivo’.
Entre los libros que he leído este verano ha caído uno que tenía pendiente de Erri De Luca, ‘El giro de la oca’ (Seix Barral). Aunque su vida se cuela en casi todo lo que escribe, estamos quizás ante una de la novelas más autobiográficas del maestro napolitano. De Luca se inventa un hijo ficticio y, durante una noche, mantienen una conversación en torno a la paternidad del que no ha sido padre, de su paso revolucionario por Lotta Continua, su trabajo como albañil, la escritura y las lecturas (destaca a Borges por encima de casi todos), su arraigo en Nápoles y Montedidio, el barrio donde se crio…
Como si se sometiera a un psicoanálisis, el hijo ficticio actúa como contrapunto del autor de Montedidio (tal vez su mejor novela) o de El juego del Mikado (más reciente e irregular, con un comienzo maravilloso y un desarrollo posterior más forzado, siempre, eso sí, con una prosa y una sensibilidad inigualables en las letras europeas). El hijo en la novela trata de desmontar algunas de las ideas de De Luca, alumbra alguna de sus contradicciones. Claro está que quien habla no deja de ser el propio autor, aunque sea a través de otro. Un escritor es uno y todos sus personajes, ¿no?
En este ejercicio de autoanálisis me ha recordado a otro titán de las letras, John Coetzee, de quien también he leído este verano otra novela, Diario de un mal año (Random House). Un editor alemán invita a participar en un libro sobre temas de actualidad a un viejo y provecto escritor australiano, que como en otras obras actúa como alter ego del propio Coetzee, en un interesante juego entre realidad y ficción. La relación con una joven que vive en el mismo edificio y que le ayuda a transcribir los textos sirve también como contrapunto del escritor, y como recuerdo de lo que es el deseo.
En un momento de la conversación que mantiene Erri De Luca con su hijo ficticio, le dice: “Durante veintidós días, alrededor de los cincuenta años, practiqué la abstinencia de alimentos. No importa saber ahora las razones. / También se llama huelga de hambre, pero no oso emplear la palabra hambre, la peor humillación para el ser humano. / El hambre se padece, no se elige”.
El hambre es la peor humillación para el ser humano. El hambre se padece, no se elige.
Pues esta estrategia criminal es la que utiliza desde hace meses Israel contra los palestinos. Una humillación más en este genocidio calculado milimétricamente, como el Holocausto, con la complicidad de las potencias mundiales, sobre todo del protoestado fascista de Estados Unidos. Mientras escribo estas líneas, me entero de que Israel ha bombardeado, de nuevo, un hospital y ha matado a decenas de personas, entre otros, a periodistas. Quieren que nadie cuenta el horror de lo que está pasando allí. Que no haya testigos de su exterminio. Por eso es tan importante alzar la voz, como sea, por el medio que sea. Cada uno con el altavoz del que disponga. No podemos callarnos. Tampoco los artistas, cantantes, ni los actores, directores, escritores, ciudadanos de a pie. Es lo mínimo que podemos hacer. Frente a lo que está sucediendo no puede haber neutralidad posible. Lo siento por los que prefieren pasar de perfil por la historia. De los que apoyan a Israel ni siquiera tengo palabras para definirlos. Por cierto, qué espanto que se haya permitido a Israel participar en la Vuelta a España a través del equipo Premier Tech. Habría que boicotearla. (Nota de la dirección de ‘El Asombrario’: Al director general de La Vuelta, Javier Guillén, le ha parecido un acto de violencia la protesta esta semana de un grupo de ciudadanos por la participación del Estado genocida en este evento deportivo; le debe de parecer más violento ese acto que estar matando de hambre a dos millones de personas).
En una entrevista en el suplemento Ideas del diario El País, la filósofa Catherine Chalier dice que se “puede ser crítico con la guerra en Gaza, pero ser antisemita es otra cosa”. Está muy bien esa crítica y bienvenida sea, sobre todo si procede de alguien que ha estudiado en profundidad el judaísmo y la Torá. Solo que no es una guerra. Es un genocidio. Palabra que, por más que insiste Daniel Verdú, el periodista, ella se resiste a aceptar, aun condenando la hambruna y la actuación de Israel. Hace días, me sobrecogió una declaración del doctor Abu Abed que recogía en su Instagram Médicos Sin Fronteras: “¿Genocidio? ¿Limpieza étnica? ¿Crímenes de guerra? ¿Hambruna? Vosotros debatís la terminología […]; nosotros enterramos a nuestros hijos con nuestras propias manos. El mundo pregunta: ‘¿Es un genocidio?’. Nosotros: ‘¿Llegaremos a mañana?’. La historia lo nombrará, pero ¿quedará entonces alguno de nosotros para leerlo?”.
(Puede haber caducado)