NICOLAS SARKOZY / Ministro de Interior
El gendarme francés de hierro
El Mundo, 04-09-2006Es el hombre de hierro en Francia. El delfín rebelde que ha sabido nadar entre dos aguas, desdoblándose a la vez en gobierno y oposición según conviniera a sus aspiraciones presidenciales distanciarse o no de las decisiones de su rival, el primer ministro Dominique de Villepin. Con él comparte afición al footing e idéntico objetivo: convertirse en legítimo heredero de Jacques Chirac en las presidenciales de 2007.
La guerra abierta entre los números uno y dos del gabinete conservador francés hirvió definitivamente el pasado marzo cuando Sarko no sólo se desmarcó de la reforma laboral apadrinada por Villepin, sino que la desautorizó por completo pidiendo la retirada del Contrato de Primer Empleo, poco antes de que la calle lograra enterrarlo.
Mientras Villepin encajaba el golpe de la opinión pública – y el propinado desde dentro de su propio partido, controlado por su adversario – Sarkozy teorizaba sobre su posición dentro del Gabinete francés: «Soy solidario con el Gobierno de Villepin, pero diferente», fue la metáfora empleada entonces para definir el precario equilibrio en el que ha caminado el tándem, especialmente en estos últimos meses.
El gendarme que labró su reputación de duro en su primera etapa al frente del Ministerio de Interior – cuando logró atajar los índices de delincuencia hasta reducirlos al 3,8% durante el mandato de Jean Pierre Rafarin – , ha hecho bandera de la causa contra la inmigración ilegal. Impulsor de una ley para frenar la llegada de sin papeles, su firmeza no se ha aplacado ni siquiera a la puerta de las escuelas, salvaguarda hasta ahora de la permanencia en Francia de los menores extranjeros escolarizados y sus familias.
Un mensaje de intransigencia dirigido a la parte del electorado de derecha que puede escorarse hacia los extremos y con el que que pretende restar a Le Pen los votos rentabilizados por sus tesis xenófobas, que le brindaron la posibilidad dedisputarle a Chirac la segunda vuelta de las elecciones en 2002.
Electores «desesperados»
Sarko atribuye el éxito del político ultraderechista a la «pusilanimidad» de una derecha republicana que «no ha cesado de excusarse por ser derecha» y ha llegado a «desesperar» a sus electores, como confesaba el viernes en una entrevista concedida a Le Figaro.
Erigido en renovador del gaullismo, con un discurso fraguado para seducir a los sucesores de una generación, la del 68, que «dilapidó su herencia», ha tratado de suavizar su imagen severa agregando matices a sus posturas en materia social. Así, combina un rechazo frontal al matrimonio gay con la defensa de los derechos de las parejas homosexuales en materia económica. «Soy profundamente hostil a toda forma de discriminación. Los homosexuales no la deben sufrir. Por ello soy partidario de la igualdad en el plano financiero», aseguró a Le Figaro.
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