Silvia Agüero: "A los 29 años quisieron esterilizarme, algo que no hacen con las mujeres del Opus Dei"

La escritora feminista regresa al Teatro del Barrio con No soy tu gitana en el aniversario de la Gran Redada.

Público, Henrique Mariño, 19-06-2025

Silvia Agüero regresa a Madrid, donde nació en 1985, con No soy tu gitana. La escritora de Vallecas desmonta los tópicos de su pueblo y deconstruye la historia de las mujeres gitanas en un monólogo teatral inspirado en sus propias experiencias. Del jueves 19 al sábado 21 de junio, en el Teatro del Barrio, donde la colaboradora de Pikara, autora del libro Mi feminismo es gitano y presentadora del programa Al Lío repite el miércoles 30 de julio, coincidiendo con el aniversario de la Gran Redada.

Gitana, feminista, antipatriarcal y antirracista. Siempre, contra el machismo, que entiende como transversal y universal.

Sostener que hay más machismo en el pueblo gitano o en el islam es un insulto a las feministas payas, porque los hombres les están diciendo: “¿Tú de qué te quejas? ¿No ves cómo viven las moras y las gitanas? ¿Acaso no puedes ir en bikini o hacer toples?”. Es un juego sucio del patriarcado en el que caen las mujeres blancas, españolas, europeas y occidentales.

Usted lamenta que las mujeres gitanas y las payas no luchen juntas.

Sí, hay una separación grandísima debido al racismo, porque hemos vivido una historia de vida totalmente diferente. Como dice Angela Davis, el feminismo será antirracista o no será.

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No recuerdo quién comentaba el otro día que una mujer pobre se parece menos a una mujer rica que a un hombre pobre. O esa visión de Ana Patricia Botín como banquera, capitalista y rica, antes que como mujer. En su caso, ¿una gitana estaría más cerca de un gitano que de una paya?

Sí. La mujer blanca y feminista también es muy racista con nosotras. El feminismo hegemónico está luchando por conseguir el poder, no para romperlo todo y para que unas y otras estemos juntas. Ellas quieren mandar y hacerse con un cachito del pastel —o sea, de dineros—. Aspiran a cargos políticos y a legislar respecto al feminismo.

Y, ojo, querer mandar está muy bien, no lo juzgo, pero es un hecho que no hay gitanas haciendo leyes a favor de su identidad y de su bienestar. El antigitanismo siempre está presente, porque si somos el 2% de la sociedad, deberíamos representar ese porcentaje en todos los campos, del arte al teatro, aunque no es así. En cambio, superamos con creces el porcentaje de gitanas en las cárceles [un 25%, según la Fundación Secretariado Gitano].

Hasta critica el paternalismo del público cuando ve a su personaje en bata y zapatillas.

Sí, porque el antirracismo moral ha calado: “Uy, una gitana… No voy a decir nada, a ver si meto la pata”. Cuando estoy sola en el escenario, uso un recurso y digo que estoy muy nerviosa. Entonces, alguna señora ha llegado a soltarme: “No te preocupes, hija, que lo vas a hacer muy bien” [risas].

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Cuando hace algún chiste de gitanos, el público se ríe.

Han venido muchísimos gitanos y gitanas a ver la función. Es muy gracioso, porque los payos se ríen de unas cosas y los gitanos, de otras totalmente diferentes. Estos me dicen: “Prima, eres una fiera, les echas maldiciones y encima se ríen y te aplauden, no lo entiendo”.

También maldice a Cervantes y a Mérimée por alimentar el antigitanismo en La gitanilla y en Carmen: la gitana, mala mujer.

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Y a Caravaggio… Me río de lo que han escrito, aunque reconozco que estoy enamorada de la literatura antigitana de Cervantes.

Frente a esa visión, reivindica a las grandes mujeres gitanas, precursoras del feminismo, poco presentes en la literatura o la pintura, donde suelen ser caracterizadas con rasgos negativos y estereotipados.

Porque nadie conoce a María Cabrera o a Rosa Cortés, tan necesarias. Las feministas, cuando buscan su genealogía, deberían fijarse en esas gitanas antes que en Virginia Woolf o en Marie Curie.

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¿Ha habido algún lugar donde no haya sentido racismo?

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Hablaba en general, no de un escenario teatral concreto.

El racismo siempre está presente. Tomando unas cañas, hasta una amiga de una amiga llegó a decirme una antigitanada… Un movidón, porque en un círculo amistoso eso no puede pasar.

Silvia Agüero protagoniza la obra ‘No soy tu gitana’.
Silvia Agüero, en una escena de la obra No soy tu gitana.Teatro del Barrio
“Tengo muchas amigas payas: yo no soy racista”. ¿Con humor e ironía el mensaje entra mejor?

Yo estaba muy enfadada, porque venía del activismo puro y duro, pero Nüll García, la directora y codramaturga, me dijo que no podía empezar la obra así, porque el público se iba a cerrar. Sin embargo, tras relatar la Gran Redada, Nüll me dio un espacio para soltar mi rabia, porque no es justo que los niños gitanos tengan un porcentaje tan alto de fracaso escolar. Si afectase a los payos, el Gobierno tomaría medidas y no le echaría la culpa a las familias, como les sucede a los gitanos. Por eso, con ironía la obra funciona mejor.

