La ultraderecha en la puesta de largo del PP

Público, Miquel Ramos, 09-07-2025

El pasado fin de semana, el Partido Popular se vistió de largo para su XXI congreso, escenificando el inicio de la ofensiva final para derribar al Gobierno. Una nueva batalla que no acababa de arrancar hasta que al PSOE le ha estallado la corrupción en sus primeras filas. No hubo nada nuevo en los discursos que allí se pronunciaron, pintando la situación del país como un naufragio del que vienen tiempo advirtiendo, y al Gobierno como un capitán tan inepto como suicida. La necesidad de que el PP recupere el poder, dicen, es vital para una Nación que agoniza, secuestrada por el socialismo moribundo que lleva años vendiendo el país a sus propios enemigos. Y quienes mejor que Aznar y Rajoy para darnos lecciones sobre corrupción, patriotismo y libertad.

Pero el rescate nacional y civilizatorio que urge no será cosa del PP en solitario. Feijóo sabe que para dicha empresa va a necesitar a quienes se independizaron de su proyecto hace más de una década. Como ya viene siendo habitual allá donde el PP ha retomado el mando, la derecha tiende la mano a la ultraderecha si esta le resulta imprescindible para gobernar. Como dijo Carlos Mazón: “En el peor de los casos tendríamos que chupársela a uno de Vox”. Y así ha sido hasta hoy. Y así anunció Feijóo que será si es necesario. Y Mazón, por cierto, recibido como un héroe, con los suyos llevándole a hombros, con el peso de más de 200 muertos sobre sus espaldas tras la DANA.

Vox sabe que el PP lo necesita. Y ve que, en este río revuelto de corruptelas en el PSOE y de flojera en el PP, sigue subiendo en las encuestas. Por eso, aunque el foco de este fin de semana haya estado en Ferraz y en el cónclave popular, Vox ha querido llamar la atención. Pero, sobre todo, recordar al PP que, sin ellos, ya no van a ninguna parte. Por eso Rocío de Meer, la diputada de Vox, dejó caer el pasado lunes la idea de deportar a millones de personas. Hoy Vox es el protagonista, el más chulo, el que mete un puñetazo en la mesa ante un país en ruinas y una derechita cobarde que no se atreve a nada si no la empujan.

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No hay que eximir al PP de culpa. No solo por abrazar a los fascistas, sino porque su mercancía ya estaba impregnada de esos odios antes de su escisión por la derecha. García-Albiol, el encargado de presidir el congreso del fin de semana, hace ya más de diez años señalaba a los gitanos rumanos, a los musulmanes y a los migrantes como origen de todos los males en Badalona. Nada que envidiar a los habituales discursos de odio de Vox.

Vox no va a deportar a millones de personas. Ni quiere ni puede hacerlo, pero así se aseguró ser noticia. Además, con este globo sonda, Vox obliga a que el PP, que andaba en la ambigüedad sobre si los incorporaría al Gobierno o no, se desmarque de ellos. Es lo que querían. Vox es más fuerte solo, sosteniendo al Gobierno sin ser parte, que quemándose con él gobernando. Como en València, con la suerte que les supuso salirse antes de que llegase la DANA que ha llenado de barro al Gobierno de Mazón. Vox lo sostiene, pero no se pringa. Tan solo pasa por caja. Y el PP está dispuesto a pagar lo que haga falta para seguir en el trono. Porque de momento, el PP les ha comprado todo el género que vendían. No solo copiando parte de su discurso sino aceptando todas sus exigencias.

Los mensajes que lanza Vox con propuestas irrealizables son también un estimulante para sus huestes. Éstas quieren sangre. Les pone la pose, la arrogancia, la crueldad. Es lo que les separa en parte de la retórica de los meapilas del PP. Esa pose canallita y ese aire trumpista que, como recomendaba Steve Bannon, uno de los estrategas de Trump, con odio y desinformación inunda todo de mierda. Aunque luego el PP se revuelque por el fango con las mismas hipérboles y el mismo racismo.

El problema es que el PP lleva tiempo alimentando a la garrapata que le parasita. No le costó demasiado meterse de lleno en el marco ultra, pues desde siempre anidaba en su seno esa alma posfascista. Tras el franquismo, la casa común de las derechas quiso hacernos creer que representaba un centro liberal que nunca existió y que ni ellos mismos se creyeron. Hasta que algunos vieron un nicho de mercado a su derecha, se independizaron y emprendieron, hasta llegar a ser hoy quienes marcan el ritmo al que bailan sus antiguos compañeros.

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Ambos, tanto Vox como el PP, se empeñan en presentar un país distópico, sin rumbo, una jungla sin ley, para presentarse a sí mismos como los que van a imponer el orden, a sacrificarse por todos nosotros haciendo lo que sea necesario. Seguridad o derechos. Hay que elegir. Basta de buenismos.

Hoy Vox matiza sus palabras. No serán millones los deportados, tan solo los que no encajen en su modelo de sociedad, delincan o no. Ya empiezan las rebajas. Ya afinan el tiro, una vez han conseguido captar la atención. Ya tienen el debate que querían sobre la mesa. ¿Quién sobra? Solo ellos tienen la autoridad para decidirlo. Pero ya estamos hablando de lo que ellos querían, en su marco, una vez más.

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Primera rueda de prensa de la portavoz del PP en el Congreso, Ester Muñoz, en el Congreso de los Diputados, a 8 de julio de 2025, en Madrid (España).Diego Radamés / Europa Press08/7/2025
¿Es que no se puede hablar de migración? Por supuesto, debemos hacerlo. Y la izquierda, por mucho que digan algunos, lleva toda la vida haciéndolo, aunque no en los marcos que pretende la ultraderecha y los capitalistas. Quien huye del debate son ellos, incapaces de abordar los problemas de origen, en toda su dimensión. Exculpando al capitalismo de sus miserias y haciéndonos creer que es la migración el origen y el fin del problema. Un problema que, según ellos, requiere recetas racistas de exclusión. O recetas neoliberales, que no son excluyentes de las anteriores, y que ven a las personas migrantes como instrumentos o mercancías. Eso de “necesitamos mano de obra que haga los trabajos que nosotros no queremos”, es igual de racista que lo anterior.

El debate serio es otro, e implica asumir unas responsabilidades que ninguno de ellos, ni fascistas ni capitalistas, están dispuestos a asumir con tal de conservar sus privilegios. El capitalismo no puede sobrevivir sin mano de obra precaria, y las políticas de la extrema derecha lo que hacen con su exclusión y la negación de derechos a la población migrante, es hacerla todavía más vulnerable, más domable, más explotable. Más útil para el capitalismo.

Una vez más, Vox ha conseguido quitarle el foco al PP en uno de sus momentos más importantes para su campaña contra el Gobierno. Ese era el único objetivo de las declaraciones de Abascal, además de insistir en instaurar sus marcos en el debate sobre migración y advertir al PP de que sin ellos no van a ninguna parte. Ellos son así y les va a tocar tragar. Y si no, ya saben lo que toca. Les van a montar el pollo hasta en el día de su boda.

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