¿Sacrificar un 0,11% del PIB por Gaza? Qué implicaría una huelga global de consumo para detener el genocidio

Este 21 de agosto comenzó una acción a escala mundial contra el genocidio en Palestina: una huelga de consumo cuyo objetivo, según Humanti Project, la organización convocante, es “golpear a los gobiernos en donde más les duele, en sus economías”.

Público, Alejandra Mateo Fano, 23-08-2025

La devastación que vive hoy la Franja de Gaza tras casi dos años de asedio initerrumpido por parte del Ejército israelí urge a los gobiernos de todo el mundo a exigir con contundencia el cese definitivo de las hostilidades. Las organizaciones propalestinas llevan estos casi dos años organizando marchas, protestas, acampadas y todo tipo de acciones en aras de presionar a las instituciones para que dejen de ser cómplices de la masacre israelí.

La última iniciativa reivindicativa, que arrancaba con fuerza este jueves a escala global, consiste en una huelga de consumo indefinida que pretende sostenerse hasta que las autoridades salgan de su letargo y rompan definitivamente sus relaciones con los actores del conflicto. La entidad convocante de esta macro campaña ciudadana, Humanti Project, una organización que se define a sí misma como “colectivo de base por la liberación de Palestina”, remarcaba esta semana los puntos troncales del parón.

Por un lado, es crucial evitar la compra de cualquier producto o servicio durante la jornada del jueves, ya sea de forma física (compras en supermercados, restaurantes, tiendas etc.) como digital, es decir, a través de plataformas de pago online, por ejemplo por medio de suscripciones.

Por otro, según el colectivo, debe reducirse al máximo el uso de transporte público y coche particular: “Una caída notable en las ventas de gasolina o en el uso del transporte público, especialmente si ocurre el mismo día cada semana, se reflejará en los informes energéticos y en los ingresos de las autoridades de transporte”, destacaban desde sus redes sociales, mientras que animan a emplear medios de movilidad como la bicicleta, el patín o simplemente desplazarse a pie en la medida de lo posible para evitar todo tipo de transacciones.

Estas acciones coordinadas y organizadas, que están siendo secundadas por organizaciones como BDS (Boicot, Sanciones y Desinversiones) y la Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina (RESCOP), no son simples llamadas de atención a las instituciones ni buscan tener un mero impacto simbólico. Su objeto último es doblegar definitivamente a quienes, a juicio de estos colectivos, siguen siendo cómplices del genocidio: “No buscamos actos simbólicos sino consecuencias visibles y medibles”, expresaban esta semana en sus redes.

En concreto, reclaman la imposición de sanciones totales y exhaustivas a Israel, la aplicación de un embargo comercial bilateral completo, el cese de la ventas de armas y a la cooperación en materia de inteligencia. También, en línea con las exigencias de las organizaciones humanitarias que intentan sin éxito desde hace meses introducir productos de primera necesidad a la Franja tras el bloqueo israelí, garantizar el libre acceso de las organizaciones de ayuda en el enclave.

Ahora bien, ¿de qué manera este parón podría repercutir en el curso de la economía nacional hasta el punto de influir en las decisiones políticas? Aunque todavía es muy pronto para vaticinar los efectos de una huelga que cuenta tan solo con una jornada de vida, sus organizadores estiman que, si su fuerza se mantiene en el tiempo de forma constante, el PIB de muchos países sufriría variaciones significativas: “En la mayoría de los países occidentales, el consumo de los hogares representa entre el 60% y el 70% del PIB. Esto significa que dónde y cuándo gastamos nuestro dinero influye directamente en la fortaleza de la economía. Si dejamos de gastar nuestro dinero, aunque sea solo por un día, crearemos una perturbación visible y cuantificable”, predicen.

Humanti Project pone como ejemplo a EEUU, donde, afirman, el gasto diario de los consumidores asciende a una media de entre 45.000 y 50.000 millones de dólares. “Si solo el 5% de los consumidores retuvieran su gasto durante un día, eso se traduciría en una contracción de entre 2.000 y 2.500 millones en la actividad declarada”, declaran. Es decir, según los expertos, si ese porcentaje de la ciudadanía evitara el consumo de todo tipo de productos durante cada jueves, considerando que un año cuenta con 52 semanas y que el PIB mundial anual es de 113, 3 billones de dólares, se estaría renunciando al 0,11% del PIB mundial.

El economista y analista financiero Javier Santa Cruz destaca en conversación con este medio que, en el supuesto de que un número notable de ciudadanos secundara sostenidamente el parón, los efectos se reflejarían fundamentalmente en dos parámetros. Por un lado, en las ventas minoristas y, por otro, en la inflación mensual, ya que los precios de los productos descenderían radicalmente. Todo ello derivaría en un desplome de la recaudación estatal de IVA.

De este modo, un boicot de las características de esta huelga global, en caso de contar con un apoyo abrumador, “tendría efectos y ramificaciones importantes sobre la economía”, subraya Manuel Hidalgo, profesor de economía de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, en consonancia con Santa Cruz. “El consumo afectaría directamente al Producto Interior Bruto, que a su vez incidiría en las cifras de empleo, es decir, tendrías una contracción económica. El Estado vería reducida de forma significativa su recaudación en forma de IVA y acabaría desembocando en problemas para poder financiar las actividades y los servicios públicos”, explica.

