Gitanos con birrete para alumnos con tricornio

El Mundo, 05-09-2006

Los 4.000 aspirantes a la Guardia Civil harán en Baeza un curso de cultura calé impartido por profesionales de la etnia MADRID. – Y llegó un día en España en que un gitano haciendo footing dejó de ser un sospechoso montaraz. Así debe concluir el cuento por escribir que comienza estos días a la espera de final feliz: cosas de hacer pedagogía, esta vez el calé estará por encima y el guardia civil escuchará. El primero será un circunspecto maestro de piel aceituna; el segundo atenderá con mansedumbre de alumno. Porque hoy toca en clase la perra vida.


La evangelización calé del benemérito tricornio la veremos en la Academia de Baeza (Jaén), que a partir de octubre impartirá entre sus aspirantes a la Guardia Civil un novedoso curso al que tendrán que asistir los 4.000 futuros candidatos a miembros del cuerpo. En el programa lectivo entrarán pues, por vez primera, bloques temáticos de la historia del pueblo gitano, su cultura, su situación socio – laboral, de vivienda. Para ver si se alumbran las cunetas, se desmitifican las chabolas y se entienden, entre las acharoladas parejas, los lorquianos quejidos.


El paso en pos de la igualdad ha sido dado gracias al convenio suscrito entre la Dirección General de la Guardia Civil y la Asociación Gitana Yerba – Buena. Aunque el acuerdo fue firmado en julio, es en estos días cuando se están ultimando los detalles de su puesta en práctica.


«La Guardia Civil y el pueblo gitano hemos tenido siempre vestigios disonantes, aún teniendo un denominador común: que hemos sido difamados y denostados en la sociedad», señala José Manuel Fernández, secretario general de la Asociación Yerba – Buena. «Nosotros hemos sufrido muchos latigazos de los guardias, nunca teníamos la presunción de inocencia. Hoy las Fuerzas de Seguridad han cambiado, pero queda por hacer, por eso queremos que en los programas de las academias se les enseñe nuestra cultura y no se nos estereotipe».


No es hablar por hablar. La cartilla que la Guardia Civil manejaba allá por 1840 recogía los deberes del agente: «Vigilará escrupulosamente a los gitanos que viajen, cuidando mucho de reconocer todos los documentos que tengan; de confrontar sus señas particulares; observar sus trajes; contar las caballerías que lleven; inquirir el punto a que se dirigen, objeto de su viaje, y cuanto concierna a poder tener una idea exacta de los que encuentre, pues como esta gente no tiene en lo general residencia fija y después de hacer un robo de caballerías u otra especie se trasladan de un punto a otro en que sean desconocidos, conviene mucho tomar de ellos todas estas noticias».


«Desconocimiento»


El ciclo formativo para redimir la Historia pone así en la tarima al perseguido. Las clases en las que aprenderán los guardias las impartirán antropólogos, sociólogos y abogados gitanos, y contará con una representación de la mujer calé. Lo de menos son las notas.


Entre otros, los guardias de Baeza escucharán lo que les explique el sociólogo gitano Julio Vargas. Antes, a modo de didáctico enunciado, nos lo dice en estas líneas: «Hay dos formas de arreglar las cosas: la violencia o el diálogo, y lo suyo es abogar por la segunda fórmula», comenta. «Los grandes problemas que sufrimos son el desconocimiento y la generalización. Por eso vamos a aportar información fidedigna y de primera mano, para que sepan cómo somos y se acaben los casos en que los agentes se extralimitan. Cuanto más nos conozcamos, más libres seremos todos», añade.


No se lo han tenido que contar. Lo vivió en la dictadura, cuando tenía 15 años. Relata que fue a una fábrica de zapatos de Haro, en Navarra, para comprar material que vender en el mercadillo. En el pueblo, vio de lejos a los guardias encapotados. No había hecho nada. Pero echó a correr como un lebrato asustado. «Sabía que, si me cogían, me la iba a ganar. Por ser gitano».

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