No siempre el querer es poder. Un año después de que el dueño del casón del carril de los Valeras, en la pedanía murciana de San José de la Vega, fuese avisado del desalojo que debería llevar a cabo en el inmueble, más de 30 inmigrantes siguen habitando el recinto. «Llevo viviendo aquí seis años y seguiré en el mismo sitio hasta que consiga algo mejor», afirmó Mohamed, uno de los inmigrantes que aún viven allí. El estado de la finca es lamentable. Un viejo casón, residencia de verano de un marqués, fue aprovechado por su actual propietario, Antonio Valero, para rentar los minúsculos habitáculos a personas que no podían permitirse una vivienda en mejores condiciones.

La voz de alarma llegó el año pasado cuando los vecinos de la zona y un primo del propietario de la finca pusieron el caso ante la Concejalía de Sanidad del Ayuntamiento de Murcia porque la situación se hacía insostenible. El resultado fue contundente: Antonio debía desalojar a los más de 70 vecinos de su casón, porque en esas condiciones no «viven ni los animales».

La escena es dantesca. Unos 30 metros cuadrados son utilizados a modo de comedor, sala de estar, dormitorio y cocina. Cualquier esquina es aprovechada por los inquilinos de las habitaciones con las que cuenta el caserón.

Los vecinos, aunque tienen agua, no la consumen. Prefieren curarse en salud y comprarla embotellada ya que la que sale por los grifos proviene de unos barriles colocados por Valero en el tejado del caserón, y que se comunican a través de un sistema rudimentario montado con las tuberías de las casas. Según comentan a este periódico los inquilinos, los barriles están llenos de moho, el agua sale ardiendo por el grifo hasta tal punto que cuando quieren preparar café o té no es necesario ponerla a hervir. La ventilación es nula, no cuentan con servicio de recogida de basuras y, lo que es peor, al no tener servicio de alcantarillado los residuos fecales van a parar a una fosa séptica que con cierta frecuencia ha de ser vaciada por los camiones cisterna del Ayuntamiento.

Los gatos campan a sus anchas por el estrecho pasillo que comunica las estancias y los insectos en el exterior son más que abundantes. Son una plaga.

La misma escena

Después de un año, la escena no ha cambiado mucho. Hace apenas 25 días, cinco familias españolas, dos familias marroquíes y un anciano de 76 años abandonaron los inmuebles, pero siguen siendo 30 los inquilinos del caserón. En palabras de Jamal, uno de los 30 inmigrantes de origen argelino que viven aún en el casón, «se llevaron a Pepe – el anciano de 76 años y con tres trombosis a sus espaldas – , a las familias españolas y las familias de Marruecos, pero a los argelinos que vivimos aquí nos han dejado como si tal cosa». Jamal afirma que Valero tapió la entrada a las casas de las familias desalojadas, pero permitió que el resto de habitantes no desalojados siguieran viviendo en el caserón.

Los vecinos afirman que desde hace más de dos meses, el propietario no les cobra los 160 euros de alquiler de las casas, ni la luz y tampoco el agua. «Es como si no le importase que sigamos aquí» afirmó Mohamed, uno de los inquilinos más veteranos. Hecho que sin duda les beneficia porque no tienen a dónde ir si los echan de allí, sin darles a cambio una casa en condiciones.

La situación parece no importarle a nadie. Sólo a los que aún siguen viviendo en el casón del carril de los Valeras les molesta que a ellos no se les haya dado «una casa, o dinero para poder alquilar una vivienda, como al resto de familias».

La situación es, como afirmó Ginés, vecino cercano a la finca, deplorable. «Esta gente se merece algo mejor. Es inhumano que las personas que ahí viven tengan que soportar las malas condiciones sanitarias y de seguridad que padecen. Deberían darles la posibilidad de vivir dignamente, al igual que lo hacemos todos».