Entrevista a Fernando Flores

"La represión burocrática contra los migrantes y solicitantes de asilo es brutal"

El profesor de Derecho Constitucional publica el ensayo 'Derechos humanos' (Tirant).

Público, Henrique Mariño, 14-05-2025

Fernando Flores, profesor de Derecho Constitucional de la Universitat de València, publica Derechos humanos. Conquista y defensa de un planeta digno (Tirant lo Blanch), donde llama a su defensa ante las amenazas que plantean las grandes corporaciones, el auge del autoritarismo y el sesgo de las nuevas tecnologías.

El ensayo estrena, junto a otros siete títulos, la colección Ágora, con la que la editorial valenciana pretende abordar los desafíos contemporáneos con una vocación divulgativa, de la extrema derecha a las migraciones, del cambio climático a la inteligencia artificial, de la desinformación al nuevo orden geopolítico.
¿Han aprovechado algunas potencias el concepto de universalismo de los derechos humanos para intervenir en determinados países y desarrollar un imperialismo cultural?

Esa es una de las corrientes críticas con la idea del universalismo. Algunos Estados, adoptando como excusa o justificación de intervención la extensión de la democracia y los derechos humanos en sitios donde no existían, realmente estaban ocupando esos países por intereses geopolíticos, territoriales, económicos y de otro tipo. ¿Era necesaria y buena? Pues ha habido reacciones como esta: “Bueno, ustedes dicen que han venido aquí con una intención, pero hemos visto que tenían otras”.

A nivel interno, por otra parte, países, instituciones y organismos occidentales que defienden los derechos humanos tienen un doble rasero, por ejemplo, con las políticas migratorias, tanto en el control de las fronteras como en la burocratización extrema de los trámites de extranjería.

La burorrepresión en el mundo de la extranjería es brutal. Se trata de una especie de represión de baja intensidad, no penal, pero que implica una limitación abusiva de los derechos fundamentales, exigiendo unos procedimientos, una cantidad de papeles y una intensidad de tiempo que dificulta enormemente a las personas migrantes —o a las peticionarias de refugio y asilo—acceder a los derechos o las lleva a renunciar a ellos.

Pasa con los extranjeros, aunque también hay represión administrativa en el contexto de la seguridad ciudadana. Por ejemplo, cuando multan a alguien por no pedir permiso para convocar una manifestación, cuando no es necesario, porque basta con comunicárselo a las autoridades. Luego podrá recurrir, pero implica un trabajo que forma parte de una estrategia de limitación de los derechos ciudadanos, que son vulnerados.

Siguiendo con el doble rasero, también está el caso de los conflictos en Ucrania y Palestina, que han recibido distinta atención y donde la impunidad surge como un síntoma de una crisis de un mundo en transformación.

La actitud de la Unión Europea frente al país que ha considerado agresor ha sido muy diferente respecto a Rusia, mientras que el caso de Israel con Gaza es brutal, sostenido en el tiempo y con una brecha de potencia y violencia en la confrontación, independientemente de que todo comenzara —entre comillas, porque había una situación previa— con un acto terrorista de Hamás el 7 de octubre de 2023.

Sin embargo, los países europeos han llegado al extremo de prohibir manifestaciones y banderas palestinas. Que la posición de España, que no es absolutamente entregada, pero sí firme y comunicativamente muy clara —al margen de la venta de armas—, sea la más radical llama mucho la atención y demuestra un doble rasero absolutamente intolerable.

¿Por qué Israel participa en Eurovisión y Rusia no?

Porque tiene la fuerza suficiente para impedir que lo saquen del evento y Rusia, que ahora es vista por la UE como el nuevo enemigo, no. Es decir, Israel participa en Eurovisión porque posee una capacidad de influencia a distintos niveles —en buena medida, de carácter económico— que impide que los Estados lo dejen fuera.

Es como el abusador del colegio al que muchos alumnos no desprecian ni lo echan fuera de clase porque les puede pegar. Cuando lo que tendrían que hacer es unirse y hacerle frente, sufriendo las consecuencias y repartiendo las pérdidas entre todos, porque la primera reacción del abusón es siempre la violenta.

Soy un gran admirador de la cultura judía (música, literatura, cine), pero me da vergüenza que se blanquee constantemente a Israel cuando está cometiendo un genocidio en Gaza. Es decepcionante que Europa no sea capaz de impedir que Israel esté en Eurovisión y en muchos otros sitios en los que no debería estar.

