Brujos para los cayucos
ABC, 05-09-2006TEXTO Y FOTO: LUIS DE VEGA. ENVIADO ESPECIAL
ISLA DE DIOGUÉ (SENEGAL). Cualquier empujón es bueno para hacer llegar a los cayucos a España. Además de los motores de 40 caballos, las piraguas que estos días llegan por decenas a las islas Canarias cuentan con el impulso de las fuerzas del más allá y de sus representantes en la tierra. La fe es un arma importante para ayudar a superar los constantes escollos a los que se enfrentan los emigrantes. Este corresponsal comprobó cómo Mamadou Balde, que salió en cayuco hacia España en la noche del pasado sábado, lanzó agua sobre su cabeza y se inclinó sobre la última puerta que traspasó antes de dirigirse a embarcar. Otros pasajeros llevaban colgantes con la imagen de los líderes de las cofradías de las que son seguidores.
El 90 por ciento de la población senegalesa es musulmana, pero bastan cinco minutos para comprobar que el islamismo que se profesa en Oriente e incluso en países vecinos como Mauritania, Argelia o Marruecos es casi una religión distinta. Lo que más llama la atención es lo aderezadas que aparecen las enseñanzas que legó Mahoma con las prácticas del animismo, el culto a las fuerzas de la naturaleza.
La isla de Diogué, al sur de Senegal, es uno de los principales puntos desde los que estos días salen barcazas cargadas de africanos que remontan el Atlántico hacia España. Más allá de la logística de la que se encargan las redes que organizan las expediciones, los grupos de emigrantes se someten a constantes prácticas que buscan el soporte ultraterreno para que el viaje salga bien. Por tierra o por mar, los emigrantes clandestinos suelen acompañarse con frecuencia de amuletos y otros símbolos.
Así es como ha adquirido una fama notoria Sane Alpha, un marabú – especie de santón o brujo – sin cuya bendición nadie se atreve a echarse al mar después de que las primeras piraguas que se vieron recubiertas de su halo protector llegaran sanas y salvas a su destino. A veces, como nos explica un vecino de la isla, tras consultar con el más allá o el fetiche de turno, el santón le dice al candidato a emigrar que no es el momento oportuno para emprender la aventura y le recomienda esperar un tiempo o llevar a cabo algún sacrificio que mejore las negras perspectivas que se ciernen sobre él.
Visitamos al santón en el poblado de Diogué y, aunque no quiere hablar, lo vemos rodeado de decenas de subsaharianos que aguardan emprender la travesía. Junto a él matan el tiempo de espera, comen, duermen, buscan consejo y reciben amuletos, buenas vibraciones o baños espirituales.
«Hay que ser limpios en esto de lo místico y la brujería para que se cumplan tus sueños. Si estás sucio los ángeles no te miran», apunta nuestro intérprete, Ousseinou, que combina los amuletos islámicos que envuelven versículos del Corán con otros de corte animista, como un cuerno de cabra relleno de raíces. No va a ninguna parte sin ellos.
El año pasado, en la valla de Ceuta y el vecino campamento de emigrantes de Beliones ABC encontró numerosos amuletos tras la dramática avalancha del 29 de septiembre. Los habían abandonado o perdido los subsaharianos, que contaban con ellos para poder superar el último obstáculo antes de pisar suelo europeo. «El amuleto o la bendición del morabito es como una droga frente al miedo, o un impulso para ayudarles a saltar», explica Ousseinou.
El brujo de Diogué es el encargado también de dictar los pasos en los sacrificios que anteceden a la partida de los cayucos; el organizador paga los animales y los capitanes que comandarán la barca los ejecutan. Así fue como el jueves pasado se sacrificaron dos cabras y un cordero.
Unas casetas más allá del territorio del marabú, ataviados con sus túnicas blancas – por decir algo – de niños circuncidados encontramos a Ibrahim, de 12 años, y a Mohamed, de 4. Considerados una especie de «niños santos», los emigrantes también acuden a ellos para reclamar la protección necesaria. Claro, que los servicios, al igual que los del brujo Alpha, se prestan a cambio de la voluntad.
Y por escasa que sea la voluntad, el bullir de clandestinos prestos a partir estos días da una idea del interesante negocio en que se ha convertido el aconsejarles espiritualmente. Este corresponsal obedece a los mayores que mueven los hilos de Ibrahim y Mohamed y, extendiendo las manos, recibe sus bendiciones. Todo por el módico precio de mil francos (1,5 euros).
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