LA PRESIÓN MIGRATORIA // DESPLAZAMIENTO DE LAS RUTAS DE INMIGRACIÓN CLANDESTINA

La salida de cayucos se concentra en las islas del sur de Senegal

El Periodico, 03-09-2006

Más de 300 jóvenes de varias nacionalidades aguardaban con impaciencia ayer por la tarde en Diogué (Senegal) que los capitanes de cuatro viejos cayucos dieran por fin la orden de embarcar con destino a Canarias. Esta y otras islas situadas a unos 400 kilómetros al sur de Dakar se han convertido en los principales puntos de partida de las barcazas clandestinas.
Tras varios días de espera, los jóvenes subsaharianos estaban ya listos para zarpar en cualquier momento, en cuanto los responsables de la travesía decidieran que se daban las circunstancias propicias para abandonar este aislado enclave del delta del río Casamance, cerca de la frontera con Guinea Bissau. Todos estaban dispuestos a recorrer más de 2.000 kilómetros en las peligrosas aguas del Atlántico.
Lejos del control de las autoridades senegalesas, los emigrantes y los organizadores de las expediciones campan por sus respetos por islas como Diogué, de unos seis kilómetros de largo por algo más de uno de ancho, separada del continente por uno de los múltiples brazos del río y a la que únicamente se puede acceder en barca. “Solo de Diogué, la semana pasada salieron cada día dos o tres piraguas hacia Canarias”, explica Moussa Diallo, nombre bajo el que se oculta uno de los responsables del tráfico de personas.
Ante la presión policial en el norte del país y en la bahía de Dakar, principales puntos de salida meses atrás, las redes de emigración clandestina se han organizado y han hallado una puerta abierta en el sur: “Lo que hacen ahora los organizadores de Saint Louis en el norte, de Dakar y de M’Bour costa central es mandar las piraguas vacías hasta aquí y citar a los posibles pasajeros, que llegan a la isla por sus propios medios desde todo Senegal, de Gambia y de Guinea. Cuando alcanzan el número suficiente, se sale”, apunta Diallo.

COBRO DE COMISIONES
El organizador es quien compra y equipa la piragua y contrata al capitán. Además, encarga a un colaborador la captación de candidatos. Este, a su vez, ofrece parte de su comisión a quien le aporte viajeros, y así sucesivamente. Así, según Diallo, “se teje una red en la que cada intermediario solo conoce a quien tiene inmediatamente por encima y por debajo”.
No hay ningún tipo de presencia policial en la isla, en la que viven unas 1.500 personas dedicadas básicamente a la pesca. Un par de veces a la semana aparece una lancha de la Marina. “No tiene días fijos, pero siempre pasa a la misma hora, hacia las diez de la mañana”, afirma este miembro de la red. Además, en el puerto pesquero de Elinkine, desde donde operan las patrulleras, hay “alguien” que avisa de cualquier imprevisto. “Si estamos preparando una salida, metemos el cayuco mar adentro hasta que pasa el peligro”, añade Diallo. Lo mismo se hace, los jueves y los domingos, al paso del Wilis, el barco de pasajeros que vuelve a unir Ziguinchor con Dakar tras el naufragio del Joola, en el que murieron 1.700 personas en el 2004. Por lo demás, hay vía libre. Los preparativos y las salidas se pueden hacer, si se desea, a plena luz del día.

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