LA PRESIÓN MIGRATORIA // EL CEREMONIAL DE PARTIDA

"¡Rezad por nosotros!"

El Periodico, 04-09-2006

Al salir de la chabola en la que ha pasado las últimas horas de espera antes de partir, Mamadou Baldé coge agua con un tazón y la lanza por encima del tejado. Al caer, se moja la cara con ella, e inclina la cabeza en el dintel haciendo el ademán de entrar. Esa es la última puerta que cruza en Senegal, y pide al dios del agua que le conserve la vida en la travesía para poder volver a traspasarla algún día.
“¡Rezad por nosotros. Nos vamos a España!”, gritaban algunos de los chicos desde los cayucos. En efecto, la fe les sostiene al afrontar el peligroso viaje, y buena parte de los días previos a la salida los han dedicado a prepararse espiritualmente para merecer la baraka, la buena suerte que sin duda van a necesitar. Se les podía ver jugando a fútbol en la playa o a las cartas, pero sobre todo se les veía rezar, en un cuadrilátero delimitado con palos y redes, sobre unas alfombras orientadas a la Meca.

Sincretismo religioso
El 90% de los senegaleses son musulmanes, pero su islam es muy distinto al de los países árabes. Más relajado en cuanto a costumbres, incorpora una decisiva influencia de las creencias de raíz animista. Buena prueba de ello es el ritual de sacrificio, un ejemplo de sincretismo religioso de celebración obligada antes de que un cayuco se haga a la mar.
Sane Alpha es un famoso brujo que andaba estos días por Diogué y a quien últimamente se le acumula el trabajo. Él dio la bendición a algunos de los primeros cayucos que lograron llegar a Canarias, y ese éxito hizo que corriera la voz. Hoy ningún capitán emprende la travesía sin haberle consultado qué día es propicio para zarpar, y qué animales deben ser sacrificados en ofrenda para que el viaje llegue a buen puerto.
En el caso de los cayucos que salieron de Diogué el sábado, la sangre de dos cabras blancas y un cordero fue derramada para rogar por que, en caso de que el destino reservara alguna desgracia a la expedición, los viajeros no viertan la suya. El propietario de la barcaza es quien compra los animales que se van a sacrificar, y el capitán, quien cumple el ritual y los degüella.
Además, el famoso santón acoge a los emigrantes, les prepara amuletos y les limpia espiritualmente para el viaje. “Aquí decimos que para que tu sueño se cumpla, debes estar limpio; si no, los espíritus no te miran”, cuenta un joven senegalés.
Otros dos personajes hoy por hoy en Diogué son Ibrahim, de 12 años, y Mohamed, de 4. Los dos chavales andan por el poblado con la túnica blanca de la ceremonia de circuncisión y, a cambio de una pequeña cantidad de dinero, piden también a Alá la baraka para los viajeros. Los niños circuncidados tienen aquí fama de ser escuchados por los espíritus.
Con todas las bendiciones, los dos cayucos luchan desde el sábado contra el Atlántico. Dentro de unos diez días estarán en Canarias, inch’Allah (si Dios quiere).

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