En su ensayo también alude a la “falacia del universalismo”, porque hay grupos “que quedan fuera de la eficacia de los derechos”, por no hablar de la universalidad en sociedades multiculturales y con minorías. Usted, en cambio, aboga por prestar atención a lo particular “olvidado” para alcanzar lo universal.

Los derechos humanos tienen una vocación universal, aunque no debemos olvidar que el ser humano es muy diverso y procede de sitios y culturas diferentes. Por lo tanto, para llegar a esa universalidad hay que conocer de dónde viene y cómo es cada uno, después de establecer una conversación constante y empática entre los diferentes modos de ver el mundo. Así, a partir de lo particular podemos acercarnos a lo universal, que es un punto de partida.

Sin presupuestos públicos no hay derechos humanos. Es decir, si no se invierte en educación, sanidad, vivienda, etcétera, no hay justicia y la pretendida igualdad se queda en papel mojado.

Con un sistema económico y cultural como el capitalismo, que tiene como principal objetivo el beneficio frente a cualquier otra cuestión —y que, además, en este momento cada vez está menos limitado y controlado—, los derechos humanos quedan en una segunda opción, lo que provoca un impacto sobre los más débiles y vulnerables: mayores, migrantes, mujeres, refugiados, personas LGTBI+, etcétera.

Sin embargo, la voluntad política está amenazada por los intereses de las grandes corporaciones y el auge del autoritarismo, cuya promesa de supuesto bienestar cautiva a muchos jóvenes.

La derechización de los jóvenes tiene que ver con la búsqueda de una autonomía y de unas expectativas de desarrollo. Cuando ven que los partidos políticos mayoritarios, tras su paso por el Gobierno, no les resuelven estas cuestiones [trabajo, salario digno, independencia, vivienda, familia], abrazan a otras formaciones —que todavía no han tenido poder y a las que no les han podido exigir cuentas— que les prometen esas condiciones de vida.

Si a eso le sumas la industria de las nuevas tecnologías —que gana mucho dinero con la desinformación— y la reacción a las cuotas de autonomía y protección que ha logrado el feminismo —que han incomodado a un buen número de hombres—, tienes un caldo de cultivo que, bien sembrado y con un buen presupuesto, está dando como resultado una derechización muy preocupante de la juventud.

Por ello, los partidos políticos deben evitar la aceptación de los “marcos de acción antidemocráticos y violadores de derechos”.

Efectivamente. Incluso los partidos socialdemócratas, cuando no eran atacados judicialmente de una manera atroz, han mirado un poco para otro lado. El lawfare (guerra jurídica) que está sufriendo ahora el PSOE lo han padecido previamente otras formaciones como Podemos o Compromís. En ese sentido, hubo una especie de alianza de silencio porque a lo mejor alguien pensaba que le podía convenir el desgaste de partidos con intereses en el mismo territorio de caza electoral.

Fernando Flores Giménez, autor del ensayo ‘Derechos humanos’ (Tirant Humanidades).
Fernando Flores Giménez, autor del ensayo ‘Derechos humanos’ (Tirant).Ana Noguera
Por otra parte, hay un miedo a la contestación ciudadana respecto al tema de la inmigración. Sin embargo, en vez de convencer a la gente de que los migrantes son personas que tienen derechos y de que la inmigración es muy positiva —aunque, por supuesto, trae problemas, como también el urbanismo o las nuevas tecnologías—, le ven las orejas al lobo, se echan a temblar, se ponen de perfil o, en algunos países europeos, adoptan posiciones reaccionarias, incluso las socialdemocracias.

Al contexto ultraliberal e individualista se le ha sumado la revolución tecnológica, que además de presentar peligros —algoritmos con sesgos que discriminan o mecanismos de control social— también ha propiciado que se abandone el estudio de las humanidades. Lo que usted llama “saberes inútiles” para el mercado, cuando en realidad nos “capacitan para entender el mundo” y, por extensión, para afianzar los derechos humanos. La educación como arma de lucha, defensa y conquista.

Por eso decía que el capitalismo no solo es un sistema económico, sino también cultural, donde la idea de beneficio va unida a lo que se puede medir y contar. Las matemáticas y las ciencias, tan necesarias, son medibles; las humanidades, en cambio, no. El dinero se puede contar, pero la conversación, el debate o la imaginación —o la literatura y la filosofía— no se miden, por lo tanto no se valoran.

Sin embargo, necesitamos herramientas de pensamiento y de lenguaje para poder discutir y confrontar lo que se nos viene encima. Por ese motivo, los profesores y las profesoras de humanidades son absolutamente esenciales en los institutos. Si prescindes de ellos, les quitas una herramienta de lucha a los alumnos.

