La España que ha descubierto la vacuna contra el racismo: "Los migrantes han dado vida al pueblo. Antes no teníamos escuelas ni guarderías"

Burbáguena, en el corazón de Teruel, y Burela, en la costa de Lugo, son dos localidades en las que la llegada de migrantes ha dado vida a los municipios y ha ayudado a su repoblación.

Público, Laura Anido, 21-07-2025

En la España rural, donde se teme al silencio de las casas vacías y las escuelas cerradas, dos pueblos han sabido transformar la llegada de migrantes en una forma en la que dar un impulso social y económico a la localidad. En Burela, en la costa de Lugo, y en Burbáguena, en el corazón de Aragón, la diversidad ha dado vida a estos pueblos. Allí, donde antes se hablaba de despoblación, ahora crecen los habitantes mientras se escuchan acentos de medio mundo. En un contexto actual en el que el discurso de odio y el racismo resurgen en algunas zonas del país, estos pueblos ofrecen una imagen de acogida, convivencia y repoblación del rural desmontando el discurso xenófobo y los bulos de la ultraderecha.

En la provincia de Teruel, el pequeño municipio de Burbáguena ha vivido una revolución demográfica y social gracias a la llegada de personas migrantes acogidas por la ONG Accem desde 2021. “Pasamos de poco más de 200 habitantes a superar los 350. Esto ha supuesto una reactivación económica sin precedentes, le han dado vida al pueblo”, afirma Joaquín Peribáñez, su alcalde, a Público.

El centro de acogida de Accem en Burbáguena se concibió como un espacio para la fase de valoración y derivación dentro del sistema de protección internacional. Allí se recibe a personas que han solicitado asilo y no disponen de medios. Se les evalúa y se decide el siguiente paso en su itinerario de acogida. Muchos usuarios llegan de países como Malí, Senegal, Ucrania, Colombia, Venezuela o Nicaragua.

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Desde su apertura, por el centro han pasado más de mil personas, de las cuales unas cien han decidido quedarse a vivir en la comarca. Hoy en día, el centro acoge a unas 117 personas y genera más de 30 empleos directos. Además, el impacto económico ha sido notable: “La farmacia que solo abría una vez por semana ahora está operativa cinco días, no había escuela, guardería ni peluquería. Ahora el pueblo cuenta con servicios que antes no tenía”, explica Carlos Vela de Accem Aragón.

Uno de esos residentes es Adama nombre ficticio para preservar el anonimato, de 21 años, originario de Malí: “Dejé mi país porque la situación era muy difícil por la guerra”, explica. Su travesía para llegar a España fue larga y complicada. Él tuvo que atravesar solo África, sin la compañía de familiares. Cuando llegó a Marruecos estuvo trabajando para conseguir emprender su viaje en patera hacia Canarias. “Llegué en diciembre a Lanzarote, he vivido en varios sitios pero ahora llevo dos meses en el centro de Burbáguena. Aquí me siento contento, mi vida ha cambiado a mejor, he sido bien acogido en el pueblo. Estoy tranquilo y agradecido”, asegura.

“Aquí me siento contento, mi vida ha cambiado a mejor, he sido bien acogido en el pueblo”

La convivencia ha sido fluida desde el principio, según el testimonio tanto del alcalde como de Accem. “La única palabra que describe lo que ha pasado es normalidad”, resume el alcalde. “Las personas del centro no han generado ningún tipo de problema. Se integraron plenamente en la vida del pueblo. Participan en las fiestas, se cruzan en la plaza, comparten espacios deportivos, y hasta colaboran en actividades vecinales. La relación con la gente del pueblo es muy buena y, en muchos casos, especialmente afectuosa con las personas mayores. Probablemente porque les recuerdan a sus propios familiares”, remarca.

Añade que no debemos olvidar que detrás de cada migrante hay historias duras: “Estamos hablando de personas que han dejado sus países por circunstancias que nadie querría vivir. Aquí intentamos acogerlas con dignidad, como lo que son: personas que quieren trabajar, vivir y establecerse en Burbáguena y en la comarca del Jiloca”.

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Burela, un ejemplo histórico exitoso
A más de 800 kilómetros de Burbáguena, en la costa lucense se encuentra Burela, un ejemplo histórico para la integración de migrantes. “Queremos que Burela sea conocida como el ayuntamiento de las 50 nacionalidades”, afirma Mario Pillado, concejal de migración del municipio. La localidad gallega, con una fuerte tradición marinera, ha experimentado un crecimiento demográfico positivo gracias a la llegada de personas migrantes de países como Cabo Verde, Senegal, Ghana, Perú, Marruecos, Colombia o Indonesia. El último informe del Ayuntamiento, fechado en octubre de 2024, cifra en 48 las nacionalidades presentes en el municipio y más de 9.000 habitantes.

