Radiografía del racismo en España: agresiones, insultos y estigmas disfrazados de opiniones

Más de la mitad de asiáticos, africanos y árabes declaran haber sufrido o haber sido testigos de algún tipo de discriminación, según un informe del Ministerio de Igualdad.

Público, Raúl Bocanegra, 17-08-2025

La violencia en Torre Pacheco —desatada tras la agresión a un vecino de la localidad, inflamada por bulos en redes sociales e insultos de extrema derecha, que investiga la Fiscalía—, unida a la posterior moción de tintes islamófobos de Jumilla —aprobada por PP y Vox, contra la que ha reaccionado incluso la Conferencia Episcopal— han situado en el primer plano la situación del racismo en España.

SOS Racismo, ONG que lleva lustros en la pelea y que cada año atiende centenares de denuncias en sus sedes, destaca que se trata de un asunto estructural, en absoluto episódico: “Mientras no pongamos el foco en las causas estructurales —precariedad, exclusión, desigualdad, abandono institucional— será fácil que esos malestares sean instrumentalizados por quienes necesitan un enemigo interno que desvíe la atención”.

“Es esta normalidad desigual —y no un fenómeno aislado— la que constituye el caldo de cultivo del que se alimentan las expresiones fascistas que estamos viendo proliferar”, razonan en la ONG. Además, el racismo, en este mundo, “se reinventa, se adapta a los tiempos, se mimetiza con discursos progresistas, se esconde bajo la supuesta libertad de expresión: es más sutil, más digital, más institucional. […] Ya no siempre se presenta con gritos o insultos directos [que también y primeramente]. A veces llega en forma de microagresiones, de techos de cristal, de estigmas disfrazados de opiniones”, recoge la ONG en su último informe anual, de junio de 2025.

Así, desde luego, lo corrobora el muy documentado estudio El impacto del racismo en España, publicado en marzo pasado, y financiado por el Ministerio de Igualdad. A través de la escucha, de un proceso de entrevistas grupales y de un sondeo efectuado en el último semestre de 2024 con preguntas “a 2.200 personas pertenecientes a nueve grupos étnicos”, tiene como objetivo revelar “la percepción y las experiencias de discriminación motivadas por el origen racial o étnico de las víctimas potenciales en España”.

“La discriminación estructural se construye mediante la superposición de diferentes factores sociales que generan desigualdades sistémicas”, se lee en el estudio, que ubica el grado de percepción de racismo de la sociedad española en una “posición intermedia” (4,6 sobre 10). Por otro lado, "el grado de acuerdo con la afirmación “las personas españolas son respetuosas con los derechos humanos” es de 6,9, donde 1 es nada de acuerdo y 10 muy de acuerdo". "Al contrario de lo que cabría pensar con los datos sobre grado o percepción de racismo —analiza el estudio—, las personas encuestadas tienden a estar de acuerdo con que los derechos humanos son valorados y respetados por la sociedad española.

Discriminación
Según este trabajo, “el 32,8% de las personas encuestadas señalan que han sido testigos o han vivido en primera persona alguna situación de discriminación racial en los últimos 12 meses”. Ha de tenerse en cuenta, puntualiza el mismo informe, que “se ha incluido el grupo étnico de personas blancas latinoamericanas que, si bien son potenciales víctimas de discriminación, sufren menos discriminación racial que los otros grupos”. De tal manera que, al excluir a estas personas, “el porcentaje de personas […] sube al 35,9%”.

“El grupo en el que se detecta —añade el estudio— la mayor proporción de personas que señalan haber experimentado situaciones de discriminación (directa o a terceras personas próximas) es el de la población de Asia del Este o Sureste, con un 70% de personas que así lo identifican. Le siguen las personas de África negra y la población árabe, amazigh y norteafricana no árabe: el 56% y 49% de las personas de estos grupos étnicos, respectivamente, declaran haber experimentado discriminación racial en el último año”.