El impacto de la iniciativa, soslayan los economistas, dependerá de factores como el grado de seguimiento de la convocatoria, el tiempo que logre dilatarse y, por supuesto, el número de personas que se sumen a la misma, algo que todavía es imposible cuantificar. No obstante, infiere Hidalgo, si el seguimiento fuese realmente masivo, en menos de un mes el Estado notaría ya cambios. “Ya en un solo mes tendrías una actividad sensiblemente menor, porque cuando le quitas cuatro días de consumo a un mes, esos cuatro días suponen un 12% de los días mensuales, 50 menos de consumo al año, de manera que el efecto sería muy palpable”, asegura.

BDS, colectivo seguidor de esta convocatoria, cuenta con una dilatada experiencia impulsando acciones de boicot tanto económico como cultural, académico e incluso deportivo contra Israel, muchas de las cuales ya han dado sus frutos. Una de sus portavoces, Alys Samson Estapé, indica a Público la importancia de esta estrategia como herramienta efectiva de presión colectiva: “El boicot comercial manda un mensaje muy claro: hacer negocio con Israel sale muy caro. Ha habido muchos ejemplos de empresas que han tenido que decidir irse de Israel porque han sufrido pérdidas a nivel económico gracias a campañas de presión a nivel internacional”, desliza.

Pone el ejemplo de Carrefour, que en varios países árabes se vio obligado a echar el cierre ya que no estaba vendiendo a penas productos tras el boicot comercial impulsado que distintos colectivos impulsaron contra la empresa. Otro triunfo del boicot económico capitaneado por esta organización ha sido, este año, la retirada de la multinacional de seguros francesa AXA de sus acciones en varios bancos israelíes como Bank Hapoalim o el First International Bank of Israel.

Pese a que no supone lo mismo boicotear un tipo concreto de productos, como pueden ser los procedentes de colonias israelíes, que dejar de consumir cualquier clase de bien independientemente de su origen, ambas estrategias ponen de manifiesto la potencialidad del boicot ciudadano a gran escala a la hora de trastocar el flujo de los mercados.

En este sentido, la activista palestina Jaldía Abubakra, integrante y fundadora del Movimiento de mujeres palestinas Alkarama, confía en las buenas expectativas de una huelga que estos días ha gozado de una amplia difusión en redes: “No olvidemos que la mayoría de la población mundial somos clase trabajadora: producimos y también consumimos. Por eso debemos aprovechar esta herramienta para exigir a los gobiernos que tomen medidas ya para parar el genocidio”.

Desde que se lanzó oficialmente la convocatoria, afirma estar percibiendo el impacto social y mediático de la misma: “Primero, se nota la amplia difusión que ha tenido la convocatoria, y segundo, por la disposición de mucha gente a seguirla. Veo a personas preocupadas que preguntan cómo pueden sumarse a esta huelga”, celebra.

Por todo ello, espera que la consecución del parón de los jueves se traduzca en el medio plazo en que “los gobiernos dejen de ser cómplices de un genocidio, tal y como obliga la legislación internacional”, ya que si prospera “golpearía directamente a los gobiernos donde más les duele, en sus beneficios y ganancias”. Pero, sobre todo, que los gestos y palabras se transformen en hechos palpables de rechazo firme al exterminio sionista.

Gaza muere de inanición
El posicionamiento activo de los Estados es cada día más urgente ante el deterioro extremo de la situación humanitaria en la Franja. Mientras el Ejecutivo de Benjamin Netanyahu pone en marcha sin contemplaciones su maquinaria de guerra para la invasión efectiva de Ciudad de Gaza, la población palestina está exhausta tras 22 meses de ofensiva.

Este viernes, la ONU declaraba oficialmente, y por primera vez en la región, la hambruna general en Gaza. Las cifras no dejan lugar a dudas sobre lo catastrófico del escenario actual: según Save the Children, que opera actualmente sobre el terreno, al menos 132.000 niños y niñas menores de cinco años en Gaza están en riesgo de morir por malnutrición aguda. Además, en las dos primeras semanas de agosto, el 61% de las mujeres embarazadas y madres recientes atendidas por esta ONG fueron diagnosticadas con desnutrición.

En este sentido, como destaca a Público Arantxa Oses, responsable de política exterior de esta organización humanitaria, “lo que hemos visto es que en las últimas semanas ha aumentado de una manera exponencial y dramática el número de niños y niñas que estamos recibiendo en nuestras clínicas con síntomas de desnutrición aguda, estimamos que el número de pacientes con este problema se ha multiplicado hasta un 10% en las últimas semanas”. Por su parte, Médicos sin Fronteras ha registrado a más de 1.599 personas víctimas de desnutrición tan solo en la ciudad de Gaza, habiéndose multiplicado por cinco el número de ingresos por esta causa en sus centros médicos.

Con todo, tras casi dos años de hostilidades, el Ejército israelí se ha cobrado la vida de más de 61.827 palestinos (en su inmensa mayoría mujeres y niños) según cifras del Ministerio de Sanidad gazatí. Todo ello sin contar los miles de cuerpos que yacen bajo los escombros sin posibilidad de que los equipos de rescate puedan acceder a ellos.

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