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Actúa del 19 al 21 de junio, pero regresa el 30 de julio, coincidiendo con el aniversario de la Gran Redada.

Hay que celebrar que, mientras los Reyes Católicos y todos sus muertos se están revolviendo en la tumba, las gitanas seguimos vivas pese a la Gran Redada y al antigitanismo. Por ello, siempre me reservo esa fecha para actuar en el Teatro del Barrio.

Cuando le dicen que “no pareces gitana”, ¿se lo toma como un insulto?

Sí. La obra se titula No soy tu gitana en honor a James Baldwin y su documental I Am Not Your Negro (No soy tu negro). Cuando me dicen que no lo parezco, pienso: ¿cuál es el estereotipo que tenéis en la cabeza? Como si conociesen a miles para decir que yo no les parezco gitana.

En su espectáculo critica esos tópicos y lugares comunes: las gitanas, de ladronas a robaniños.

Es una contradicción, porque durante el franquismo ese rumor estaba muy extendido, cuando en realidad eran las monjas quienes estaban robando a bebés en los hospitales, mientras las gitanas estábamos pariendo en nuestras casas.

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También cuenta que los médicos le han sugerido a usted y, por extensión, a las gitanas que tengan menos hijos. Hasta asegura que la quisieron esterilizar nada más parir a su tercer hijo.

En el momento del parto, intentaron convencerme para que me sometiese a una ligadura de trompas. O sea, a los 29 años quisieron esterilizarme, algo que no hacen con las mujeres del Opus Dei, aunque tengan un mogollón de hijos. En mi caso, no solo la médica y la ginecóloga se sienten con la potestad de decirme que tengo muchos niños, sino también la trabajadora de servicios sociales, la profesora, la vecina del cuarto o el conductor del autobús…

Sin ánimo de destripar la obra, la dependienta de la sección de droguería de un supermercado le ofrece a su amiga paya una muestra gratuita de unos tampones. Entonces, la mira a usted y le suelta: “A ti no, que las gitanas no usáis tampones”.

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Y le dije: “¿Cómo que no me lo das? Yo también lo quiero, trae”. Eso me pasó con mi amiga Maribel, quien a la salida me comentó: “¡Hostia, qué fuerte el antigitanismo tan brutal que acabas de sufrir!”. Ahora la coña es graciosísima, pero en aquel momento no supe cómo reaccionar, porque la tía me conocía, saludaba siempre a mis hijos y esas cosas.

Los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres gitanas están sesgados por el antigitanismo. Por eso lo de los tampones, lo de que tenemos muchos hijos o lo del coño y el pañuelo, que es muy machista, pero despierta mucho morbo en la sociedad. Todo eso tiene que ver con la hipersexualización y con la exotización del cuerpo de las mujeres gitanas, o sea, con cómo se nos ve.

Silvia Agüero representa la obra ‘No soy tu gitana’ en el Teatro del Barrio.
Silvia Agüero representa la obra No soy tu gitana en el Teatro del Barrio.Henrique Mariño
El antigitanismo también tiene que ver con cómo eliges tu vida. Porque el capitalismo te impone un modelo: nacer, ir a la guardería, estudiar, buscar novia, estar con tu pareja dos o tres años, comprar un piso, casarte, tener descendencia y luego trabajar hasta que te mueras. ¿Por qué? En mi caso, no quería eso.

Yo no estudié —y no digo que sea lo ideal—, tuve cuatro hijos —ya criados, de 24, 18, 16 y nueve: la pequeña se me coló—, he disfrutado muchísimo de ellos y, hace tres años, aunque ya escribía antes, se me presentó la oportunidad de hacer la obra de teatro y girar por toda España.

Ahora salgo con mis amigas cuando me apetece y quiero estudiar el grado de Sociología, porque me interesa la psicología social. A ver, tengo cuatro hijos y me vienen con el control de natalidad… ¿En qué quedamos? ¿No se necesita mano de obra para pagar las pensiones? ¿Sí o no?

Psicología social porque quiere comprender el comportamiento humano…

Me gustaría profundizar en la herida tan grande que tiene este país con los gitanos y en el conflicto identitario como pueblo. Volviendo a las elecciones de vida, ¿por qué la mía va a ser peor? En el antigitanismo hay una superioridad moral de la sociedad y del Estado, que consideran que su forma de organizar la vida es mejor. No, simplemente es muy diferente a la mía.

En No soy tu gitana pasa del humor a los datos: los gitanos son sometidos a más controles policiales, la esperanza de vida de las mujeres es de ocho o diez años inferior a la media, entre el 92 y el 98% de los gitanos están en riesgo de pobreza y exclusión social —frente al 26% de la población—, el fracaso escolar es del 63% —muy por encima del 4% de los estudiantes en general—, etcétera.

Poca broma… Es muy fuerte y nos afecta a todos, también a mis niños. Y eso no es culpa nuestra, sino del Estado, o sea, de cómo se nos organiza y de las oportunidades que tenemos. Si el 98% de los gitanos están en riesgo de pobreza y exclusión social, significa que solo se libran Alba Flores y el Cigala.

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