La defensa clasista y racista de la izquierda ante Vox
Público, , 14-07-2025Casi 10 años después de su estreno todavía recuerdo una de las primeras series de producción propia que hizo Movistar +. Se llamaba Vergüenza y estaba protagonizada por Javier Gutiérrez y Malena Alterio, que formaban una pareja común. La premisa principal era que él, un fotógrafo de bodas con ínfulas, tenía comportamientos en el día a día que producían (como el nombre de la serie indica) una gran vergüenza ajena, tanto en su pareja como en el espectador. No la recuerdo por su historia, su desarrollo o su calidad, sino por lo que me provocaba. Me generaba hasta cierta incomodidad el ridículo que alcanzaba el personaje. Hasta alguna vez tuve que parar o quitar un episodio. Lo mismo me ha pasado con algún capítulo de The Office. Serie que provocaba que me tapara la cara como algunas personas cuando ven una película de terror.
Esa misma sensación tuve después de que la franquista de Vox, valga la redundancia, Rocío de Meer anunciara el pasado domingo que iban a deportar a 8 millones de migrantes y a sus hijos, aunque hubieran nacido en territorio español. Pero no fue vergüenza ajena por unas medidas ilusorias que el partido de extrema derecha airea para sus votantes, sino por la defensa condescendiente y un pelín racista y clasista de cierta parte de la izquierda. También cierto ministro demasiado asiduo en Twitter: “¿Incluidas las que les limpian la casa o cuidan a sus padres?¿Incluidos los que les recogen la cosecha?”, tuiteaba el ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Oscar Puente, reaccionando a la noticia.
No fue el único. La izquierda virtual saltó con argumentos similares: van a deportar al que reparte en Glovo. Al que pasea a tu abuela. Al que recoge tus fresas. Al que limpia las calles. Les faltó decir: “Vais a deportar al que hace los trabajos que no queremos ni en pintura los españoles de verdad”. Como si los Derechos Humanos y la elección de intentar vivir bien donde a uno le plazca se los otorgaran por realizar un trabajo precario. Como si la única aportación que pueden hacer las personas migrantes fuera la de realizar tareas semi esclavas para que el resto podamos optar a trabajos mejores. Como si el mero hecho de ser una persona no fuera suficiente para que no te traten como a basura, para que no te señalen como el culpable de todos los males o te llamen violador y ladrón por tu color de piel, o debas vivir con miedo solo por tu origen. Como si necesitaras cotizar o pagar impuestos para que se te respete.
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La misma vergüenza que siento cada vez que políticos van a la carrera a nacionalizar a migrantes que hacen un acto heroico. ¡Oh! ¡Has salvado a este pobrecito español! ¡Toma estos papeles! ¡Ya tienes derecho a que te sigan tratando como una mierda, pero no acabar en un CIE! Ahí tenemos a Pedro Sánchez dándole la nacionalidad a Ilia Topuria solo por ser campeón de UFC. Prometiéndosela en la Moncloa delante de todas las cámaras para dejar claro el mensaje a quienes llegan aquí buscando una vida mejor o escapando de guerras y/o miseria. Si quieres que te tratemos con respeto, debes hacer algo épico, algo trascendente… o como mínimo cotizar y aportar a las arcas públicas. De lo contrario, no esperes que te defendamos y te tengamos cierto respeto. Si incluso a grandes figuras del deporte nacidas en el Estado español, como a Nico Williams o a Lamine Yamal, se les insulta por su color de piel y la única respuesta es un “no todos los futboleros somos iguales”, imagina qué mensaje estás dando a quienes se sienten (por cómo se les trata) como el último de la fila.
Tiene razón Gabriel Rufián cuando dice que Vox no va a expulsar a nadie porque los empresarios no les van a dejar, aunque estos se callen la voz porque no les interesa que pierdan votos. Pero Vox habla para sus votantes, para que cuatro nostálgicos pajilleros se den golpes en el pecho y le digan a su vecino que le quedan cuatro días aquí. Pero la reacción de la izquierda no puede ser salir a decir “a ver quién cuida sin contrato a tu abuela o recoge las fresas en Huelva viviendo en condiciones infrahumanas”. Porque no somos tan distintos si mantenemos esa precariedad y no ofrecemos unas mínimas garantías de justicia social por el simple hecho de que son seres humanos y no por lo que aportan o lo que pueden hacer.
Hay que hacer más inspecciones de trabajo, combatir la precariedad y las condiciones que rozan la esclavitud que ofrecen algunos empresarios por hacer determinados trabajos. Pero también desmentir los bulos sobre que vienen aquí con paga, con iPhone y con vivienda como muchos lobotomizados piensan. Cobardes que saben que es más fácil culpar al de abajo que al de arriba. Y sobre todo no caer en su discurso y en su trampa. Vox solo quería protagonismo en un fin de semana que ellos no eran noticia. Y una vez más todos fuimos su altavoz y, además, con una defensa ridícula. No dar vergüenza (al igual que robar) debería ser una condición sine qua non de la izquierda. Y si queremos que no gobiernen los que hacen esas promesas racistas también debemos escuchar otra cosa que dijo el diputado de ERC, vivienda, vivienda y vivienda. Le pese a quien le pese y caiga quien caiga. Si no se soluciona eso, la extrema derecha que está llamando a las puertas, las acabarán echando abajo. Y esos migrantes no serán deportados, pero vivirán peor y con mucho más miedo.
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