Desarmar a los genocidas
Público, , 24-08-2025Hace un año ya, la abogada Blinne Ni Ghrálaigh tomaba la palabra ante la Corte Internacional de Justicia en nombre de Sudáfrica para denunciar que en Gaza se estaba produciendo “el primer genocidio de la historia en el que las víctimas están dando testimonio de su destrucción en directo, confiando desesperada, y de momento, vanamente, en que el mundo haga algo”.
La vergonzosa inacción occidental ante la decisión israelí de intensificar los bombardeos y el terror entre la población civil viene a confirmar esa sentencia lapidaria. Sobre todo si se tiene en cuenta que el anuncio llega tras un cerco de hambre que ya ha convertido Gaza en un lacerante campo de concentración.
Día tras día, pasan los reels, pasan los niños palestinos con las costillas pegadas al cuerpo, pasa Trump prometiendo un complejo turístico sobre lo que ya es un cementerio, pasa un rabino que no puede creer que se comentan estos crímenes en nombre de la Torá. Pero en realidad no pasa nada.
¿Cómo es posible que no haya prácticamente ninguna voz gubernamental europea que hable de genocidio? Basta con repasar las declaraciones de Netanyahu y de sus ministros para constatar que pretenden llegar hasta el final: acabar con los palestinos o expulsarlos de sus tierras. De aquí las matanzas colectivas, las hambrunas, los desplazamientos forzosos de la población.
Increíblemente, algunos siguen justificando estos abyectos crímenes alegando un supuesto derecho a la defensa ante los brutales ataques de Hamás. Pero la hipocresía y la inmoralidad de estos argumentos es cada día más obvia. Primero, porque fue el propio Netanyahu, cuando el convino, quien financió y alentó la existencia de Hamás para debilitar a la Autoridad Nacional Palestina a sabiendas de lo que hacía. Segundo, porque ni los asesinatos y secuestros de palestinos, ni las detenciones y deportaciones, ni la confiscación de sus tierras o la demolición de sus casas comenzaron después del 7 y 8 de octubre. Llevan décadas practicándose. En Gaza, en Cisjordania y dentro del propio Israel.
Lo que se ha producido con Netanyahu es un salto decisivo en la deshumanización de la población palestina. Esto es lo que concluye la Corte Penal Internacional y lo que comienzan a sostener personalidades judías del mundo entero. Escritores como David Grossman, defensoras de derechos humanos como Marcela Perelman, miles de activistas que en Estados Unidos, Europa y el mundo entero están siendo encarcelados por protestar contra lo que ellos mismos califican ya como genocidio.
La cuestión es que el genocidio, crimen de crímenes, no solo debe ser constatado. Según la propia Convención de 1948, debe prevenirse y debe frenarse. No de aquí a un año, sino ya. Y esto es lo que no está ocurriendo. Hay países que en respuesta a la brutalidad de Netanyahu están reconociendo al Estado palestino. No es algo menor. Pero eso no va a parar la masacre. Lo único que va a hacerlo es desarmar a los genocidas.
Desarmar a los genocidas no es una consigna vaga. Tiene traducciones concretas. Aplicar sanciones, ya. Acabar sin excusas con la compra y venta de armas a Israel. Romper las relaciones económicas e institucionales que sustentan los crímenes en curso. Ejecutar las órdenes de detención libradas por la Corte Penal Internacional. Sin eso, ni va a parar la destrucción ni va a haber un alto el fuego duradero.
¿Es posible? Hay países que se han comprometido desde el comienzo. Véanse los ejemplos de la valiente Sudáfrica, de la digna Colombia del presidente Petro o de los países que conforman el llamado Grupo de La Haya.
¿Y Europa? Pues ha perdido la dignidad en Gaza. Atrapada entre su propia historia colonialista y su patética subordinación a los Estados Unidos, ha seguido armando a Israel, comprará muchas más armas a Trump y apenas ha cuestionado las tropelías de Netanyahu, cuando no las ha justificado.
Hay excepciones, sí, pero son eso ¿Cómo es posible que Pedro Sánchez no se haya sumado ya a la exigencia del presidente irlandés Michael Higgins de que la ONU habilite una fuerza de mediación para abrir un corredor humanitario en Gaza? Y la decisión de los ministros de los Países Bajos de dimitir porque su gobierno es incapaz de sancionar a Israel, ¿no está lanzando un mensaje de que hay situaciones límite ante las que hay que plantarse en serio?
La defección de las instituciones europeas movería al derrotismo si no fuera porque el propio pueblo palestino no deja de dar al mundo lecciones de dignidad. Sin la persistencia palestina no se explicaría la emergencia de una esfera pública internacional cada vez más consciente de que el genocidio en curso no es solo un reflejo de los colonialismos practicados en el pasado. Es una advertencia de lo que nos espera a todos los que queramos revelarnos por causas justas, a las personas migrantes, a las mujeres, a las clases trabajadoras, a la humanidad, en definitiva, si la impunidad de los genocidas se impone.
Si la indignación frente a lo que ocurre en Palestina o en el Congo se convierte en una movilización transnacional contra el genocidio, quizás haya una brizna de esperanza de que se pueda desarmar a los genocidas, alcanzar un alto el fuego y conquistar una legalidad humanista, anticolonial, alternativa al crudo avasallamiento del más fuerte.
Hoy son muchísimas las personas del mundo entero que están dando esta batalla. Son las que día a día, desafiando la represión, salen a las calles, realizan huelgas de consumo, practican boicots contra bancos y empresas que se benefician con el genocidio, bloquean embarcaciones que importan o exportan armas a Israel, o realizan huelgas de hambre como la de la cineasta catalana Mi Hoa Lee.
La propia Barcelona, capital contra la guerra de Irak, contra los recortes, y a favor de tantas causas justas, será el centro de una nueva iniciativa contra el genocidio palestino impulsada por el Global Movement to Gaza.
Del 29 al 31 de agosto zarpará de sus puertos una nueva Flotilla, con más barcos que cualquiera anterior, con el propósito de romper el bloqueo israelí y abrir un corredor de ayuda humanitaria a Gaza. El gobierno español, el gobierno catalán y el gobierno de la ciudad aseguran estar comprometidos con la causa palestina. Que lo demuestren. Que protejan y coloquen bajo su bandera a esta nueva Flotilla contra la barbarie.
Miles de activistas llegados de toda la península y del mundo vendrán a exigir a las instituciones que pasen de las palabras a los hechos. No puede haber excusas. Palestina y la humanidad del futuro, representada en las miradas acusadoras de las niñas y niños de Gaza, en las mujeres y ancianos que resisten entre los escombros, no pueden esperar más.
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