En un artículo en una prestigiosa revista internacional, se daba cuenta detallada de los graves fallos que existen en la educación en Europa y el coste que tendrá a corto, medio y largo plazo en un mundo muy globalizado con muchas oportunidades y retos, e impermeable a las palabras huecas y a los gestos vacíos. El extraordinario caudal inmigratorio que estamos recibiendo en los últimos diez años tiene una vertiente inexorable hacia los centros de enseñanza escolares y universitarios. Hemos forzado una integración que no ha tenido en cuenta los conocimientos previos de los nuevos alumnos ni el idioma y con ello ha bajado el nivel intelectual en todos los casos.

No se han puesto en marcha cursos de adaptación que premien y recompensen el esfuerzo, mientras se ha ofrecido a la opinión pública como un éxito la convivencia en diversos idiomas, con unas intenciones tan admirables como cuestionables.

Puede entenderse el interés de la Administración en dispersar a los alumnos inmigrantes entre todos los centros de enseñanza, pero no soluciona nada. Estamos en los últimos puestos en excelencia académica en Europa. Pienso en el plano personal, ¿Cómo se desenvolverían mis hijos si tuvieran que completar sus estudios escolares en Rusia o en China o simplemente en Francia o en Italia?.