Los Ángeles como experimento: protestas, políticas y el futuro en juego
Público, , 16-06-2025Durante las últimas semanas, Los Ángeles se ha convertido en escenario de intensas movilizaciones sociales como inmediata respuesta a las políticas migratorias desplegadas por Donald Trump. Estas protestas han estado marcadas por una creciente militarización de la represión, lo que ha sido visto en muchos como una suerte de “experimento” autocratizador por parte del Gobierno.
Las manifestaciones comenzaron el 6 de junio tras una serie de redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en California. El resultado de estas acciones dio como resultado la detención de cientos de migrantes, muchos de ellos trabajadores sin antecedentes penales. La respuesta del Gobierno federal fue especialmente asertiva con el despliegue de 4.000 miembros de la Guardia Nacional primero y de unos 700 Marines posteriormente, lo que ha provocado aún más miedo, ansiedad y temor entre las personas migrantes en situación irregular, pero no sólo. Esta medida de excepción ha sido duramente criticada tanto por la alcaldesa Karen Bass como por el gobernador demócrata Gavin Newsom, que argumentaban con razón que estas acciones violan la soberanía estatal, además de ser una amenaza para los derechos civiles de los ciudadanos.
Por su parte, las protestas se organizan en torno a grupos comunitarios, organizaciones latinas y afroamericanas que blanden el lema de “¡ICE fuera de Los Ángeles!”. La alianza solidaria entre las distintas comunidades ha sido un hecho. Sin embargo, la ciudadanía racializada de Los Ángeles está curtida en la lucha contra la represión. Como ya analizó Mike Davis en su libro Control Urbano. Mas allá de Blade Runner, Los Ángeles fue de los primeros laboratorios urbanos en la aplicación de estrategias de militarización del espacio civil. Fue el primer lugar donde el diseño urbano fue excluyente con parques sin bancos, con cámaras de vigilancia con una arquitectura defensiva y hostil y con una Policía entrenada en tácticas militares. Y todo porque Los Ángeles era considerada la ciudad del crimen. Recuerden aquella película, Boys in the Hood (1991), estrenada unos meses antes de las revueltas de 1992 y que dibujaba la profunda desigualdad social y racial, el hostigamiento policial contra las comunidades latinas y afroamericanas y el fracaso del modelo urbano segregador implantado. Justamente estos elementos fueron el motor de las movilizaciones de 1992 y justamente fue entonces cuando por primera vez el ejército se desplazó a la ciudad.
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Si bien la genealogía de ambos movimientos de protesta es diferente, lo cierto es que la respuesta ofrecida por las autoridades ha estado orientada en la misma dirección: la de la represión de la protesta. En esta ocasión, además, esa represión opera desde el Estado federal sin el acuerdo con las autoridades locales, buenas conocedoras de los efectos que dicha represión podía traer al espacio urbano, tal y como está sucediendo. La movilización comunitaria operó en 1992, y la movilización comunitaria también está respondiendo en 2025.
En Los Ángeles, de nuevo, se está poniendo en marcha un experimento organizado desde Washington. Por un lado, se quiere demostrar el liderazgo de la presidencia sobre los territorios. Trump quiere mostrar que tiene la capacidad de controlar y someter el poder de los estados, uno de los pocos polos de contrapoder que todavía se mantienen en pie en EEUU. Y para ello quiere dar una respuesta ejemplar en un estado que nunca ha sido favorable a los intereses republicanos, California, y de donde podría muy bien salir un potencial competidor político del campo demócrata, Gavin Newsom. Al mismo tiempo, Trump quiere demostrar que es capaz de ejecutar sus promesas de campaña, el restablecimiento de la ley y el orden y la expulsión de los migrantes. La situación extremadamente polarizada que se da en Los Ángeles muestra un campo propicio para poner en marcha varias de ellas, que van desde la aplicación de las leyes de insurrección del siglo XIX y que le permiten el despliegue militar en núcleos urbanos, pasando por la expansión de la vigilancia masiva a través de la instalación de tecnologías de vigilancia y el uso de inteligencia artificial con el objetivo de proceder al control de la ciudadanía. Por último, Los Ángeles ha sido históricamente uno de los centros neurálgicos de los movimientos anticapitalistas, ecosocialistas y de defensa de los derechos civiles, algo que podría tentar a Trump en el avance de políticas represivas.
De este modo, la forma en que se está operando ante las movilizaciones de Los Ángeles trasciende a la propia ciudad y se transforma en un experimento de la deriva por la que peligrosamente se desliza la democracia estadounidense. Tras el ataque y la represión contra las universidades de la costa este, ahora llega la persecución contra los migrantes y la represión en una de las grandes ciudades de la costa oeste. Una ausencia de respuesta importante por parte del resto de actores políticos, económicos y sociales podría dejar la puerta abierta a la expansión de medidas similares que lleguen a tensionar aún más el marco institucional democrático de contrapoderes del país.
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