España debe rectificar su definición de antisemitismo

Público, Miquel Ramos, 11-06-2025

Criticar lo que haga el Estado de Israel o exponer su maquinaria propagandística y de presión política es antisemitismo. Israel es intocable, incuestionable. O eso creían hasta ahora quienes durante años han tratado de construir un muro infranqueable alrededor de este proyecto colonial. Tras casi dos años de ofensiva militar israelí sobre Gaza y la aceleración de la limpieza étnica en Cisjordania, las grietas en ese muro que aislaba a Israel de toda crítica y toda responsabilidad ante la legalidad internacional, empiezan a ser cada vez más hondas y visibles.

Detrás de las ruinas de Gaza, más allá de los escombros y de las pilas de cadáveres que va amontonando Israel día tras día, hay una dimensión paralela. Una realidad alternativa a la que todos vemos, que presenta los hechos envueltos de una supuesta necesidad y heroicidad de un pueblo acorralado que tan solo se defiende de la barbarie. Un relato que se escurre como agua en las manos cuando son los propios soldados sobre el terreno quienes mejor están documentando sus crímenes, su crueldad y su habitual borrachera de impunidad. Un relato que sostiene, además, gran parte de la sociedad israelí, que no solo aplaude el genocidio y pide la expulsión de los nativos de sus tierras, sino que se implica en ello construyendo colonias en territorios ocupados, asaltando los camiones de ayuda humanitaria o exigiendo una solución final para los palestinos. Una realidad que unos cuantos valientes, dentro de Israel, se esfuerzan en denunciar cada día, rechazando servir en el ejército, protestando en las calles y en las universidades, posando ante las bases militares mostrando fotos de los niños palestinos asesinados por su Ejército, o plantando cara a los colonos que acosan y agreden a los palestinos.

Esta doble versión de los hechos que son capaces de esgrimir los defensores de este exterminio la llevamos viendo desde hace años, en todas y cada una de las atrocidades que este Estado ha cometido desde su existencia y que siempre le ha salido gratis, gracias al apoyo y la complicidad de Occidente. La maestría para situarse en el papel de víctima mientras dejas caer bombas sobre hospitales y tiendas de campaña, mientras ejecutas a periodistas y a trabajadores de la ONU, es digna de estudio. Y no dudo que así será en un futuro, pues todo apunta a que este acontecimiento va a cambiar la posición y la sostenibilidad de Israel en el mundo que viene, a pesar de su superioridad militar y el cada vez menor y más incómodo apoyo que lo sostiene. Y cuando todo esto se estudie, ya veréis como muchos de los que hoy aplauden el genocidio, negarán haber estado del lado de los victimarios.

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Cualquiera que señale los discursos de odio que justifican el genocidio y los crímenes de guerra que cada día se documentan, corre el riesgo de ser tildado de antisemita. El uso de este término para blindar a Israel de toda crítica es una perversa y peligrosa estrategia de quienes usan a las personas judías como excusa para defender un proyecto político colonial y supremacista. Es el secuestro de una identidad, de un pueblo, para usarlo como rehén de un Estado que se arroga su representación, y que exprime obscenamente el dolor que atraviesa su historia, como han denunciado los propios judíos que se niegan a que Israel hable en su nombre. El antisemitismo, un mal que todavía existe, que debe ser denunciado, y que a lo largo de la historia ha provocado asesinatos, expulsiones, pogromos y genocidios, se ha convertido hoy en el mejor aliado de quienes lo exhiben como excusa para que Israel haga cualquier cosa sin ser cuestionado. No hay nada que ayude más a Israel que culpar a todos los judíos de lo que haga este Estado.

En este sentido se creó la definición de antisemitismo que reivindica la autodenominada Alianza Internacional por el Recuerdo del Holocausto (IHRA). Esta organización, nacida en 1998 para divulgar la memoria de aquel episodio atroz de la historia de Europa, se ha convertido hoy en una herramienta más del sionismo para blindar a Israel de toda crítica, bajo el riesgo de ser tildada de antisemita. Así lo denunciaron numerosas organizaciones de derechos humanos y colectivos judíos, al imponer la IHRA en su definición de antisemitismo las críticas al sionismo y al Estado de Israel.

Cuando el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, tildó de genocidio lo que sucede en Gaza, tanto el Estado de Israel como sus propagandistas habituales no tardaron en tildarlo de antisemita. Los grupos de presión proisraelíes y los propagandistas habituales del régimen esgrimen siempre la definición de antisemitismo de la IHRA como comodín, y la firma que rubricó el Gobierno de España apoyando esta definición en 2020, a través de la exministra Carmen Calvo. Así que, es posible que este artículo que estás leyendo, acabe también engrosando el listado de hechos antisemitas que algunos de estos grupos sionistas elaboran y difunden como muestra, dicen, del odio al pueblo judío.

Sin embargo, no es tan solo aparecer en la lista de sospechosos antisemitas que elaboran los diferentes propagandistas de Israel, sino que esta definición de antisemitismo de la IHRA está llevando a la detención y a la imputación de varias personas por criticar a Israel, pedir el boicot o defender los derechos del pueblo palestino. Hemos visto que en algunos casos se ha llevado a activistas propalestinos hasta la Audiencia Nacional acusados de apología del terrorismo. A jóvenes detenidos y multados con 60.000 euros por llamar fascismo al sionismo y criticar a un jugador de futbol que pedía borrar Gaza del mapa. Y son varias personas ya las que están siendo investigadas por delito de odio, por supuesto antisemitismo, por criticar las políticas del Estado de Israel o señalar a sus propagandistas en España.

Sin embargo, no hemos visto a ningún defensor de Israel detenido por celebrar el genocidio, por pedir el exterminio de los palestinos, por acusar de terroristas a todos los palestinos, a todos los árabes o musulmanes. Por defender la limpieza étnica que los mismos líderes israelíes reivindican públicamente sin pudor, dejando en evidencia a quienes desde aquí niegan que esté sucediendo. No se persigue la defensa del genocidio, sino a quienes lo critican y señalan a los culpables y a sus cómplices.

A la vista de los acontecimientos, este Gobierno debería rectificar cuanto antes y abandonar la definición de antisemitismo de la IHRA que tan solo sirve para proteger a Israel ante las atrocidades que está cometiendo. La instrumentalización de algo tan serio como el antisemitismo para los intereses de un Estado, es extremadamente peligrosa para las personas judías. No se puede regalar a un Estado la representatividad de todo un pueblo, que es diverso y que ha demostrado estar en gran medida al frente de las principales protestas contra el genocidio en Palestina. Son muchos judíos los que no se siente parte del proyecto sionista ni quiere ser relacionados con lo que Israel está llevando a cabo contra los palestinos.

Es por esto por lo que este Gobierno, antes de que termine su mandato, debería, entre muchas otras cosas, romper de una vez el papel en el que firmó su apoyo a la definición de la IHRA y dejar de ser un tonto útil al servicio de quienes están hoy cometiendo un genocidio, que hasta el propio presidente del Gobierno ha denunciado y ha definido así. Y a él, por esto y por cualquier defensa que haga del pueblo palestino, también se le ha acusado de antisemita.

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