De la ilusión del 0,7 a la cooperación en tiempos de Trump
Público, , 10-07-2025Desde la llegada de Trump a la presidencia de los EEUU, el mundo está conmocionado por las idas y venidas, por las amenazas de todo tipo, por la ruptura de las reglas de derecho internacional construidas a partir de 1945. Si a esto le añadimos que el impulso colonizador de Trump, junto a su best friend Putin y con el carnicero Netanyahu de avanzadilla —rompen todos los valores de soberanía nacional, convivencia democrática y respeto a los derechos y libertades colectivas e individuales—, nos encontramos ante un panorama de desconcierto y miedo que afecta a todas las esferas de la acción humana, tanto individual como colectiva. Junto a la acción de Trump, existen fuerzas crecientes en todos los países y regiones que apuestan de forma decidida y particularmente agresiva contra los emigrantes, las mujeres, los colectivos LGTBIQ+. Se nos dibuja un panorama donde las palabras solidaridad, cooperación, sostenibilidad y derechos humanos tienden a ser borradas de las políticas públicas en muchos lugares.
Una de sus primeras medidas —luego parcialmente bloqueadas—fue la liquidación de la USAID con el despido de sus 10.000 funcionarios y la suspensión de los fondos para los proyectos de cooperación: de enero a mayo se disminuyó el presupuesto para sus programas en un 42,5%, pasando de 120.000 a 69.000 millones de dólares. Reflejaba así que no estábamos ante una simple declaración estrambótica tan al gusto de Trump y sus seguidores. Más allá de las valoraciones sobre el papel de la USAID tanto en la cooperación al desarrollo como en la diplomacia, es evidente que su desaparición (o reducción a la irrelevancia) es un mensaje claro respecto a cualquier política de cooperación internacional y una afirmación del ultranacionalismo, del colonialismo, de la depredación de tierras, naciones y personas. Es un mensaje que rompe el panorama internacional de impulso de la Agenda 2030. Y ante ello es necesario responder en los más diversos ámbitos ese era uno de los retos de la Conferencia Internacional sobre financiación del Desarrollo de la ONU que se ha realizado en Sevilla entre el 30 de junio y el 3 de julio.
En primer lugar, hay una interpelación directa a la Unión Europea, el primer proveedor de ayuda al desarrollo. La agresión combinada de Putin y Trump a la UE, junto a la inanición de las instituciones europeas frente al genocidio en Gaza, plantea un enorme reto a la UE. Europa se encuentra amenazada como no ocurría desde hace décadas. Esa amenaza tiene diversos rostros, no solo militares; también existe el riesgo de una pérdida de identidad de la Unión Europea y de su fragmentación ante las fuerzas centrífugas que operan crecientemente en su propio seno. Y una de estas señas de identidad es la ayuda al desarrollo; por eso la defensa de la cooperación al desarrollo no es sólo patrimonio de los que trabajan en ella, sino del conjunto de nuestras sociedades. De hecho, el impacto destructivo de la política Trump ya ha tenido reflejo en los países centrales europeos con una disminución de sus presupuestos de ayuda al desarrollo: un 10% en Alemania, un 18,6% en Francia y un 6,5% en Reino Unido. El panorama global es desolador. Tres datos señalados por la CONGDE (Coordinadora de ONGD) son relevantes:
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1. Más de 60 países dedican más dinero a pagar deuda que a la educación o la salud de su gente. En África subsahariana, la deuda está alcanzando niveles de hace más de 20 años.
2. Se calcula que hay 25 billones de dólares escondidos en paraísos fiscales, sin pagar impuestos. Mientras tanto, millones de personas no tienen acceso a servicios básicos como agua potable, comida o educación.
3. Se necesitan 4 billones de dólares cada año para cumplir la Agenda 2030, es decir, para garantizar una vida digna a toda la población mundial.
La ola reaccionaria tiene a la Agenda 2030 entre sus objetivos diana; en ella concentra la extrema derecha parte de su arsenal ideológico: nacionalismo versus multilateralismo, criminalización de la inmigración, negación del cambio climático, confrontación con el feminismo, apoyo a la expansión neocolonial con el trágico caso de Gaza como emblema, persecución de la sociedad civil organizada. No es casual que en nuestro país en todos los pactos presupuestarios entre el PP y Vox, la ayuda al desarrollo sea siempre moneda de cambio para los acuerdos y sea entregada con alegría por el PP.
En este panorama de ruptura de los marcos multilaterales, es necesario reconstruir y fortalecer todas las relaciones para seguir impulsando los ODS y esto tiene que ver tanto con el compromiso de financiación al desarrollo (imprescindible) como la configuración de alianzas para el desarrollo. El objetivo 17, posiblemente el más controvertido de todos los objetivos de la Agenda 2030, por abordar la contradicción entre los intereses particulares de cada uno de los actores con los intereses globales del género humano, se sitúa ahora en el centro del programa de la Agenda de Desarrollo. Como dice el Objetivo 17 en su propia formulación: “Para que una agenda de desarrollo sostenible sea eficaz se necesitan alianzas entre los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil. Estas alianzas inclusivas se construyen sobre la base de principios y valores, una visión compartida y objetivos comunes que otorgan prioridad a las personas y al planeta, y son necesarias a nivel mundial, regional, nacional y local”. Posteriormente, el Objetivo 17 aborda la necesidad de movilizar recursos para superar los déficits existentes de forma específica en sectores como la energía sostenible, la infraestructura y el transporte, así como las tecnologías de la información y las comunicaciones.
Estas oportunidades se muestran con mayor claridad justamente por la ruptura que ha provocado Trump en el sistema de comercio y economía mundial, y ha planteado sobre la mesa nuevas alianzas geoestratégicas entre países y regiones hasta el momento distanciadas. El abandono de EEUU del tablero de la cooperación internacional abre la posibilidad de que nuevas alianzas se gesten y se desarrollen, y lo que venían haciendo cada uno de los países por su cuenta pueda avanzar ahora conjuntamente. Pero no solo es en el nivel macro que se puede abordar esta nueva situación, también en niveles menores, como las políticas de desarrollos nacionales, regionales e incluso locales, se pueden abordar con la misma metodología. Igual que en entornos locales o regionales, se desarrollan las alianzas de los diversos actores: públicos, privados, sociedad civil, investigación, comercialización… Estas alianzas pueden establecer claros pactos y líneas de desarrollo con otros entornos físicos y territoriales, dando un salto en el establecimiento común de objetivos y políticas comunes a desarrollar, aprovechando el valor añadido que cada actor e institución aporta.
En estos momentos, ante la centrifugación que en el sistema mundial impulsan las políticas colonizadoras de Trump, Putin y Netanyahu, se puede responder con la alianza centrípeta de todos aquellos que están dispuestos a poner su esfuerzo y sus recursos en el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Ello requiere una identificación, selección y preparación de todos los actores que pueden compartir estos objetivos de desarrollo mutuo. Un nuevo periodo se abre; de la inteligencia, la voluntad y decisión depende que pueda ser aprovechado en bien de la mayoría de nuestro planeta y del planeta mismo.
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