En este contexto de debilidad de los Estados, se produce la “secesión de los ricos”, que cubren sus necesidades al margen de los servicios públicos, que desprecian y cuya erosión provoca que la mayoría de la población se vea afectada por la precarización.

Son élites extractivas. Es decir, los ricos están en el mundo para extraer lo que les beneficia de la sociedad, pero sin ninguna reversión a la ciudadanía. Hay un olvido o una falta de comprensión —porque no quieren comprenderlo— del contrato social. Este establece un sistema económico que les permite ganar desproporcionadamente muchísimo más dinero que a otros seres humanos que también trabajan y aportan su esfuerzo —aunque eso cree una injusticia—, siempre que devuelvan una parte a la sociedad a través de impuestos.

Sin embargo, pese a esa especie de cláusula en el contrato, luego dicen que tenían cien millones y les han robado 47, cuando es al contrario: les han dejado que ganen 53 millones, una auténtica barbaridad. Esa es la cuestión, que muchos no entienden, incluso algunos estudiantes que plantean en clase que “ganan más porque su responsabilidad es muchísimo mayor”.

Yo les respondo: “¿De verdad me estás diciendo que el directivo de una gran empresa tiene una responsabilidad muchísimo mayor que el médico de cabecera de tu centro de atención primaria? ¿Tú crees que la responsabilidad de la doctora que atiende a decenas de personas al día es cien veces menor que la del empresario que cobra cien veces más? ¿En serio?”.

No es verdad, sencillamente el sistema procura o permite que haya esa desproporción en relación a las responsabilidades y la preparación. Sin embargo, pese al mecanismo de compensación previsto, quienes deben realizar esa retribución se creen que ganan cien millones porque los merecen y no quieren devolver 47. Esa es la cuestión.

Aquel mundo que apuntaló los derechos humanos, según usted, no solo se desmorona, sino que también amenaza con la aparición de “monstruos mayores”, por no hablar de la actual crisis climática, que precisa aquí y ahora de una acción contundente de los Estados.

Es una referencia a la frase de Antonio Gramsci en Cuadernos de la cárcel: “El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Yo juego con la idea de que los monstruos ya están aquí y gozan de total impunidad, pero en el siguiente estadio podríamos estar incluso peor e instalarnos en un planeta de salvajes, donde no exista ninguna ordenación de respeto entre los Estados y las personas. Estoy convencido de que la gente, cuando la aprietan, reacciona y se organiza, aunque ojalá que no tengamos que llegar a esa situación y consigamos revertirla antes.

Cita a Luigi Ferrajoli: “La verdadera utopía es pensar que podemos seguir como hasta ahora”. Y, para imaginar mundos nuevos y construir nuevas utopías, Enzo Traverso propone salir de un presente ‘comprimido’ que renuncia al pasado y al horizonte del futuro.

Es la idea revolucionaria de Enzo Traverso, y también de Luigi Ferrajoli y María Zambrano: salgamos de los hechos y del presente y planteemos con imaginación nuevas propuestas. Atrevámonos a avanzar y no nos sintamos agarrados por lo que nos pasa aquí y ahora. Hay que mover y cambiar las cosas. “No podemos solucionar el tema de la vivienda”, argumentan. Claro que pueden, pero pónganle imaginación y métanle mano, porque está claro que haciendo lo mismo de siempre los alquileres y el precio de la vivienda no bajarán. Es un derecho fundamental que debe ser cumplido, no un adorno, por lo que no se conformen ni se queden anclados en los hechos ni en el presente.

En definitiva, como sostiene usted, los derechos se tienen porque se han conquistado, y se mantienen si se han defendido. Esperemos que no sea tarde.

Pese a todo, soy un optimista vital. Tengo 57 años y trato a diario con estudiantes. El cinismo de las personas mayores es una especie de traición a la juventud. Claro que hay una derechización de una parte de los jóvenes, pero hay que dejar de apelar al porcentaje que vota a la derecha o a la extrema derecha y fijarse en el que rechaza el fascismo, que es mucho mayor.

Gente que trabaja, lee y estudia. En su mayoría, mujeres, quienes le han visto las orejas al lobo, porque saben que si hay alguien que va a pagar en derechos la llegada de la ultraderecha son ellas. Mi generación no se puede desentender de los jóvenes —ni de los mayores—, sino que tiene que estar ahí hasta el final, porque es nuestra obligación.

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