En el trabajo se expone que las situaciones discriminatorias más comunes de las que las personas encuestadas declaran haber sido testigos o víctimas son “los insultos y los comentarios despectivos (16%) y los comentarios y actitudes racistas en la calle (9%)”. Las menciones hacen referencia a “múltiples situaciones de violencia verbal, exclusión social y trato diferenciado, entre otros”. El 5% indica además que las experiencias vividas “se han relacionado con agresiones físicas, peleas y violencia”.

“Las siguientes áreas —añade el estudio— que agrupan dichas situaciones discriminatorias se relacionan con espacios de convivencia concretos: el ámbito policial (control excesivo), espacios públicos (calle, establecimientos públicos, transporte público, seguridad privada, lugares de ocio) y el entorno laboral. En menor medida, se apunta a situaciones de discriminación en centros educativos y en el barrio o en el acceso a la vivienda”.

Existen también “prácticas discriminatorias sutiles”, según el estudio, que tienen un carácter menos explícito, en que la intencionalidad no es clara, y que pasan más desapercibidas, caracterizadas a veces como microagresiones, como miradas despectivas, actitudes y comentarios. Sin embargo, añade el trabajo, “este tipo de actitudes recurrentes pueden tener un impacto muy negativo en las personas, acarreando consecuencias psicológicas negativas para las personas y mermando derechos fundamentales”.

La encuesta pregunta también a quienes han manifestado haber experimentado situaciones de discriminación por los motivos. El 61% indica que dichas situaciones han sido motivadas por el color de la piel o los rasgos físicos. El 36% menciona como motivo de discriminación las prácticas, costumbres o comportamientos culturales diferentes a las tradiciones españolas, mientras que el 31% dice que fue por sus creencias religiosas.

Según la encuesta, “el 52% han vivido en los últimos 12 meses al menos una situación que puede calificarse como delito de odio en diferentes ámbitos, en tanto que han sufrido alguna agresión física, amenazas, daños, insultos efectuados públicamente”. Sin embargo, los niveles de denuncia de situaciones discriminatorias se mantienen en niveles bajos: “Sólo el 22,6% del total de personas que han experimentado una situación discriminatoria en el último año y de manera espontánea ha afirmado haber presentado alguna queja, reclamación o denuncia”.

Las redes y Torre Pacheco
“[El racismo] ya no sólo se manifiesta en la calle, hoy también se manifiesta en internet y en las redes sociales, donde el anonimato y la viralidad amplifican el odio”, expone SOS Racismo.

El Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia detectó, en efecto, durante los días de furia en Torre Pacheco, “una activación significativa del discurso de odio en redes sociales vinculada” a los hechos, que se vieron “intensificados y alimentados por una extensa red de bulos y desinformaciones que se difundieron masivamente a través de redes sociales”. “Se identificó —afirma el Observatorio en un informe— un aumento en el volumen de mensajes [racistas] entre los días 11 y 17 de julio, coincidiendo con los momentos de mayor tensión social”.

En ese caso, según el Observatorio, “el 91 % de los contenidos de odio detectados estuvieron dirigidos a personas del norte de África. Este grupo diana fue el principal objetivo de las campañas de desinformación y hostilidad, coincidiendo con los sucesos en Torre Pacheco”. El 33% de los mensajes incluían contenidos “de deshumanización” y expresiones degradantes como “alimañas” o “dan asco”.

“El 27% de los contenidos [analizados por el Observatorio presentó] al grupo diana como una amenaza, vinculándolos con conductas violentas e inseguridad, mientras que un 23% de los mensajes incitaron directamente a la expulsión, manifestando una hostilidad explícita con frases como se dedican a pegar palizas, violar y robar a los españoles que buscan justificar medidas extremas de exclusión social”.

“Este tipo de mensajes —considera el Observatorio— refuerzan narrativas de criminalización y rechazo social, generando un clima de intolerancia”. “Los contenidos falsos —remacha el estudio— sirvieron para reforzar estereotipos negativos, deshumanizar y crear un clima de miedo e inseguridad en el municipio. La desinformación generó una narrativa falsa que legitimó la hostilidad y la violencia, facilitando la organización de grupos violentos y la justificación social de sus acciones, y generando un impacto negativo en la convivencia y la cohesión social”.

