Después de un verano marcado por la incesante llegada de cayucos a las Canarias, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se ha decidido a hablar sobre la inmigración ilegal, calificándola de “fraude a los trabajadores”. Resulta patético que a estas alturas toda la capacidad de reacción del Ejecutivo se limite a declaraciones más o menos ocurrentes y supuestamente duras, como la llamada de atención a Senegal. No parece que el Ejecutivo tenga un plan demasiado consistente para frenar lo que ya constituye una avalancha. Como mucho, se dedica a trasladar a los inmigrantes a la península.