Necesito ir de pogromo, mamá
Público, , 15-07-2025Por favor, mamá; te lo suplicaré de rodillas si así me lo pides; te juro que no te vuelvo a llamar charo y que recojo la habitación todos los viernes y que no friego las sartenes sobre las tazas del desayuno y que termino por fin la FP de Comercio; te juro que no te vuelven a llamar más del instituto y que no me abro más cuentas falsas en Instagram y que dejo de llamar puta a la sudaca del bajo.
Necesito ir, de verdad; me gustaría ir con todos esos hombres mayores que son mis amigos, o que quiero que sean mis amigos, a los que sigo en Twitter y luego espío en el gimnasio cuando yo acabo en la máquina de pecho y ellos se sientan en mi puesto a cargar cinco veces mi peso; son muy fuertes, ¿sabes?, tienen unos deltoides enormes, aunque todos sean calvos prematuros. Quiero ser como ellos, quiero que me acepten, quiero que me respeten en la calle igual que me respetan en mi cuenta de Trust.
Nunca he conocido la violencia y tengo ganas de verla por fin de cerca, joder. Me crie en tus brazos, mamá, en tus senos redondos y de charo– perdón, te prometí que no te lo llamaría más –, y justo cuando me hice adulto, cuando cumplí dieciocho y me llegó la hora de salir a la calle, la puta pandemia se puso guarra y me encerró con cinco candados en casa – o igual fue Soros o Bill Gates –.
Debería haber madurado en la calle; debería haber conocido la violencia y sus consecuencias en mi primera adultez, pero no fue así. En lugar de tocar el culo a una chavala en las fiestas del pueblo y llevarme una hostia que me hiciera comprender que los actos tienen consecuencias y la violencia es cualquier cosa menos bella, maduré insultando a mujeres en las redes sociales y juzgando su body count con total impunidad. Nadie me decía nada, nadie me criticaba, sino todo lo contrario: me aplaudían, ¿cómo no iban a hacerlo?
No consigo empatizar con el prójimo porque me metí durante mi proceso de madurez política y cognitiva en una cámara de eco amamantada por auténticos profetas; me hice católico, pero católico de verdad; escuché a esos que jalean guerras y masacres en los edits de TikTok y no a los que tú oyes en la iglesia que piden paz y no juzgar a los diferentes; esos, todavía no lo entiendes, mamá, son diablos con espantaputas blancos en el cuello.
Me politicé, mamá, y lo hice lo mejor que pude. Creo en la Guerra Santa, aunque le cueste la vida a inocentes; soy neonazi, pero también libertario; quiero un Milei español, pero también añoro a Primo de Rivera; soy nacionalsindicalista, pero tengo de foto de perfil en una de mis cuentas de Twitter a Milton Friedman. Quiero un Estado mínimo, pero también que Franco vuelva y erija de nuevo el Instituto Nacional de la Vivienda.
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