“Queremos que Burela sea conocida como el ayuntamiento de las 50 nacionalidades”

En el caso de Burela, su crecimiento gracias a la llegada de población migrante ya comenzó hace medio siglo. La comunidad caboverdiana, la más antigua y numerosa, comenzó a asentarse a finales de los años 70, cuando muchos llegaron para trabajar en la construcción de una planta de aluminio. Una vez finalizada la obra, decidieron quedarse y ocuparon puestos en la flota pesquera local. Con el tiempo, han llegado hasta la tercera y cuarta generación, plenamente integradas en la vida del pueblo.

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Denise es una de esas voces. Migrante caboverdiana que vive en Burela desde 2008, cuenta a Público, en un perfecto gallego, que llegó con un contrato para trabajar como camarera y aprender cocina. Hoy trabaja en una gestoría y destaca la buena acogida que tuvo: “Tuve mucha suerte porque ya estaban aquí mi madre, mi abuela y otros familiares. Viví con ellos, estudié, me casé y siempre me sentí bien acogida. Vivimos muy bien entre todos, hay muchas culturas y nos conocemos todos en el colegio, en el trabajo, en el barrio.”

Ella forma parte de la asociación Djunta Mó, que en criollo significa “unir las manos para construir”. La organización ayuda a los recién llegados a gestionar sus papeles, entender el funcionamiento de las instituciones y promueve la cultura de Cabo Verde. “Queremos que nos conozcan, que conozcan nuestras islas, nuestras tradiciones. Antes había más actividades para juntarnos los migrantes y los gallegos, queremos impulsar más este tipo de actos para unir culturas”, apunta.

También Hermelinda, peruana, encontró en Burela un lugar donde echar ancla. Llegó hace 21 años, fue presidenta de la asociación de peruanos durante más de una década y hoy es vicepresidenta de la Federación de Peruanos en Galicia. “Aquí nos hemos integrado muy bien. La situación en Perú está difícil y aquí hay seguridad y la gente te acoge con cariño”, afirma. “Los peruanos hablamos el mismo idioma, eso ayuda. Burela es un sitio pequeño, pero abierto”, explica.

Los migrantes siguen llegando a la costa gallega. En diciembre Burela acogió a cien nuevos refugiados procedentes de Malí, Mauritania y Senegal. El centro de acogida habilitado comenzó a funcionar antes de lo previsto, debido a la emergencia en Canarias. Pillado explica que la reacción vecinal fue positiva: “Algunos vecinos decían que antes, en invierno, la zona del centro estaba vacía y les daba inseguridad. Ahora, con la llegada de los refugiados hay mucho más movimiento en el pueblo y se sienten más tranquilos, incluso han ido a conocer a los nuevos vecinos.”

En diciembre Burela acogió a cien nuevos refugiados procedentes de Malí, Mauritania y Senegal

Muchos de estos recién llegados ya han comenzado a trabajar, sobre todo en hostelería, mientras regularizan su situación y se integran en la comunidad. Algunos, con el tiempo, siguen su camino hacia otras localidades gallegas como As Pontes o Santiago de Compostela. Pero para muchos, Burela será siempre su primer hogar.

El mayor obstáculo que están encontrando las administraciones es dónde alojar a los migrantes que quieran asentarse en el pueblo. Con la llegada de nuevos habitantes, surge no solo la necesidad de empleo, sino también la de contar con una vivienda en la que poder asentarse. La escasez de alquileres, el mal estado de algunas casas vacías y la falta de viviendas asequibles complican que las personas migrantes y locales incluso aquellas con empleo estable puedan establecerse de forma duradera.

En Burbáguena, el alcalde Joaquín Peribáñez ha hecho un llamamiento a los vecinos para que alquilen las casas que actualmente permanecen vacías. Por su parte, el Ayuntamiento de Burela reconoce que el acceso a la vivienda es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan. “Es una dificultad que no solo afecta a las personas migrantes o refugiadas, sino a la población en general, tanto en Galicia como en el conjunto del país”, señalan.

Tanto Burela como Burbáguena muestran cómo la acogida bien gestionada no solo es posible, sino que genera comunidad, economía y esperanza. “Esto, que hace no tanto parecía impensable, hoy es una realidad. El pueblo ha crecido y los migrantes solo han aportado cosas positivas”, resume el alcalde de Burbáguena.

Mientras vivimos como resurgen los discursos de odio y el racismo en Torre Pacheco, en estos pueblos se multiplican las historias de cooperación, respeto y futuro común. Una realidad que merece ser contada para dejar atrás el ruido del odio.

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