Dinero, sexo y discapacidad
La discriminación, además, no actúa de manera aislada, “sino que las personas que han sido discriminadas por su origen étnico racial, por su piel y por su cultura, a menudo experimentan discriminación asociada a otros factores como su situación económica, sexo y/o al idioma”, recoge el estudio El impacto del racismo en España. Así, “los niveles de discriminación y las experiencias en primera persona son percibidas en mayor medida por las mujeres”.

Además, la discapacidad, lo mismo que el dinero, “se convierte en un factor potenciador de la discriminación racial”. “Los estereotipos y los prejuicios también permean la relación de la población con las personas racializadas y con una discapacidad física contribuyendo a estigmatizarlas”, recoge el estudio.

El trabajo expone también, al respecto, testimonios como este: “Tanto en los institutos como en la calle me decían: hasta inútiles vienen aquí, ¿no? Viendo mi color de piel en varias ocasiones esperando a mi madre fuera del supermercado, me han llegado a dar monedas, y me ha parecido sorprendente. Antes miraba mucho la forma en la que me miraban cuando salía a la calle. Pues sí, por ser mujer, latina, por ser ecuatoriana, muchísimo, diciéndote todo lo que me han dicho y luego pues por la discapacidad pues el doble”.

Redes y tejido vecinal
El asunto no se queda ahí, sino que las dificultades de integración se heredan y reproducen muchas veces la “exclusión”. El estudio financiado por Igualdad plantea este tema a través de testimonios anónimos como estos dos que siguen.

Por un lado: “No había nadie inmigrante y sobre todo cuando los niños veían que los padres solo se juntaban entre ellos. Al final los niños recreaban lo mismo en el patio del colegio. Entonces, al final siempre había dos grupos: inmigrantes o los hijos de inmigrantes, y el resto”.

Y por otro: “Nos vamos como juntando los migrantes con los propios migrantes. En el caso, por ejemplo, de mi madre y de muchas más madres que sienten esa especie de discriminación cuando intentan relacionarse con otras madres, las dejan de lado. Entonces ya no se juntan y ya de ese modo, cuando celebran, por ejemplo los cumpleaños, que era como el tema más candente con los compañeros, tú eras amigo de esa persona, pero como nuestras madres no se conocían, no te invitaban o te hacían sentirte diferente por no haber ido. Incluso te podías llevar muchísimo mejor tú con esa persona y al otro le invitan porque es blanco y a ti no”.

Existe, así, una “segregación tanto residencial como educativa que experimentan las personas atendiendo a su origen étnico”. El 84% de las personas encuestadas, explica el estudio, “viven en barrios o zonas donde la mitad o más de la mitad de la población pertenece a los grupos étnicos minoritarios en nuestro país, lo que revela un alto nivel de segregación residencial”.

“En este escenario —plantea SOS Racismo—, la dimensión comunitaria cobra una importancia capital. Articular un tejido ciudadano comprometido, abierto y antifascista es hoy una tarea urgente. Pero no es sencilla. El discurso de la inseguridad —que responsabiliza de forma constante a la población migrante, especialmente a la juventud magrebí— ya ha calado en muchos sectores de nuestra sociedad”.

Añade la ONG: “Si de verdad queremos barrios cohesionados, necesitamos procesos de escucha activa y diálogo real. Escuchar no significa renunciar a los principios. Es, al contrario, una herramienta política para disputar sentidos comunes, desmontar prejuicios y abrir caminos de transformación. Implica aceptar que hay malestares reales en nuestras comunidades, pero también decidir con claridad qué hacemos con ellos y contra quién los dirigimos”.

“Fomentemos —remacha SOS Racismo—, por tanto, redes vecinales vivas, diversas y comprometidas, donde sea posible el diálogo y el encuentro, [que] nuestras vecinas y vecinos —Said, Ahmed, Sara, Fátima— no [sean] vistas como sujetos a integrar, sino como protagonistas activos de la vida del barrio, con voz propia y derecho a incidir en las decisiones comunes”.

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