La extrema derecha pone a prueba la estabilidad histórica de la política japonesa con su ruptura generacional

El ascenso de la ultraderecha en Japón, impulsado por la juventud y la percepción de amenaza ante una mínima inmigración, obliga al partido tradicional a absorber nuevas tesis y aferrarse al modelo colectivo

La Vanguardia, Departamento Audiovisual/Barcelona, 22-07-2025

El reciente ascenso del partido Sanseito en las elecciones a la Cámara alta de Japón ha sacudido el panorama político de un país históricamente ajeno a las tendencias extremistas. Sanseito, identificado con la ultraderecha y cercano a las políticas nacionalistas de Donald Trump, logró obtener 14 diputados tras una campaña marcada por discursos antiinmigración y el eslogan “Japan First”, algo insólito en una sociedad tradicionalmente cohesionada.

Joaquín Luna, periodista de La Vanguardia y antiguo corresponsal en Asia, analiza este fenómeno como una reacción ciudadana más basada en percepciones que en cifras reales. “Sí, ciertamente, Japón es entre los 10 países más desarrollados del mundo, es el que menos porcentaje de inmigración tiene,” explica Luna, recordando que el 3% de inmigración actual resulta insignificante respecto a otras economías avanzadas. Según Luna, la inquietud entre los jóvenes, que ven amenazado su modo de vida, está en el origen de este auge: “Para lo que era Japón, donde hace unos años no era ni el 1%, para algunos jóvenes esto puede ser amenazador.”

El corresponsal remarca el carácter único de la política japonesa, donde la armonía y lo colectivo suelen prevalecer sobre las divisiones: “El Partido Liberal Democrático es el que mejor refleja esta alma colectiva de los japoneses, donde no les gustan las grandes discordancias.” Sin embargo, advierte que la aparición de partidos extremos no significa un cambio radical, sino una llamada de atención a los partidos tradicionales, que suelen absorber las inquietudes y desactivar amenazas: “Yo creo que lo que hará el Partido Liberal Democrático es ahora absorber las tesis de estos partidos e incorporarlas.”

Preguntado sobre la posible influencia de modelos extranjeros y la relación con Estados Unidos, Luna recalca la insularidad de Japón: “Japón es un país insular, nunca ha sido muy permeable a lo exterior.” Asimismo, apunta al papel de las redes sociales y a un descontento generacional que hace más permeable a la juventud japonesa a nuevas ideas externas, aunque sin prever grandes virajes políticos.

Finalmente, Luna es prudente sobre el futuro de la extrema derecha en Japón y descarta una inminente transformación del modelo japonés: “No me atrevería a decir si van a crecer o no… pero la vida económica y social funciona al margen de quién es el primer ministro. Es el partido el que garantiza la estabilidad y que no pase nada extraño en unas islas.” Su visión invita a relativizar el impacto del auge de Sanseito en una democracia consolidada y resistente a los cambios disruptivos.

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