La Vitoria alternativa

El mestizaje en la capital alavesa ya permite ingerir comida china o turca, comprar la carne a un marroquí o compartir locutorios con la amplia colonia sudamericana

El Correo, 03-09-2006

Vitoria acogió en los sesenta el primer aluvión de inmigrantes imantados por el auge de la industria. Andaluces, extremeños y gallegos poblaron las viviendas construidas en un periquete para cobijar aquella mano de obra necesaria. La capital alavesa, como tantas otras, vive desde hace unos años la segunda oleada. En tiempo de fronteras derretidas las procedencias se ensanchan. Ahora se pueden comer bocadillos turcos, abonarse a la cocina china, comprar en una carnicería árabe, compartir cabinas telefónicas con hileras de sudamericanas, adquirir productos africanos o bailar al influjo sensual del Caribe.

La inmigración ignora el crecimiento por Salburua y Zabalgana. Dobla y redobla el mapa de la ciudad para concentrarse en zonas muy marcadas. El Casco Viejo, su prolongación por Siervas de Jesús, Gorbea, Sancho el Sabio… Apenas roza la Avenida de Gasteiz. Casi podría editarse una guía de la Vitoria alternativa, una línea que marcase negocios y rutas creados por extranjeros.

XU

Bazar y restaurante chinos

«Se habla demasiado de los demás»

Xu es bajito y vivaz. Reconoce que la comunidad china es bastante cerrada, pero él se coloca como ejemplo de la excepción. A sus veinticinco años – los once últimos en Vitoria – regenta un bazar profundo y un restaurante, puerta con puerta, en Sancho el Sabio, cerca de su domicilio en Gorbea. Como el 80% de los chinos que residen en la capital alavesa procede de Zhejiam, lejos de Pekín.

No cabe duda de que Xu vale para los negocios. Lleva los cálculos en la cabeza. «Aquí» – habla en el bazar – «un tercio de los que compran son extranjeros, más bien latinos. Otro tercio es gente mayor y luego vienen jóvenes». Reconoce que los negocios le van bien. Hace sus compras en «demasiados supermercados» y adquiere lo que sirve en un almacén de comida china de Ali Gobeo.

Asegura que va de bares y al cine, vive a gusto en Vitoria pero reniega de algo que observa en la capital alavesa. «Es una ciudad pequeña donde se habla demasiado de los demás».

MIAM KHAN

Bar de kebab

«Vitoria es un buen sitio para mí»

El pakistaní Miam Khan sólo lleva tres meses en Vitoria, aunque con rodaje previo por Barcelona y Bilbao. Ha recurrido a la gastronomía turca para sobrevivir tan lejos de su país. Sirve el célebre kebab, bocadillo con carne de cordero, ternera o pollo en Siervas de Jesús. Dejó la capital vizcaína porque había demasiada competencia y se ha encontrado con otros doce locales como el suyo en Vitoria. Pero está contento por la respuesta consumidora en una ciudad cada vez más mestiza.

«Vitoria para mí es un buen sitio. Viene mucha gente a comer, de aquí, latinos y árabes». El problema es que está solo, trabaja de diez de la mañana a una de la madrugada y no le cabe la vida social. «Acabo cansado y me marcho a casa en cuanto cierro».

PATRICIA MENA

Locutorio telefónico

«Siempre hay mucha nostalgia»

El locutorio que regenta con su marido junto al bar de Khan, El Malecón, es un centro neurálgico de la añoranza latina. La ecuatoriana Patricia Mena apenas puede responder a las preguntas. Entran clientas de continuo y la sintonía del móvil suena a ritmo de intermitente. Tiene 38 años y vive desde hace seis con su esposo y tres hijos en Simón de Anda. Abre doce horas diarias, hasta las diez y media de la noche. Así que no hay hueco para el ocio. «Cierro y salgo para cocinar la cena».

«El negocio va bien, no nos quejamos». Y seguirá en esa línea mientras crezca o, al menos, se mantenga la amplia colonia colombiana y ecuatoriana, volcada en las tareas domésticas y la ayuda a domicilio. La demanda es grande «porque siempre hay mucha nostalgia» dice Patricia, como letrista de un bolero. «Cada persona viene habitualmente a llamar dos veces por semana». Ella les comunica con operadoras que median entre quienes marcharon y los que permanecieron.

Sale de la cabina una dominicana con buen sentido del humor. «¿Ha llamado a Santo Domingo?» «Sí… De la Calzada, ja, ja…». Paga 1,90 euros y se despide de Patricia hasta más ver, que será pronto.

ABDUL KARIM

Carnicería

«Tengo muchos amigos»

El logotipo de muchas carnicerías es una cara vacuna. No la del marroquí Abdul Karim, en Barrancal, la calle de su vida desde hace dos años porque allí trabaja y reside. El dibujo es el de un cordero, carne muy apreciada en la cocina árabe. Nunca el del cerdo, animal vetado por el Islam.

Es mediodía en Barrancal y le están descargando piezas de cordero. Abdul vivía en Nador y se trasladó hace dos años – tiene veinticuatro – a la capital alavesa, donde abrió el negocio en una calle frecuentada por la colonia magrebí. También está contento con el rendimiento de la carnicería, a la que entran «personas de Vitoria, marroquíes, argelinos y latinos».

Se junta en el local con dos compatriotas y un senegalés. El género le llega de Bilbao, donde le surte un argelino. Sólo libra los martes por la mañana, se conecta a Internet, acude al pantano y asegura tener «muchos amigos». En su tienda se puede comprar champús, cuscús y hasta babuchas. La aproximación a un zoco.

CHERITY

Tienda africana

«Voy tirando poco a poco»

Ni un alma en el pequeño local de Cherity, en cuyo regazo dormita su hijita. La nigeriana de veinticinco años trata de subsistir en una ciudad a la que llegó en 2001. Vive con su esposo en la calle Santo Domingo y tira «poco a poco» hacia adelante con la venta de productos de peluquería e ingredientes alimenticios de su tierra.

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