ERENA CALVO

LAS PALMAS. «Se están sobrepasando ya todos los límites imaginables», se lamentó ayer el presidente de Coalición Canaria, Paulino Rivero. Lo cierto es que las cifras hablan por sí solas. Más de 21.500 inmigrantes irregulares han entrado por Canarias a bordo de embarcaciones clandestinas en lo que va de año (el récord anterior no alcanzaba los diez mil en doce meses); sólo el pasado fin de semana lo hicieron dos mil y ayer continuaba el desfile con otros cinco cayucos – casi todos detectados por pesqueros y uno por los bañistas de una playa tinerfeña – en los que viajaban 522 personas. Ninguna de ellas requirió atención médica especializada, según fuentes de Cruz Roja.

Con este panorama, los centros de retención – ampliados cinco veces desde que empezó 2006 ante la presión migratoria – acogen a 5.461 indocumentados, cuando su capacidad es de 5.446 (el cupo real es de 1.476). El mayor de todos, el acuartelamiento de Las Raíces, con espacio para 2.000, acoge a más de 2.200. Las comisarías también se encuentran al límite. Sólo en la del sur de Tenerife 700 personas esperan a que transcurran las 72 horas del período de detención para pasar a las instalaciones de internamiento. Los centros de menores no están mucho mejor.

Rivero reconoció ayer que las condiciones no son las óptimas. Más de 800 niños y jóvenes se reparten entre las plazas de la Comunidad y tres centros habilitados como medida de urgencia, «pero nosotros sólo podemos ocuparnos correctamente e intregrar a unos 250». Las expectativas, además, no son demasiado halagüeñas. Durante los últimos tres días más de 70 chicos han llegado a Canarias.

Tras una reunión celebrada ayer por CC (la última fue hace sólo quince días), el nacionalista se mostró muy duro con el Ejecutivo central. «Ya se han recuperado más de 700 cadáveres», exclamó, para considerar minutos después que Zapatero «está abandonando la soberanía del Estado; desprotegiendo sus fronteras e incumpliendo sus competencias». En ocho meses han entrado por vía marítima 500 inmigrantes más de los que lo hacen anualmente por los aeropuertos, apuntó. Y dudó de que las medidas adoptadas den los resultados esperados. «Parece que empiezan a darse cuenta ahora de la dimensión de los hechos».

Respecto a las críticas de otras Comunidades por el plan de derivaciones a la Península, Rivero se preguntó si lo que quieren «es que nos convirtamos en la cárcel de los africanos».
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