Buenas noches a todas y todos. Es para mí un gran honor estar con ustedes hoy.

Quiero agradecer muy especialmente a Público que me haya honrado con este premio junto a tantas personas valientes y resistentes, como justamente ha dicho Silvia (Intxaurrondo). Escuchándote a tí, Silvia, me sentí una periodista también.

Acepto este premio con mucho respeto y cariño, pero solo como su cuidadora. Este galardón es un testigo del sufrimiento del pueblo palestino, al que me encuentro dándo voz, y por eso me comprometo a guardarlo hasta el día en que pueda llevárselo a ellos a su tierra, una vez que esté libre de violencia, genocidio, ocupación permanente y apartheid.

Desde hace décadas Israel ha convertido a Palestina y, a su pueblo bajo la ocupación, en una prisión a cielo abierto. En su pabellón de máxima seguridad, Gaza, dos millones de personas están siendo bombardeadas desde hace más de veinte meses; adicionalmente, se les impide conseguir con dignidad y seguridad agua, comida, medicinas. Mientras tanto, se enfrentan con la destrucción de sus hogares, de sus ciudades, de su historia y de su tierra. Las víctimas oficiales son 60.000, pero la cifra estimada asciende a 400.000.

No hay gloria en ser la cronista de un genocidio.

Se dice que cuando la razón se apaga, los monstruos nacen. Cuando la humanidad se apaga, el genocidio comienza. Israel ha creado una narrativa para convertir al pueblo palestino en un enemigo sin derechos humanos, un objetivo militar a eliminar. La deshumanización es lo que ha legitimado y convencido, a una parte de la comunidad internacional (sobre todo en Occidente) a no cuestionar y pensar que no se puede parar el genocidio. Esto es tan grave para Palestina como para el sistema al que todos y todas pertenecemos; incluyendo a los israelíes.

Veréis, en esta hora tan oscura, nos encontramos suspendidos entre el abismo y la esperanza, una esperanza que conlleva la posibilidad de alumbrar un mundo distinto. De lo contrario, viviremos en un mundo cruel y despiadado en el que las normas carecerán de valor.

Os pregunto ¿de qué lado de la historia nos ubicamos? ¿Del lado que elige no ver el genocidio o del lado que sí lo ve y hace algo para detenerlo? ¿De los que se limitan a dejar una historia vergonzosa que posteriores generaciones condenarán, o de los que se comprometen a escribir la historia con alma, sacrificio y sentido de justicia?

Antes de finalizar insisto: dependen de nosotros y nosotras, como ciudadanos, las acciones que tomemos para que el genocidio termine. Igual que depende de nosotros y nosotras qué les exigimos a nuestros representantes políticos o qué bienes y servicios consumimos.

El futuro que le dejamos a nuestras hijas e hijos, a las siguientes generaciones, lo construimos con acciones concretas.

Está claro que la humanidad no será la misma que era al inicio del genocidio que cuando termine. Palestina nos da una oportunidad de ser mejores después de no haber estado, una vez más, a la altura de las circunstancias; nos da la oportunidad de demandar un sistema internacional más humano, más amable, más justo.

Este tiene que ser el ultimo genocidio que el mundo enfrenta y el último crimen que Israel comete contra los habitantes de Palestina, sus cuerpos y sus almas.

Muchas gracias a todas y todos.