"No nos sentimos españoles ni marroquíes": la desolación de los jóvenes magrebíes de Torre Pacheco

La ultraderecha ha puesto la diana sobre los chicos de segunda generación de San Antonio, el barrio magrebí de la localidad murciana donde la ultraderecha ha llamado a cazar migrantes.

Público, Israel Merino, 16-07-2025

Una campiña tan grande como un abrazo se expande en el Campo de Cartagena, una comarca seca a 40 kilómetros de Murcia que se cierne tras la magra sierra de Carrascoy. Es un campo amarillo en invierno y más amarillo en verano; un campo de agricultores agrarios que pregona un pueblo, Torre Pacheco, que está abriendo los titulares de la prensa nacional en los últimos días.

El pasado sábado, Domingo Tomás, un hombre de 68 años oriundo de la ciudad, denunciaba que tres chicos de presunta ascendencia magrebí le habían agredido brutalmente durante uno de sus paseos por la ciudad.

El incidente corrió rápidamente por las redes y la prensa provocando que la ultraderecha española, encabezada por la equidistancia de Vox y el empuje de diversos grupos neonazis, desatará un llamamiento generalizado para ejecutar cacerías contra personas migrantes en la población: estaban pidiendo un pogromo.

Durante las jornadas del domingo y el lunes por la noche, la ciudad se ha sumido en brutales disturbios encabezados por neonazis que han provocado, además de varios detenidos –entre ellos, los presuntos agresores del anciano –que toda una generación de chicos de esta ciudad de unos 40.000 habitantes tuviera que soportar la diana de la ultraderecha.

Convivencia pacífica durante años
Desde entonces, las calles de Torre Pacheco se encuentran desiertas, a caballo entre el escrutinio constante de los muchos medios de comunicación que patrullan por el centro, la mirada de los vecinos que han convivido pacíficamente con la población magrebí durante años –los datos de criminalidad están en la media de la Región de Murcia –y toda una minoría étnica que ha decidido encerrarse en sus casas por miedo. Por puro pánico.

“No, no; no podemos atender, la mezquita estará cerrada tres días”: la frase se repite constantemente en todos los centros de culto musulmán del barrio de San Antonio, el epicentro de la comunidad magrebí en Torre Pacheco. Los habitantes, muchos de ellos trabajadores del campo, se esconden en sus refugios de confianza y prefieren no dar la cara por miedo.

Con más de cuarenta nacionalidades diferentes y un 30% de su población de credo musulmán, los ojos de media España se han situado sobre un segmento poblacional concretísimo de los pachequeros: el de los chavales magrebíes de segunda generación.

Estos chicos, a caballo entre la cultura de sus raíces y la española, han sido brutalmente señalados y perseguidos por, según los portavoces oficiosos y oficiales de la derecha más extrema, ser los causantes de la violencia; son descritos como bárbaros, como animales sin sentimientos ni remordimientos que solo entienden el idioma del cuchillo y el machete e incluso disfrutan de hacer el mal. Sin embargo, la realidad social en Torre Pacheco –más todavía en el barrio de San Antonio –es muchísimo más compleja y rica.

“Son chicos apátridas”
“Son chicos apátridas, a los que les cuesta integrarse”, asegura un importante representante de la comunidad musulmana que prefiere no dar más señas de su identidad por auténtico terror –sus hijos y su mujer llevan varios días sin salir de casa por miedo a las cacerías–. “Son muchachos que no hablan árabe, pero que tampoco son considerados españoles. Han nacido aquí, pero están en tierra de nadie. Cuando se van de vacaciones a Marruecos, no se entiende bien con los de allí porque no son de allí, pero tampoco de aquí. Es un problema”.

Para esta persona, la delincuencia de estos chicos no es ni mucho menos inexistente; no los eleva a la categoría de santos, pero entiende que no son más peligrosos que otros semejantes y que los que delinquen no lo hacen por puro vicio o maldad.

Un joven, en la madrugada de este martes en una calle de Torre Pacheco.
Un joven, en la madrugada de este martes en una calle de Torre Pacheco.Violeta Santos Moura / Reuters
“Hay problemas de integración”, prosigue. “No hay asistentes sociales, faltan personas que enseñen a estos chicos que tienen que seguir estudiando y que les faciliten cursos como los de antes, los que daban cuando la crisis, para que aprendan un oficio. No todo puede ser trabajar en el campo”.

Torre Pacheco rezuma dinero, pero también desigualdad. Aquí, los terratenientes del campo regado por el agua del trasvase Tajo-Segura conviven en extrañas condiciones con los miles de obreros magrebíes –muchos son ya españoles– que trabajan en diversas condiciones sus campos. “No vamos a las mismas fiestas que ellos. Convivimos, pero no somos iguales”, asegura el citado representante.

San Antonio, el barrio de las cacerías nazis
Durante las cacerías nazis, el barrio más estigmatizado ha sido San Antonio, lugar con una gran población marroquí que apenas tiene variaciones con los índices de criminalidad, aseguran fuentes del municipio, de otros puntos de la ciudad, pero que sí tiene una clara diferencia: el abandono institucional.

Pasear por San Antonio, una vez que cruzas la reconocible rotonda de las Tinajas, es sumergirse en un barrio con las aceras rotas, las calles olvidadas y el asfalto en un estado penoso. “Intenta, intenta tú conducir por aquí cuando llueve”, asegura alguien.

“No hablan árabe, pero tampoco son considerados españoles. Han nacido aquí, pero están en tierra de nadie”

El barrio se convirtió en lo que actualmente es, el epicentro magrebí de la ciudad, cuando muchos de sus habitantes anteriores decidieron irse a otros lugares como la urbanización de Polaris cuando vieron llegar migrantes hace ya décadas; las casas viejas fueron compradas –hay, aseguran, muy poca tasa de alquileres y ocupación– por aquellos que encontraban trabajo en el campo.

Pese a todo, el barrio rezuma cierto pacifismo, todo el que se puede con decenas de agentes de la Guardia Civil cubriendo todos los accesos ante las clarísimas amenazas de cacerías raciales que se jalean cada noche en redes sociales. Los chicos pasean con sus patinetes, los hombres toman cafés y las mujeres, eso sí, se esconden en casa por miedo. El pánico es real; no se habla de otra cosa ni en las calles con farolas abolladas ni en los descampados de amarillo eterno.

“Si vienen a por nosotros, iremos a por ellos”
“La gente está asustada, mi suegra es española y se ha ido unos días a Murcia porque le da miedo lo que pase en el barrio”, asegura un ciudadano que trabaja en el campo. “¿Tú crees que está gente de aquí sale a liarla?”, dice señalando a varios señores mayores que descansan en la poca fresca que circula por Campo de Cartagena. “Los que la lían no están aquí, en la calle. Ah, también digo que, si ellos vienen a por nosotros, nosotros iremos a por ellos”.

“Es muy injusto, los que vienen a hacer daño son los de fuera”, asegura un último chico de unos 30 años que pasea por el barrio con gafas de sol y tirantes. “Llevo viviendo 27 años aquí sin ningún problema. Yo habría salido a manifestarme también por lo del anciano, me parece muy injusto, pero no así. Eso no son manifestaciones, son cacerías”.

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