Cuando la violencia de género te echa de tu país: "Me subí a una patera para abortar después de que me violaran"
Miles de mujeres se ven forzadas a huir de sus países de origen y solicitar asilo en el extranjero tras sufrir maltrato, explotación sexual, matrimonios forzados o mutilación genital femenina.
Público, , 16-05-2025Más de la mitad de los 122,6 millones de personas refugiadas a junio de 2024 fueron mujeres, según datos de Naciones Unidas. Para muchas, la huida fue una necesidad para sobrevivir ante las múltiples violencias que enfrentan por razones de género.
Según ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, el 70% de las mujeres en contextos de conflicto, guerra o crisis humanitaria sufren violencia de género. Explotación sexual, matrimonios forzados, mutilación genital femenina, crímenes de honor o persecución por su orientación sexual o identidad de género son algunas de las causas que las obligan a abandonar sus hogares en busca de protección y derechos básicos.Este tipo de violencias, que sufren las mujeres por el hecho de ser mujeres en varias partes del mundo, están recogidas en la Ley 12/2009 en la que el género es reconocido como una causa válida para solicitar asilo y protección subsidiaria, explica la asociación Accem.
Pero escapar no significa estar a salvo. Durante el trayecto, muchas mujeres y niñas continúan enfrentando estas agresiones, sufriendo violaciones, trata con fines de explotación sexual, secuestros o matrimonios forzados. Además, muchas de ellas no cuentan con documentación, lo que las deja aún más vulnerables y, en muchos casos, las empuja a depender de redes de trata para sobrevivir. A estos riesgos se suman la pobreza extrema, la violencia institucional y el rechazo por parte de sus propias comunidades.
“Las mujeres se van a enfrentar a las mismas formas de discriminación y persecución que los hombres por ser refugiadas pero, además, están expuestas a sufrir esta violencia doblemente, por ser migrantes y por ser mujeres”, apunta Verónica Laorden, portavoz de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).Cada año más mujeres buscan refugio en España: un 42% de un total de 167.366 solicitantes de asilo fueron mujeres, según CEAR.
Una de ellas, es Mame, una joven senegalesa que llegó a Córdoba hace tres años. “Sufrí una violación mientras salí a comprar al supermercado en Senegal y me quedé embarazada. Al enterarse mi familia me repudió y me echaron de casa, llegaron a amenazarme de muerte si volvía”, relata.
Un amigo le ofreció un sitio para dormir durante dos meses, en ese tiempo, intentó abortar hasta en cuatro ocasiones. “Tomaba pastillas que conseguía ilegalmente, también probé con inyecciones en los muslos. No lo pude hacer con médicos porque si descubrían que había intentado abortar podía acabar en la cárcel, en Senegal se considera un delito”, cuenta entre lágrimas.
Mame pensó que su única escapatoria sería dejar su país y huir hacia Europa. “Me enteré de que había grupos de personas que salían de Senegal hacia Europa y estuve ahorrando lo suficiente para poder pagarme el viaje. Sabía que era peligroso, pero lo prefería antes que seguir en mi país”, asegura.
De esta manera, Mame decide marcharse en noviembre de 2022 en un viaje en patera con destino a Canarias, uno de los trayectos más peligrosos donde pierden la vida miles de personas al año. Para ella, fue una de las “peores experiencias de su vida” en la que pasó “mucho miedo” mientras navegaba entre sollozos y “llantos de gente y bebés”. “Vi a gente a punto de morir y yo también temía por mi vida”, reconoce.Cuando llegó a España, se afincó en Córdoba, y pudo abortar, aunque allí las violencias no cesaron. A través de un ritual musulmán, la casan forzosamente con un señor que conoce en Canarias pero que vive en Madrid. “Él reservó una habitación de hotel en Córdoba, me violó y me dejó embarazada y yo decidí abortar. Volví a sufrir mucho otra vez. Una pesadilla”, se emociona. Esta vez pudo contar con el acompañamiento del plan de refugiadas de Accem, que la ayudaron con los trámites para una IVE.
Tras varios meses de terapia, acompañamiento y trabajo emocional, la joven ha podido rehacer su vida y ahora trabaja en unos viveros a las afueras de Córdoba. “Ahora soy mucho más feliz aquí, la ONG me ha ayudado mucho”, añade.
“En las asociaciones que apoyan a estas mujeres, se trabaja de manera multidisciplinaria con equipos de trabajadores sociales, psicólogos, abogados, y personal encargado de la enseñanza del idioma y la formación laboral. Es clave evitar la revictimización y apoyar su integración en el país de acogida”, apuntan desde Accem.
Nahemma huyó de su primer país de asilo
La historia de Nahemma parecía diferente. Empieza con la esperanza de llegar a Europa con su esposo y sus dos hijos. Ella y su familia lograron huir de Irak y llegar a Melilla, vivieron unos meses en Guadalajara y finalmente se mudaron a Alemania donde les concedieron el asilo. Nahemma se sentía feliz de lograr su sueño, sin embargo, el infierno continuaba al lado de su marido. “Mi marido siempre me trató mal, era agresivo, nunca me dejó hablar ni tener voz propia. Intenté vivir en paz con él cuando llegamos a Europa. Pensaba que aquí podrían cambiar las cosas y encontrar una manera de estar tranquilos, pero él nunca cambió. Siempre quería imponer sus reglas y controlar todo”, explica.
“Él me golpeaba, no me dejaba salir de casa sin él y llegó a amenazarme empuñando un arma en mi cabeza. Un día, la situación se volvió insoportable y quiso pegar también a nuestros hijos. No lo permití, y por eso todo empeoró. Ese día él salió de casa a comprar tabaco y me encerró a mí y a los niños. En ese momento, a pesar del dolor que sentía, decidí escapar por la ventana con mis hijos y correr a buscar ayuda”, relata.
En su desesperada huida, Nahemma tuvo la suerte de encontrarse con un pastor religioso, que al verla completamente desesperada la socorrió y la llevó al hospital y después a Cruz Roja. “Yo les conté que quería volver a España, donde estuve viviendo unos meses antes de llegar a Dortmund. La gente era más agradable y me sentía más integrada que en Alemania, donde había mucho racismo”, apunta.
Desde entonces ella ha estado lejos de su agresor. Nahemma solicitó asilo en España y actualmente vive en Leganés (Madrid) donde forma parte del programa de solicitud de asilo a mujeres por causas de género de CEAR. “Soy enferma de cáncer de mama, CEAR me ha ayudado mucho con todo el tratamiento, la quimioterapia y todo lo que necesitaba para mí y para mis hijos. Aquí ellos son más felices. Me siento tranquila en España, lejos de él, aunque a veces aún tengo miedo de que algún día me encuentre”, confiesa.
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