UE-Rusia, una frontera minada
Ucrania se une a los países europeos que quieren volver a usar las minas antipersona
La Vanguardia, , 03-07-2025El primer día de la invasión rusa, el 22 de febrero del 2022, Oleg Bezoyatko se alistó voluntario en el ejército ucraniano con su hermano Bogdan. Juntos tenían una pequeña empresa de transporte, pero no lo dudaron. Defender Ucrania era prioritario. Fueron enviados al frente casi de inmediato y ahí siguen. Hace solo una semana ayudaron a frenar el último intento del ejército ruso por ocupar Sumy. La línea de combate está fijada ahora a unos veinte kilómetros del centro de la ciudad. “Les hemos parado pero no sabemos por cuánto tiempo. Todo puede cambiar en un instante”, explica Bogdan durante un descanso.
Lo más relevante de la historia de estos hermanos es que el otoño del 2022 Oleg pisó una mina antipersona y perdió una pierna. Se la amputaron justo por debajo de la rodilla y cuando se recuperó volvió a su unidad. Es uno de los casi 2.000 soldados ucranianos víctimas de estas armas defensivas, pero no ha dejado de luchar.
“Fue el día más duro de la guerra –recuerda Bogdan–. Yo iba unos 50 metros por delate de Oleg. Seguíamos el mismo sendero. Tuve la suerte que a él le faltó”.
Las minas tienen un papel esencial en esta guerra de trincheras que se libra a lo largo de un frente de 1.200 kilómetros. Hay dos millones, la mayoría rusas, pero también ucranianas, y ahora habrá muchas más. Ambos ejércitos las siembran con drones aéreos y terrestres. El 40% del territorio está minado.
Ucrania considera que no tiene otra alternativa que recurrir a las minas para detener el avance ruso. El domingo pasado el presidente Volodímir Zelenski dijo adiós al tratado de Ottawa que prohíbe fabricarlas y utilizarlas. Ucrania lo firmó en el 2005 y está obligada a respetarlo, sobre todo en una situación de guerra. Pero Zelenski considera que las circunstancias han cambiado y que la Convención de Viena le permite retirarse del tratado.
Este contorsionismo diplomático demuestra que los tratados se firman cuando no obligan a nada de verdad y se abandonan cuando el interés militar exige afrontar al enemigo sin normas coercitivas.
Ucrania se une así a Polonia, Estonia, Lituania, Letonia y Finlandia, partidarias también de salir del tratado de Ottawa. La frontera de la Unión Europea con Rusia será un campo de minas, cada vez más parecida a la que separa las dos Coreas. Las consecuencias las sufrirán no solo los ejércitos beligerantes, sino los civiles que vivan en la zona y los migrantes que intenten cruzarla a pie.
Las minas antipersona son muy polémicas porque es muy difícil eliminarlas. Enterradas pocos centímetros bajo tierra, son una amenaza para las generaciones que nacen después de acabada la guerra. Cuando los ejércitos se retiran, la población civil no puede recuperar el espacio que fue suyo sin correr un gran peligro.
La Campaña Internacional para Prohibir las Minas ganó el premio Nobel de la Paz en 1997. Al recogerlo en su nombre, el activista Rae McGrath dijo que “a menudo la guerra se justifica a partir de la libertad, pero ¿qué sentido tiene luchar por la libertad de un pueblo que emplea un arma que en tiempos de paz negará a su mismo pueblo la libertad para vivir sin miedo, la libertad para cultivar su tierra, la libertad para caminar, sencillamente, de un lugar a otro, la libertad, en definitiva, para que sus hijos jueguen libremente sin ser despedazados por una mina? Esto no es libertad”.
Ese mismo año representantes de 120 países firmaron la Convención de Ottawa y se comprometieron a que sus ejércitos nunca volverían a utilizar minas terrestres. Hoy, sin embargo, aún hay unos cien millones de minas antipersona en unos 60 países y cada año 25.000 personas pierden alguna extremidad al pisarlas. Muchas no se recuperan de las heridas y mueren.
“Rusia nunca ha firmado el tratado de Ottawa y utiliza las minas antipersona con un cinismo extremo”, dijo Zelenski para justificar su salida. Estados Unidos, China, India y Pakistán tampoco lo han firmado.
No estar en Ottawa permitió al presidente norteamericano Joe Biden enviar el año pasado a Ucrania minas antipersona. Gracias a ellas, las posiciones defensivas son hoy más robustas. Al norte de Sumy, por ejemplo, junto a las poblaciones que ahora están en primera línea, defendidas por alambradas, trincheras anticarro y dientes de león, también hay zonas minadas. Dado que la infantería rusa avanza en oleadas, las minas permiten trabajar mejor a los drones. El enemigo es más lento y los drones tienen más oportunidades de abatirlo.
De destruir minas de acuerdo con la Convención de Ottawa, Ucrania ha pasado a fabricarlas. No puede contar con que Estados Unidos vaya a enviarle más. El presidente Donald Trump ha cortado el suministro, no solo de minas sino también de los interceptores Patriot y otras armas y munición antiaérea esencial para defender las ciudades y los destacamentos militares. El Pentágono aduce que se está quedando sin reservas y la Casa Blanca aplica el criterio político de América primero.
Oleg Bezoyatko tiene 36 años y haber perdido una pierna no le exime del servicio. El ejército no lo dejará ir hasta que haya cumplido los 60. Asume que la guerra va para largo y que, en caso de un armisticio sobre la actual línea del frente, el hostigamiento del ejército ruso continuará. Por eso es partidario de utilizar todas las armas, incluidas las minas antipersona. “Deberíamos haber salido de Ottawa hace mucho tiempo –afirma–. Rusia ha jugado aquí con ventaja, como en tantos otros aspectos de esta guerra”.
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